La televisión desprende imágenes y sonidos hacia el salón; pero nadie le hace caso. Frente a ella, en el sofá de tela marrón oscuro, chocolate, un cuerpo.
Una pequeña lámpara ilumina la estancia, solo se oyen, como lejanos, los sonidos emitidos por el absurdo aparto de pantalla plana, que se entremezclan con el ensordecedor ruido de la soledad.
Las estridencias que produce la ausencia del otro en la mente del personaje del sofá, se confunden con los ruidos de la tele y se forma un amasijo de sonidos surrealistas difíciles de descifrar. Las palabras se transforman en simples y monótonos ruidos en la mente de nuestro protagonista, ausente de si mismo.
Pegado al sofá, con su cerebro a miles de kilómetros de aquí, conversa consigo mismo y con sus recuerdos, ajeno a su propia ubicación, como un astronauta en estado de ingravidez. Inseguro ante la ausencia de una referencia, de un punto fijo al cual poder agarrarse.
No quiere estar aquí; pero tampoco puede irse. Perdido en el espacio de su soledad orbita sin rumbo en sus pensamientos perdidos en la distancia y el tiempo. viaja en la nave de su piel hacia ningún lado.
Un cigarro lo devuelve a su solitaria realidad, le prende fuego con su mechero azul y observa como se eleva el humo, deshaciéndose, hacia el techo del salón. El teléfono móvil yace inerte a su lado, no suena. Lo ha encendido y apagado más de cien veces buscando una llamada o un mensaje que nunca llega, que nunca llega...
Apaga el cigarro en un cenicero lleno de apestosas colillas, mira de nuevo el teléfono; pero nada, sigue callado.
Apaga la televisión, apaga la lámpara del salón, apaga todo y con ritmo zombi se dirige a la habitación, donde le espera una cama vacía. Es de noche, es tarde, muy tarde. Se introduce entre las sábanas con espantoso sigilo, como si hubiese alguien durmiendo allí y no quisiera despertarla, con la esperanza de quedarse dormido y así vaciar el tiempo que lo separa de mañana.
Sobre la mesilla un libro, una lámpara y su inseparable teléfono móvil callado.
Juan Carlos Vázquez
sábado, 7 de noviembre de 2015
viernes, 6 de noviembre de 2015
INDEPENDENZIA PERO DOS CUCHARADITAS SOLO, POR FAVOR
Hombre independiente, en su República independiente |
Pues bien, el término dependencia lleva implícito el concepto de independencia, por oposición al mismo, de tal forma que cuando dejamos de ser dependientes nos convertimos en independientes. Esta dependencia o independencia, puede ser material o inmaterial. La dependencia material engloba los aspectos económicos, de vivienda, de alimentación, etc. Mientras que los aspectos inmateriales se refieren a cuestiones afectivas, culturales, sociales, religiosas, etc.
Sea del tipo que sea ser independiente en cualquiera de los aspectos mencionados implica ser dependiente en el mismo o en otros aspectos. Por ejemplo la dependencia material de la casa de tus padres se elimina con la independencia respecto de esta, lo que crea una dependencia con el Banco que te ha prestado la pasta para adquirir tu independencia de vivienda; pero ya nuestro sentimiento es de independencia. Al fin, y para descanso de los padres, el joven ha logrado la independencia de sus progenitoress respecto del techo para vivir. Tenemos un cuarentón o cuarentona que por fin ha salido del nido, es INDEPENDIENTE; pero ahora ha creado un vínculo de dependencia económico respecto al banco, que le chupará la sangre y seguirá manteniendo el vínculo de dependencia de sus padres respecto de la alimentación, porque el banco no le dejará para comer y nuestro ser "independiente", deberá satisfacer sus necesidades alimenticias con los tupperwares de su mamá. Este es un ejemplo de los que podríamos citar miles, gracias a las combinaciones entre las diferentes dependencias e independencias materiales e inmateriales.
Sea como sea, la independencia en su más amplio sentido es un concepto individual, el hombre solo será independiente, cuando no dependa de ningún otro hombre, por tanto la independencia plena es individual. ¿qué pasa cuando la independencia es un concepto social?; pues está claro que es un concepto parcial, o sea, seremos colectiva y parcialmente independientes.
Cuando un colectivo reclama su independencia, reclama un nuevo tipo de dependencia, o lo que es igual, no es que esté reclamando independencia, sino que lo que realmente está reclamando es que el colectivo dependiente anterior se reduzca en número; pero esa Independencia no será más que una nueva dependencia; aunque eso sí, en un número menor de dependientes.
Pero vayamos a la definicion de independiente, según la que este, es aquel que no tiene dependencia, que no depende de otro. Según esto, los catalanes o los escoceses o quien sea no piden la independencia, sino la independencia en minúsculas o lo que es lo mismo, una nueva dependencia. Si solo es en aspectos políticos o económicos, ya no es total y esto además supone la creación de otras instituciones de las cuales serán de nuevo dependientes.
Esto me lleva a otra conclusión y es que el movimiento independentista seguirá produciéndose indefinidamente hasta que todos y cada uno de los miembros del colectivo logren este objetivo. Por tanto y en conclusión, lo que tienen que pedir los catalanes es lo que yo llevo reclamando toda mi vida, lo que no es otra cosa que mi propia independencia, punto y pelota, y no hay que marear más la perdiz.
Juan Carlos Vázquez
martes, 13 de octubre de 2015
El amor, la agricultura y las finanzas en una tierra seca; pero cubierta de ciemo
Yo mismo, en mi salón, esperando la lluvia |
Para dividir el grano entre trabajadores y señores feudales era imprescindible que dicho grano existiese realmente.
Con el capitalismo y el desarrollo de las finanzas esto ya no es necesario, de tal forma que; aunque resulte paradójico, el grano se reparte entes de la cosecha.
Ese momento de la cosecha, ese tiempo tan esperado, hoy en día no tiene mayor importancia.
Con esto de la globalización, y puntualizaremos que este término se refiere únicamente a aspectos económicos, o más bien financieros, tenemos la sensación de que el mundo es uno, total e interrelacionado en todos sus aspectos, y que las denominadas fronteras solo existen como líneas en los mapas geográficos. La globalización, ha unido a los pueblos y a las sociedades de todo el mundo, sus culturas se entremezclan y las distancias entre puntos lejanos se han reducido hasta el punto de poder casi negarlas.
¡Y una mierda como un piano!. Las fronteras son aún más patentes que hace unos años, hasta el punto de que para cruzar muchas de ellas hoy día no baste con un pasaporte; sino que es necesario un visado como refugiado político. Las fronteras son cada vez más altas entre países pobres y países ricos. Los más pobres ya ni siquiera sirven de contenedores de mierda a los países dominantes, a los reinos hegemónicos de hoy día.
Al mismo tiempo que estas fronteras se han vuelto impenetrables para personas, se han hecho mucho más permeables para el capital, mejor dicho, para las finanzas. La finanzarización se ha convertido en un fantasma incontrolado de flujo de bienes inmateriales que superando tiempo y espacio recorren la superficie del planeta con total impunidad cometiendo atrocidades en unas partes del globo al mismo tiempo que enriquecen a una reducida porción del mismo.
Las finanzas no esperan a la época de la cosecha para recoger su fruto, sus beneficios se reparten antes de que tenga lugar esta.
Las finanzas han superado la realidad, situandose en el reino de la especulación y de la adivinación del futuro, en una especie de mundo surreal, el Mundo de la economía surrealista o por qué no, en el mundo de la poesía de amor.
Los amantes desesperan, gimen, lloran, rien pensando en essa amada lejana, casi desconocida. Imaginando un futuro de felicidad sin fin. Imaginando un futuro...y, ¿acaso no es esto lo que siente el avaro?, ¿no es esto lo que siente el capitalista?. ¿No tienen estos sentimientos encontrados los cabrones que imaginan como germinará en un futuro su podrido dinero?.
Mientras tanto, los campesinos miran al cielo y esperan con ansiedad que llueva y los amantes cierran los ojos imaginando un futuro junto a su amada.
Juan Carlos Vázquez
domingo, 4 de octubre de 2015
ENTRE LA REALIDAD Y LA ILUSIÓN SIEMPRE HAY UN PUTO ESPEJO QUE LOS SEPARA, ¿O QUIZÁ NO?
Al mirarse en el espejo, este le devuelve la imagen de una bella princesa. ¡Hostia!, - exclamó-.
En un principio el joven quedó asombrado, o más bien asustado, ante aquel espectro inesperado; pero, a pesar del temblor incontrolable de todo su cuerpo, se quedó frente al cristal que separaba esos dos mundos, el suyo y el de la imagen irreal situada detrás del mágico espejo. Abrió y cerró los ojos varias veces, se pasó las manos por su cara como si se estuviese lavando sin agua. Respiró profundamente dos o tres veces y quedo quieto, en pie, mirando a la bella joven que sonreía al otro lado del cristal de espejo.
La joven tenía el cabello dorado y largo cayendo sobre sus hombros desnudos, unos profundos ojos negros y unos carnosos labios de un fresa intenso. Vestía un sedoso traje blanco que colgaba de sus hombros por unos finos tirantes. Una leve brisa lo ceñía a su cuerpo y dibujaba con nitidez su perfecta figura.
El perplejo joven, le preguntó quien era; pero ella no esbozó sonido alguno, solo sonreía sin apartar su mirada de él. Intentó tocarla; pero sus dedos chocaron con el frío cristal. Volvió a intentarlo una y otra vez, con el mismo resultado. Se asomó al hueco entre el espejo y la pared de la que colgaba, con la esperanza de encontrar un resquicio por el que colarse; pero no había nada, solo una trasera de mueble y la pared.
¿Quién eres?,- repitió el joven-. de nuevo no obtuvo respuesta. Se sintió como aquel olmo de la ribera por la que solía pasear alguna tarde, separado de una preciosa acacia por el cauce del río. Alguna vez, en uno de sus solitarios paseos se sentó a los pies del viejo olmo a descansar e imaginó una historia de amor entre estos dos árboles, ¡que gilipollez!, pero quién no ha pensado cosas ridículas y absurdas alguna vez. Una historia de amor imposible entre dos árboles ; pues estaban apostados en diferentes orillas del río que los alimentaba a ambos. Nunca podrían estar juntos.
Se sentía como él, como el viejo olmo, al contemplar desde la otra orilla a su bella acacia. Dos árboles que en su imaginación se amaban, ocupaban un mismo espacio, una misma realidad y un mismo tiempo; pero estaban anclados a orillas diferentes de un mismo río, uno frente al otro, viéndose durante años sin poder juntarse nunca.
En este caso las realidades de ambos seres eran distintas. El joven tenía sus raíces en el mundo real, el de la codicia, la ambición, la corrupción, las sombras, las prisas, la contaminación, la envidia, el trabajo, el dinero,... Ella en el mundo surrealista de la ilusión, el color, la sonrisa, el amor, la luz... Ella y su mundo representaban lo que el deseaba que fuese el suyo, lo que realmente debería ser y no era.
Quería ir con ella, atravesar el cristal, abandonar su mundo de mierda repleto de realidades indeseadas, dejarlo todo y huir con ella a una nueva vida...
Volvió a preguntarle de nuevo quién era; pero una vez más obtuvo el silencio y una sonrisa como respuesta.
Entre abatido y desesperado a la vez que impotente por no conseguir su propósito, se giró con idea de salir de la habitación del espejo; pero antes de dar el primer paso hacia la puerta, notó que algo rozaba su mano. Sin volverse, se detuvo notando como una delicada y blanca mano que salía del espejo cogió la suya y, tirando suavemente de él, lo guió hacia el interior del espejo. En la cara del joven se dibujó una sonrisa.
Juan Carlos Vázquez
En un principio el joven quedó asombrado, o más bien asustado, ante aquel espectro inesperado; pero, a pesar del temblor incontrolable de todo su cuerpo, se quedó frente al cristal que separaba esos dos mundos, el suyo y el de la imagen irreal situada detrás del mágico espejo. Abrió y cerró los ojos varias veces, se pasó las manos por su cara como si se estuviese lavando sin agua. Respiró profundamente dos o tres veces y quedo quieto, en pie, mirando a la bella joven que sonreía al otro lado del cristal de espejo.
La joven tenía el cabello dorado y largo cayendo sobre sus hombros desnudos, unos profundos ojos negros y unos carnosos labios de un fresa intenso. Vestía un sedoso traje blanco que colgaba de sus hombros por unos finos tirantes. Una leve brisa lo ceñía a su cuerpo y dibujaba con nitidez su perfecta figura.
El perplejo joven, le preguntó quien era; pero ella no esbozó sonido alguno, solo sonreía sin apartar su mirada de él. Intentó tocarla; pero sus dedos chocaron con el frío cristal. Volvió a intentarlo una y otra vez, con el mismo resultado. Se asomó al hueco entre el espejo y la pared de la que colgaba, con la esperanza de encontrar un resquicio por el que colarse; pero no había nada, solo una trasera de mueble y la pared.
¿Quién eres?,- repitió el joven-. de nuevo no obtuvo respuesta. Se sintió como aquel olmo de la ribera por la que solía pasear alguna tarde, separado de una preciosa acacia por el cauce del río. Alguna vez, en uno de sus solitarios paseos se sentó a los pies del viejo olmo a descansar e imaginó una historia de amor entre estos dos árboles, ¡que gilipollez!, pero quién no ha pensado cosas ridículas y absurdas alguna vez. Una historia de amor imposible entre dos árboles ; pues estaban apostados en diferentes orillas del río que los alimentaba a ambos. Nunca podrían estar juntos.
Se sentía como él, como el viejo olmo, al contemplar desde la otra orilla a su bella acacia. Dos árboles que en su imaginación se amaban, ocupaban un mismo espacio, una misma realidad y un mismo tiempo; pero estaban anclados a orillas diferentes de un mismo río, uno frente al otro, viéndose durante años sin poder juntarse nunca.
En este caso las realidades de ambos seres eran distintas. El joven tenía sus raíces en el mundo real, el de la codicia, la ambición, la corrupción, las sombras, las prisas, la contaminación, la envidia, el trabajo, el dinero,... Ella en el mundo surrealista de la ilusión, el color, la sonrisa, el amor, la luz... Ella y su mundo representaban lo que el deseaba que fuese el suyo, lo que realmente debería ser y no era.
Quería ir con ella, atravesar el cristal, abandonar su mundo de mierda repleto de realidades indeseadas, dejarlo todo y huir con ella a una nueva vida...
Volvió a preguntarle de nuevo quién era; pero una vez más obtuvo el silencio y una sonrisa como respuesta.
Entre abatido y desesperado a la vez que impotente por no conseguir su propósito, se giró con idea de salir de la habitación del espejo; pero antes de dar el primer paso hacia la puerta, notó que algo rozaba su mano. Sin volverse, se detuvo notando como una delicada y blanca mano que salía del espejo cogió la suya y, tirando suavemente de él, lo guió hacia el interior del espejo. En la cara del joven se dibujó una sonrisa.
Juan Carlos Vázquez
jueves, 17 de septiembre de 2015
LA PRINCESA DE LA LLUVIA Y EL CABALLERO ERRANTE
Se levantó de la mesa tras engullir lo que su cuerpo pedía y su mente no deseaba. Se dirigió en silencio hacia el salón, donde le esperaban un sinfin de muebles y enseres inertes e inmóbiles, que se dejaban regar por la luz que entraba por el ventanal. el aparato de música rompió su silencio cuando se tragó un disco pirateado de James Cullum.
El aire se inundó de jazz mezclado con polvo y luz, y entre los muebles una figura, solo una figura dotada de vida que se dejaba llevar por ese ambiente sonoro. un hombre rodeado de paredes que le amenazaban con su blancura. Las puertas entreabiertas dejaban ver los colmillos afilados de la soledad, como si fuesen verticales mandíbulas de tiburones gigantes.
Sobre una silla descansaba su armadura, con sus pesados avalorios, yelmo, coderas, rodilleras, hombreras, peto, escarela, la greba, los escarpes y las manoplas. Junto a ella y apoyado descuidadamente en la pared, una pesada espada y un escudo decorado con multitud de colores. Calladamente, nuestro caballero se fue colocando, con impetuoso orden cada uno de los elementos de su exoesqueleto metálico. los ruidos de los coches que pasaban bajo su balcón se fundían con el jazz del negro reproductor de música y con su sudor.
Dejó para el final el yelmo, todo su cuerpo, a excepción de su cabeza estaba ya forrado metálicamente. sobre sus brazos el yelmo, la espada y el escudo, era imposible sostener todo esto; así que en el salón se colocó el pesado casco, como despidiéndose de todo aquello que le rodeaba. Introdujo su cabeza como si lo hiciese dentro de sí mismo en el interior de ese forro que le aislaba del mundo y lo devolvía al interior de su propio yo. Podía oir los latidos de su corazón, la sangre fluyendo por sus venas, el vaaho de su respiración nublaba su mente y sus ojos veían un mundo de rayas horizontales muy limitado.
James Culum seguía cantando y nuestro caballero férrico deambulaba pesádamente por su salón, tropezándose con todo lo que se encontraba en su camino. en su cabeza solo había sitio para su princesa de lluvia, que encharcaba de agua su cerebro y se desparramaba por sus ojos.
Salió de su piso y cerró la puerta tras de sí. en la calle, bajo su balcón continuaba oyendo el jazz, levantó la vista y esbozó una leve sonrisa entre lágrimas, luego siguió caminando sin mirar atrás.
Juan Carlos Vázquez
El aire se inundó de jazz mezclado con polvo y luz, y entre los muebles una figura, solo una figura dotada de vida que se dejaba llevar por ese ambiente sonoro. un hombre rodeado de paredes que le amenazaban con su blancura. Las puertas entreabiertas dejaban ver los colmillos afilados de la soledad, como si fuesen verticales mandíbulas de tiburones gigantes.
Sobre una silla descansaba su armadura, con sus pesados avalorios, yelmo, coderas, rodilleras, hombreras, peto, escarela, la greba, los escarpes y las manoplas. Junto a ella y apoyado descuidadamente en la pared, una pesada espada y un escudo decorado con multitud de colores. Calladamente, nuestro caballero se fue colocando, con impetuoso orden cada uno de los elementos de su exoesqueleto metálico. los ruidos de los coches que pasaban bajo su balcón se fundían con el jazz del negro reproductor de música y con su sudor.
Dejó para el final el yelmo, todo su cuerpo, a excepción de su cabeza estaba ya forrado metálicamente. sobre sus brazos el yelmo, la espada y el escudo, era imposible sostener todo esto; así que en el salón se colocó el pesado casco, como despidiéndose de todo aquello que le rodeaba. Introdujo su cabeza como si lo hiciese dentro de sí mismo en el interior de ese forro que le aislaba del mundo y lo devolvía al interior de su propio yo. Podía oir los latidos de su corazón, la sangre fluyendo por sus venas, el vaaho de su respiración nublaba su mente y sus ojos veían un mundo de rayas horizontales muy limitado.
James Culum seguía cantando y nuestro caballero férrico deambulaba pesádamente por su salón, tropezándose con todo lo que se encontraba en su camino. en su cabeza solo había sitio para su princesa de lluvia, que encharcaba de agua su cerebro y se desparramaba por sus ojos.
Salió de su piso y cerró la puerta tras de sí. en la calle, bajo su balcón continuaba oyendo el jazz, levantó la vista y esbozó una leve sonrisa entre lágrimas, luego siguió caminando sin mirar atrás.
Juan Carlos Vázquez
martes, 15 de septiembre de 2015
SI LOS PINGÜINOS VERANEASEN EN LA COSTA DEL SOL, ¿NOS DEJARÍAN SIN ESPETOS?
Un pingüino en la Costa del sol, con unas bermudas, una camiseta sin plancha y unas gafas de sol, paseándose por la línea que delimita la corta vida de las olas, que tras definirla claramente regresa ya sin vida y sin fuerza hacia el mar, siendo engullida por otra con su mismo destino.
Quizá no sea del todo corriente esta escena y llegue a llamar la atención de nuestra sentada razón. Lo que nadie puede poner en duda es el pingüino, ni el mar, ni que este se pasee por la orilla del mar con la elegancia que caracteriza a estas pequeñas aves . Si estoy de acuerdo en lo extraño de su atavío; pero esto es un tema menor, sin importancia, que podría llegar a ser real, si lo disfrazamos de esa guisa. Lo realmente increíble es la presencia de este animal en las playas andaluzas.
Esta escena provoca en nosotros una sonrisa; pero imaginemos que en lugar de un solo ave se nos presentan así ataviados cientos de estos seres de aguas frías en nuestro cálido refugio veraniego...A buen seguro que el efecto producido sería total y radicalmente distinto.
Ahora imaginemos en ese mismo escenario, en nuestra mundialmente conocida costa, un centenar de bailarines rusos vestidos con sus gruesos abrigos y sus gorros polares en pleno mes de agosto. Y vamos a seguir imaginando a cientos de personas venidas de, por ejemplo, Siria. Imaginemos que son familias enteras, vestidas con todo lo que tienen y que son dejadas por el mar en la fina línea que define la muerte de una ola. La muerte de esa ola que viene de su vida en el mar y que es la vida de esas personas que vienen de una muerte segura al otro lado del mar.
Hijos de una guerra estúpida, de un semen sangriento con bandera a tierra ensangrentada que besan la fina línea de la nueva tierra de un occidente cristalino y puro.
Imaginemos que los veraneantes ya no se ríen, imaginemos que con la llegada de estas personas los bañistas protestan por no poderse bañar, imaginemos que ya nadie se ríe, imaginemos qué hacer con estos nuevos inquilinos, no son pingüinos y no hacen gracia, no son rusos del ballet Boltsoy, son solo personas como nosotros; pero que al igual que las aves y los rusos no son de aquí. Ahora miramos a los de aquí, los bañistas, que tampoco lo son. quiero decir que tampoco son de aquí, son rusos, ingleses, marroquíes, turcos, alemanes, franceses, españoles y hasta algún catalán. Pero sobre estos nadie se ha preguntado nada y no es extraña su presencia en nuestras costas.
En fin, ¿dónde se habrá metido el puto pingüino con bermudas, camiseta y gafas de sol?, entre tanta gente lo he perdido de vista.
Juan Carlos Vázquez.
Desde mi más profundo respeto y admiración por esas familias, valientes personas, que huyendo de una muerte segura abandonan su vida pasada buscando un futuro. Es un derecho, y por tanto hay que exigirlo. Mientras que su tiempo se acaba, el nuestro lo empleamos en colocar alambradas repletas de cuchillas y no pasa nada, el domingo todos a misa, que es fiesta de guardar. Amén.
Quizá no sea del todo corriente esta escena y llegue a llamar la atención de nuestra sentada razón. Lo que nadie puede poner en duda es el pingüino, ni el mar, ni que este se pasee por la orilla del mar con la elegancia que caracteriza a estas pequeñas aves . Si estoy de acuerdo en lo extraño de su atavío; pero esto es un tema menor, sin importancia, que podría llegar a ser real, si lo disfrazamos de esa guisa. Lo realmente increíble es la presencia de este animal en las playas andaluzas.
Esta escena provoca en nosotros una sonrisa; pero imaginemos que en lugar de un solo ave se nos presentan así ataviados cientos de estos seres de aguas frías en nuestro cálido refugio veraniego...A buen seguro que el efecto producido sería total y radicalmente distinto.
Ahora imaginemos en ese mismo escenario, en nuestra mundialmente conocida costa, un centenar de bailarines rusos vestidos con sus gruesos abrigos y sus gorros polares en pleno mes de agosto. Y vamos a seguir imaginando a cientos de personas venidas de, por ejemplo, Siria. Imaginemos que son familias enteras, vestidas con todo lo que tienen y que son dejadas por el mar en la fina línea que define la muerte de una ola. La muerte de esa ola que viene de su vida en el mar y que es la vida de esas personas que vienen de una muerte segura al otro lado del mar.
Hijos de una guerra estúpida, de un semen sangriento con bandera a tierra ensangrentada que besan la fina línea de la nueva tierra de un occidente cristalino y puro.
Imaginemos que los veraneantes ya no se ríen, imaginemos que con la llegada de estas personas los bañistas protestan por no poderse bañar, imaginemos que ya nadie se ríe, imaginemos qué hacer con estos nuevos inquilinos, no son pingüinos y no hacen gracia, no son rusos del ballet Boltsoy, son solo personas como nosotros; pero que al igual que las aves y los rusos no son de aquí. Ahora miramos a los de aquí, los bañistas, que tampoco lo son. quiero decir que tampoco son de aquí, son rusos, ingleses, marroquíes, turcos, alemanes, franceses, españoles y hasta algún catalán. Pero sobre estos nadie se ha preguntado nada y no es extraña su presencia en nuestras costas.
En fin, ¿dónde se habrá metido el puto pingüino con bermudas, camiseta y gafas de sol?, entre tanta gente lo he perdido de vista.
Juan Carlos Vázquez.
Desde mi más profundo respeto y admiración por esas familias, valientes personas, que huyendo de una muerte segura abandonan su vida pasada buscando un futuro. Es un derecho, y por tanto hay que exigirlo. Mientras que su tiempo se acaba, el nuestro lo empleamos en colocar alambradas repletas de cuchillas y no pasa nada, el domingo todos a misa, que es fiesta de guardar. Amén.
jueves, 23 de julio de 2015
EL IDIOTA QUE HUYENDO DE SI MISMO SE BAJÓ EN MARCHA DE UN CRUCERO DE LUJO
El barco era un inmenso monstruo de color blanco, de proporciones aberrantes, desafiaba las leyes físicas de la flotación, capaz de comerse unos cuantos cientos de personas en su estómago de acero. Un gigante diseñado para realizar uno de esos cruceros de lujo y de ensueño en un mes de verano en que el mar está en calma y te dejaba asomar a la ventanilla redonda de tu camarote sin tener la impresión de estar encerrado en una lavadora.
Como en un sueño, a mi alrededor todo eran orquestas o pianistas acompañados de preciosas vocalistas que interpretaban majestuosamente piezas de jazz.
Piscinas enormes en cubierta, repletas de animadores empeñados en que disfrutases de tu estancia en el barco, cenas románticas presididas por el capitán, atraque en los mejores puertos mediterráneos con visitas a contrareloj de las ciudades más emblemáticas del recorrido...
¿Qué más se puede desear?, es como hacer realidad un sueño.
Todo es hermoso, la puesta de sol en la línea de horizonte que separa el agua del cielo, las salidas del astro luminoso por el este de esa misma línea. El día se gastaba entre navegación, atraque y visita a ciudades milenarias, la noche solo navegar en un cascarón de hierro y cristal, adornado con una inmensidad de diminutas luces indirectas por todos sus rincones.
De nuevo el sol sale por el mismo sitio que el día anterior, seguimos navegando como ayer, atracando en otros puertos, visitando otras ciudades y... la puesta de sol en la línea de horizonte que separa el agua del cielo...
Todo es idílico, uno de esos cruceros de lujo y de ensueño en un mes de verano en que el mar está en calma y te dejaba asomar a la ventanilla redonda de tu camarote...
Comencé a pensar que esto no acabaría nunca, sentí como lo maravillosos se iba transformando día a día en rutinario.
Mi cuerpo se hallaba encerrado en una jaula de lujo y lucecitas de colores, en una inmensa celda de hierro. Comencé a sufrir claustrofobia, una angustia enorme que anudaba mi estómago. Sentí estar dentro de una ruleta de casino, andando sobre los mismos números una y otra vez, una y otra vez, un día tras otro.
Corrí por cubierta, empujando a los que se interponían en mi huida inconscientemente consciente y me paré frente a uno de esos botes salvavidas que colgaban del lateral del barco, solté las cuerdas que lo aprisionaban y lo tiré al mar y tras él me tiré yo y remaba, solo remaba; mientras el gigantesco barco se hacía cada segundo más pequeño a mis ojos. Por fin ese punto negro que lo definía se fundió con el horizonte.
Yo solo remaba, remaba hacia no se donde, buscando quizá una orilla no contaminada por la polución de la rutina diaria, por la monotonía, por el conformismo. Buscaba unas orillas de arena de sorpresa, de olas nuevas y de palmeras desconocidas, deshabitada de idiotas y mosquitos, de aire ausente de hipocresía.
Sigo remando, insignificante en medio de la inmensa masa de agua de un oscuro azul profundo y salado.
Cansado, con un remo en cada mano, agarrandolos con fuerza, con miedo a que el mar me los arrebatase y dirigiéndome a ningún lugar; pero sin parar de remar.
Juan Carlos Vázquez
Como en un sueño, a mi alrededor todo eran orquestas o pianistas acompañados de preciosas vocalistas que interpretaban majestuosamente piezas de jazz.
Piscinas enormes en cubierta, repletas de animadores empeñados en que disfrutases de tu estancia en el barco, cenas románticas presididas por el capitán, atraque en los mejores puertos mediterráneos con visitas a contrareloj de las ciudades más emblemáticas del recorrido...
¿Qué más se puede desear?, es como hacer realidad un sueño.
Todo es hermoso, la puesta de sol en la línea de horizonte que separa el agua del cielo, las salidas del astro luminoso por el este de esa misma línea. El día se gastaba entre navegación, atraque y visita a ciudades milenarias, la noche solo navegar en un cascarón de hierro y cristal, adornado con una inmensidad de diminutas luces indirectas por todos sus rincones.
De nuevo el sol sale por el mismo sitio que el día anterior, seguimos navegando como ayer, atracando en otros puertos, visitando otras ciudades y... la puesta de sol en la línea de horizonte que separa el agua del cielo...
Todo es idílico, uno de esos cruceros de lujo y de ensueño en un mes de verano en que el mar está en calma y te dejaba asomar a la ventanilla redonda de tu camarote...
Comencé a pensar que esto no acabaría nunca, sentí como lo maravillosos se iba transformando día a día en rutinario.
Mi cuerpo se hallaba encerrado en una jaula de lujo y lucecitas de colores, en una inmensa celda de hierro. Comencé a sufrir claustrofobia, una angustia enorme que anudaba mi estómago. Sentí estar dentro de una ruleta de casino, andando sobre los mismos números una y otra vez, una y otra vez, un día tras otro.
Corrí por cubierta, empujando a los que se interponían en mi huida inconscientemente consciente y me paré frente a uno de esos botes salvavidas que colgaban del lateral del barco, solté las cuerdas que lo aprisionaban y lo tiré al mar y tras él me tiré yo y remaba, solo remaba; mientras el gigantesco barco se hacía cada segundo más pequeño a mis ojos. Por fin ese punto negro que lo definía se fundió con el horizonte.
Yo solo remaba, remaba hacia no se donde, buscando quizá una orilla no contaminada por la polución de la rutina diaria, por la monotonía, por el conformismo. Buscaba unas orillas de arena de sorpresa, de olas nuevas y de palmeras desconocidas, deshabitada de idiotas y mosquitos, de aire ausente de hipocresía.
Sigo remando, insignificante en medio de la inmensa masa de agua de un oscuro azul profundo y salado.
Cansado, con un remo en cada mano, agarrandolos con fuerza, con miedo a que el mar me los arrebatase y dirigiéndome a ningún lugar; pero sin parar de remar.
Juan Carlos Vázquez
miércoles, 15 de julio de 2015
PENSAMIENTOS DE UNA PRINCESA INVISIBLE A LA ORILLA DEL MAR
Sentada, a la orilla del mar, con su gran pamela blanca y su bañador tintado en varios tonos de azul, con la vista puesta en la línea que separa el cielo del mar.
Una perfecta horizontal que advertía que si te acercabas a ella se alejaría, de igual forma que, los niños, corrían tras el arco iris, intentando alcanzarlo para dejarse inundar por sus luces de colores.
Pensaba que nadando y nadando llegaría a alcanzarlo y que una vez allí, encontraría un precipicio que le presentaría un mundo desconocido, separado de la realidad por esa finísima recta que demarca el horizonte.
Con sus pies desnudos, dejándose acariciar por la espuma que producían las olas al deshacerse. De fondo, solo se oye el mar..., y una tenue brisa que jugaba con sus cabellos, alguno de los cuales se quedaba atrapado entre sus labios.
Sus ojos negros, color azabache, perdidos en la inmensidad azul verdosa, mirando hacia su interior, rebuscando entre sus recuerdos, en el archivo de su memoria, los rincones de su vida ya gastada.
Su rostro dibujaba una leve sonrisa que se dejaba escapar tímidamente entre sus preciosos labios de flor carnosa, iluminando su cara.
Su único deseo era que las olas siguieran acariciando sus pies desnudos.
Juan Carlos Vázquez
Una perfecta horizontal que advertía que si te acercabas a ella se alejaría, de igual forma que, los niños, corrían tras el arco iris, intentando alcanzarlo para dejarse inundar por sus luces de colores.
Pensaba que nadando y nadando llegaría a alcanzarlo y que una vez allí, encontraría un precipicio que le presentaría un mundo desconocido, separado de la realidad por esa finísima recta que demarca el horizonte.
Con sus pies desnudos, dejándose acariciar por la espuma que producían las olas al deshacerse. De fondo, solo se oye el mar..., y una tenue brisa que jugaba con sus cabellos, alguno de los cuales se quedaba atrapado entre sus labios.
Sus ojos negros, color azabache, perdidos en la inmensidad azul verdosa, mirando hacia su interior, rebuscando entre sus recuerdos, en el archivo de su memoria, los rincones de su vida ya gastada.
Su rostro dibujaba una leve sonrisa que se dejaba escapar tímidamente entre sus preciosos labios de flor carnosa, iluminando su cara.
Su único deseo era que las olas siguieran acariciando sus pies desnudos.
Juan Carlos Vázquez
jueves, 9 de julio de 2015
ELEFANTE ES A TROIKA COMO HORMIGA ES A...( GRECIA, ESPAÑA, PORTUGAL, IRLANDA,...) ELEGIR UNA DE ELLAS
Las grandilocuentes teorías sociales, realizadas por afamados teoricos e insignes intelectuales, suelen perderse en una especie de abstracción creativa que pierde toda relación con la realidad de la vida cotidiana y no quiero decir con esto que me oponga a este proceso creativo.
Cuando vamos al zoo o al circo a ver esos espectaculares elefantes bailando con minifalda sobre un pedestal en el que apuradamente me sostendría yo en pie, nadie se fija en las hormigas que ajenas a este espectáculo, discurren en fila india por los pies del pobre elefante "payaso forzoso", portando pesadas cargas hacia el hormiguero para asegurarse el sustento de la colonia.
Imagen de hormiga griega...si fueran de igual tamaño ¿Quién correría: el elefante o la hormiga? |
Ese desinterés por el trabajo de las invisibles hormigas se produce porque a nadie interesa lo que esa sociedad animal de seres diminutos hace o deja de hacer, a excepción de los estudiosos de las hormigas y de algún productor de documentales de la 2 que solemos utilizar para conciliar la siesta, claro está.
Pero propongo este hecho como una metáfora, en la que el elefante es la troika, o las Grandes Empresas o los Grandes Bancos o el G-7, o USA o Alemania o Inglaterra o, en general, cualquier persona física o jurídica que ostente una clara posición de poder. Y las hormigas son la sociedad Griega o española o portuguesa o italiana, por poner un ejemplo.
Lo importante no es la hormiga; sino el elefante. Priman sus intereses, no las necesidades de las hormigas y así nos lo muestran los medios. Lo realmente importante es que el espectáculo se realice lo mejor posible y si por un fallo el elefante pierde el equilibrio y cae de su estúpido pedestal, el público exclamará un ¡Oh!. el domador lo volverá a su sitio y laa gente aplaudirá; pero nadie habrá caído en la cuenta de las cientos de hormigas que han perdido su vida en el tropiezo del gigantesco animal.
Los pequeños insectos exoesqueléticos que se han salvado de la catástrofe se reorganizarán y recobrarán el rumbo a su hormiguero portando de nuevo sus pesadas cargas. A esta fila se incorporará en última instancia una de ellas que es la que, con sus poderosas mandíbulas, le ha mordido en un huevo al elefante.
Pero esto no es lo importante, lo realmente importante es que el espectáculo debe continuar.
Juan Carlos Vázquez
lunes, 29 de junio de 2015
SI ALGO NECESITA ESTE PUTO Y REDONDO MUNDO ES MÁS JAZZ Y MENOS TROIKA
Una tarde de lunes sentado en el sofá de casa, frente a una televisión apagada y con el equipo de música devolviendo en el aire las canciones que llevaba dentro. hacía calor, mucho calor; pero el aparato de aire acondicionado produce un ruido espantoso que no dejaba escuchar la música; así que sacrifiqué el frescor por el sonido.
Con los pitidos del control horario se rompió el encanto de la situación. a continuación las saciantes noticias, siempre las mismas: que si la Troika, que si Obama; que si Merkel, que si los pobres griegos...por mucho que intenté recuperar la música me fue imposible, en todas emisoras el mismo y aburrido discurso,... pobres griegos.
Rebusqué en mi pequeña pero selecta discoteca hasta que di con el disco de "eternas", una recopilación de cantantes de los años 60 y 70, en su mayoría interpretes negras de voces rasgadas y únicas. Canciones que a buen seguro formaron parte de la banda sonora de una de esas películas en blanco y negro, sin efectos especiales; pero de geniales guiones. Interesantes tramas de delincuencia o de amor o de ambas cosas mezcladas en un coctel extraordinario.
El disco comenzó con un sonido de trompeta interrumpido por una voz rota que hizo parar en seco el estridente instrumento. A continuación puede percibirse el acompañamiento de un piano, seguramente de cola negro y un contrabajo. la trompeta irrumpía de vez en cuando con el sonido distorsionado por una sordina.
Es fabuloso, es jazz, esa música que en el desorden organiza el sonido y nos transporta a esa época de tugurios apestados de humo, de señores de dudosa profesión, ataviados con traje y sombrero y de acompañantes que a buen seguro no eran sus sufridas y "queridas" esposas. Abogados, traficantes, banqueros, comerciantes de "todo un poco".
Señores de gordas carteras y flameantes puros y damas de cigarrillos largos sujetos por manos enguantadas hasta un poco más arriba del codo, con trajes de satén ceñidos de color rojo o negro, sobre cuerpos cuidados y labios pintados a espátula y ojos rasgados hasta el infinito por el rímel negro.
El aire mezclado con el humo del tabaco llenaba el ambiente que apenas dejaba percibir a los personajes del escenario, que ajenos a todo interpretaban una canción tras otra. Los clientes, por su parte inmersos en sus propios mundos e indiferentes de lo que sucedía en el escenario, se repartían por parejas en las mesas de mantel blanco iluminadas de forma tenue por un candil de llama que parecía que llevaba el ritmo de la canción en cada momento.
Cada mesa es independiente de todas las demás, en cada una de ellas unas copas de licor y una historia y en cada historia una novela, una novela de amor o desamor, de encuentro o desencuentro; pero una historia al fin y al cabo. Historias de vida musicadas por una preciosa voz de nuestra invisible intérprete negra que se contorneaba suavemente alrededor del piano al tiempo que lo acariciaba suavemente con la punta de sus dedos también enguantados. El pianista, al sentirse mirado por ella le devolvía la mirada y le regalaba una leve sonrisa de complicidad. Sigue cantando preciosa que yo te acompaño.
Yo sigo sentado en el sofá de casa, frente a una televisión apagada y con el equipo de música escupiendo jazz y creando una historia en mi cabeza.
Juan Carlos Vázquez
miércoles, 24 de junio de 2015
UN JOVEN Y UN ABUELO Y UN ARLEQUÍN SENTADO SOBRE LA LUNA.
Un señor de avanzada edad, a buen seguro que los noventa ya no los volvía a cumplir, contemplaba en silencio un dibujo hecho a base de pequeños prismas de madera que se asemejaban en forma y tamaño a las piezas usadas en el popular juego del dominó.
El dibujo representaba el símbolo griego de la eternidad, una especie de espiral a base de líneas rectas y ángulos que se van cerrando al hacerse sus lados cada vez más cortos y al estar sus ángulos cada vez más juntos.
La escena llamó la atención de un joven, que sin decir nada se sentó junto al abuelo. Este último volvió la mirada hacia su nuevo observador y la devolvió de nuevo hacia su creación.
La escena llamó la atención de un joven, que sin decir nada se sentó junto al abuelo. Este último volvió la mirada hacia su nuevo observador y la devolvió de nuevo hacia su creación.
De pronto se agachó frente a la primera pieza de madera y con un leve soplido la hizo tambalearse hasta que cayó, en su caída arrastró consigo a la que la precedía y esta a su vez a la siguiente y así, sucesivamente hasta que el hermoso y recto diseño quedó totalmente destrozado, con todas las piezas derrumbadas sobre la superficie, unas sobre otras, como soldados muertos en una sangrienta batalla.
Tras contemplar el final de esta destructora escena, el abuelo se dirigió al joven y le preguntó si se había dado cuenta de lo sucedido. El joven extrañado no acertó a soltar una palabra y se limitó a asentir con un gesto de la cabeza.
Lo que acabas de ver, hijo mío, es simple y llanamente una representación de la vida,-dijo el anciano-.
Sin prisa ninguna, recogió todas las fichas del suelo y se las fue dando al joven en pequeños puñados. El joven no daba a basto para recoger todas entre sus dos manos; así que fabricó una bolsa con su camiseta para guardar las más de noventa fichas que el abuelo le entregó.
Con estas fichas, alguna más o alguna menos debes construir el dibujo de tu vida, debes ir levantando ficha a ficha, día a día, siguiendo los trazos que quieras seguir; pero sin mirar atrás, sin rectificar las fichas ya colocadas. Una pieza puesta en pie es un día que ya ha pasado; así que elige bien el dibujo que quieres representar. Tú y solo tú serás el responsable del resultado final de tu obra...y si una pieza cae y te tira a todas las demás, no te preocupes; ya que mientras te queden piezas por colocar, tendrás opción de hacer un nuevo dibujo, el cual no será ni mejor ni peor que el que se ha deshecho. Simplemente será, y eso es seguro, distinto. En fin, mientras te queden piezas que colocar sigue dibujando con ellas tus días, continúa creando tu vida, tu propia y única vida.
Un arlequín sentado en la luna contempló la escena y de sus ojos pintados en triste brotó una lágrima que mojó la última ficha que el anciano entregó al joven, ambos se miraron y elevaron su vista hacia el astro terrestre dedicándole una sonrisa al simpático clown.
Tras contemplar el final de esta destructora escena, el abuelo se dirigió al joven y le preguntó si se había dado cuenta de lo sucedido. El joven extrañado no acertó a soltar una palabra y se limitó a asentir con un gesto de la cabeza.
Lo que acabas de ver, hijo mío, es simple y llanamente una representación de la vida,-dijo el anciano-.
Sin prisa ninguna, recogió todas las fichas del suelo y se las fue dando al joven en pequeños puñados. El joven no daba a basto para recoger todas entre sus dos manos; así que fabricó una bolsa con su camiseta para guardar las más de noventa fichas que el abuelo le entregó.
Con estas fichas, alguna más o alguna menos debes construir el dibujo de tu vida, debes ir levantando ficha a ficha, día a día, siguiendo los trazos que quieras seguir; pero sin mirar atrás, sin rectificar las fichas ya colocadas. Una pieza puesta en pie es un día que ya ha pasado; así que elige bien el dibujo que quieres representar. Tú y solo tú serás el responsable del resultado final de tu obra...y si una pieza cae y te tira a todas las demás, no te preocupes; ya que mientras te queden piezas por colocar, tendrás opción de hacer un nuevo dibujo, el cual no será ni mejor ni peor que el que se ha deshecho. Simplemente será, y eso es seguro, distinto. En fin, mientras te queden piezas que colocar sigue dibujando con ellas tus días, continúa creando tu vida, tu propia y única vida.
Un arlequín sentado en la luna contempló la escena y de sus ojos pintados en triste brotó una lágrima que mojó la última ficha que el anciano entregó al joven, ambos se miraron y elevaron su vista hacia el astro terrestre dedicándole una sonrisa al simpático clown.
Juan Carlos Vázquez
martes, 9 de junio de 2015
CUANDO LOS PÁRPADOS SE NIEGAN A CERRARSE
La noche tranquila
y oscura custodiaba mi insomnio.
La cortina bailaba
un suave vals al ritmo de la tenue brisa que se colaba extraña por la ventana
entreabierta. Mis ojos enfermos de sueño, fijos en esa danza de las telas
blancas del cortinaje, como intentando averiguar cual sería su próximo
movimiento. Contemplaba ese suave baile textil con la misma obsesión que se
mira el compás de la llama de una vela, intentando marcarle cada paso
siguiente, intuyendo mentalmente su altura y su desplazamiento.
Los párpados
pesaban; pero se negaban a cerrarse.
Permanecía inmóvil,
tumbado encima de las sábanas, sin
apenas pestañear. La vista se emborronaba a veces, incluso llegaba a abandonar
por instantes los focos que aclamaban su atención; pero de forma obsesiva, volvía
una y otra vez a esas lacias telas bañadas por el brillo mate de la luz de la
luna.
Los demás objetos
del dormitorio eran apenas perceptibles por mi retina, que de pronto volvió
hacia dentro, en un claro movimiento de introspección, recorriendo todas y cada
una de mis vísceras, pudiendo observar mi corazón moviéndose acompasado como un
diapasón, el flujo del torrente sanguíneo recorriendo mis venas y arterias, mi
cerebro, repleto de fuegos artificiales en su interior, a modo de una imparable
sucesión de cortocircuitos, lo que daba cuenta de su frenética y desordenada
actividad.
Las hondas
cerebrales comenzaron a superponer sus frecuencias hasta sumirme, ahora sí, en
un profundo sueño.
Un fuerte golpe me
despertó, era el camión de la basura maltratando un contenedor lleno de la
mierda y desechos fruto de nuestra actividad diaria.
Había conseguido
dormir algo más de una hora, toda una proeza.
Me levanté y caminé
a oscuras hasta la cocina para tomar un vaso de agua, hacía calor. A
continuación me fui al salón donde enchufe la televisión, aún a sabiendas que no
iba a hacer ningún caso de las imágenes que proyectase. La apagué casi sin dar
tiempo a que se encendiera y puse en marcha el reproductor de CD´s, donde
comenzó a sonar un disco de Sade que quedó en el aparato del día anterior.
Esa música llevo
mis pensamientos y a mí con ellos al lugar en el que habitas tú. Recorrí tu
cara, tu pelo, tus labios, tus ojos negros, tus pómulos, tu nariz, tus cejas,
tus pestañas, tu cuello, tus hombros, tus pechos, tu tierno vientre, tus
brazos, tus manos, tus dedos, tus uñas, tus piernas, tus tobillos, tus pies...
Aspiré el olor de tu cuerpo como si fuese el protagonista de “el perfume”,
obsesionado por retener ese aroma siempre en mis pituitarias.
Pensé tu voz, tu
risa, tu aliento, tus gemidos, tus silencios...
Habría podido
esculpirte en el aire y hacer el amor con ese holograma mental que dibujé
frente a mí.
Un sonido muy
desagradable fue apoderándose del salón en calma, era el despertador que quedó
sobre la mesilla…fui corriendo a apagarlo y volví a apretar los ojos en un
intento desesperado por recuperarte junto a mí.
Fue inútil, los
rayos de sol ya no eran plateados sino azulados y casi dañaban la vista. Ya era
de día…
Hasta esta noche mi
amor, te buscaré en mi desvelo.
De nuevo hago mío un escrito de mi amigo anónimo...Me he limitado a trascribirlo y colocar la ilustración.
viernes, 15 de mayo de 2015
INSOMNIO
Con la llegada de la noche se han encendido las farolas de la ciudad y junto con la oscuridad han aparecido los sonidos de siempre: los camareros del bar de debajo de casa arrastran las cadenas con las que atan cada noche las mesas y sillas de la terraza, los del local de al lado bajan su insoportable chirriante persiana, el camión de la recogida de basuras hacen lo suyo con sus bruscos golpes a los carros llenos de la mierda que diariamente llenamos con la basura que producimos, el borracho de turno perdido en la negrura de la noche se esplaya a gritos contra su mujer o su suegra...
Todos ellos son signos inequívocos de que mi sitio se encuentra en la cama, tumbado en posición horizontal. todos estos sonidos y ruidos dicen que la hora de dormir, de cerrar los ojos a este día caducado, ha llegado; pero no es así, el sueño no lo marca el cansancio, ni los sonidos externos. Para dormir se precisa una especie de calma interior que haga que tu cerebro ralentice sus funciones y te sumerja en un océano de corales o en una absurda novela televisiva de mierda, o en un pastoso e insoportable documental de pájaros de Sumatra. Algo que sea capaz de hacerte perder todo contacto con la realidad y consiga que tus ondas cerebrales entren en una frecuencia que se funda con ese mundo paralelo de los sueños; pero en mi mente ese estado hace ya un tiempo que no se produce.
Busco mis dragones particulares, mi propia Edad Media, mi personal y única novela caballeresca; pero con los ojos bien abiertos; pese a que el cansancio duerme mis dedos en el teclado del ordenador. Mi cuerpo se ha disociado totalmente de mi cerebro y mientras que el primero le habla al segundo de su necesidad de descansar, el segundo, el cerebro, parece llevar una vida independiente del primero y no responde a los estímulos que este propone.
Esa masa gris de aspecto asqueroso, surcado por multitud de circunvalaciones, se ha independizado de mi cuerpo. lleva su propia vida y me arrastra, y conmigo a toda mi masa muscular y ósea, que pese a la extenuación sigue sus dictatoriales designios.
Mientras, la ciudad duerme y yo la escucho, y entre tanto te imagino y te sueño despierto.
Todos ellos son signos inequívocos de que mi sitio se encuentra en la cama, tumbado en posición horizontal. todos estos sonidos y ruidos dicen que la hora de dormir, de cerrar los ojos a este día caducado, ha llegado; pero no es así, el sueño no lo marca el cansancio, ni los sonidos externos. Para dormir se precisa una especie de calma interior que haga que tu cerebro ralentice sus funciones y te sumerja en un océano de corales o en una absurda novela televisiva de mierda, o en un pastoso e insoportable documental de pájaros de Sumatra. Algo que sea capaz de hacerte perder todo contacto con la realidad y consiga que tus ondas cerebrales entren en una frecuencia que se funda con ese mundo paralelo de los sueños; pero en mi mente ese estado hace ya un tiempo que no se produce.
Busco mis dragones particulares, mi propia Edad Media, mi personal y única novela caballeresca; pero con los ojos bien abiertos; pese a que el cansancio duerme mis dedos en el teclado del ordenador. Mi cuerpo se ha disociado totalmente de mi cerebro y mientras que el primero le habla al segundo de su necesidad de descansar, el segundo, el cerebro, parece llevar una vida independiente del primero y no responde a los estímulos que este propone.
Esa masa gris de aspecto asqueroso, surcado por multitud de circunvalaciones, se ha independizado de mi cuerpo. lleva su propia vida y me arrastra, y conmigo a toda mi masa muscular y ósea, que pese a la extenuación sigue sus dictatoriales designios.
Mientras, la ciudad duerme y yo la escucho, y entre tanto te imagino y te sueño despierto.
domingo, 26 de abril de 2015
EL BESO
Los besos de nuestro presente son bocados de esperanza y procacidad, mascaradas carnosas, orificios contaminados por atenciones e intenciones, vasos comunicantes que buscan hierogamias terrenales oficiadas por Baco tras narcotizar a Cupido. Anhelando compartir esos pensamientos que se agolpan y golpean en nuestra cabeza, maquinando como asaltar la próxima trinchera, evitando las alambradas, sortear los límites que me imponen y me impongo.
Se difuminan en el tiempo y el aire las genuinas fragancias de mi Historia Antigua donde ojos sin mácula buscaban nerviosos bucles de caramelo que saciaran sus lipotímicas y quebradizas esencias. Donde sonrisas sinceras mostraban límpidos corifeos en penitenciarias argentinas y ciclopes traviesos e inabarcables transformaban la lluvia en nieve.
Declaro solemnemente que los besos más hermosos son los besos que se fueron persiguiendo al horizonte. Suelo volver a ellos una y otra vez añorando aquellos cálidos y sensuales pétalos, saborear el fresco rocío que me embriagó, hidromiel divina que transformó mi devenir en un perpetuo síndrome de abstinencia. Rememoro esos clandestinos juramentos tanto como ansío volver a esa edad en la que mi sudor era cristalino y emanaba vitalidad, en la que mi cabello era castaño y rebelde, mi frio pasajero y me hacía sentir vivo y desafiante.
Eran tiempos en que mi cuerpo ignorante de las vicisitudes de la Modernidad, conservaba una heraclitea pulsión, una espartana inmunología, desatada ante el roce más intangible o el pensamiento más inocuo con una hostilidad instintiva, furtiva y tortuosa, haciendo de mi Medievalidad una inquisidora realidad que sorteaba con angustiosa e irrefrenable emoción en noches de estío, en calles desiertas y oscuras, sobre puertas y ventanas ciegas , cuerpo sobre cuerpo, labios y lenguas entregados a la efímera perpetuidad de un instante. Manos que buscaban sobre la ropa para torpemente hallar bajo ella una palpitación de lasciva y fingida rebeldía, plena hoy de una trascendente y engañosa cercanía, acechante y fantasmal.
Autor: Anónimo por propia voluntad
Se difuminan en el tiempo y el aire las genuinas fragancias de mi Historia Antigua donde ojos sin mácula buscaban nerviosos bucles de caramelo que saciaran sus lipotímicas y quebradizas esencias. Donde sonrisas sinceras mostraban límpidos corifeos en penitenciarias argentinas y ciclopes traviesos e inabarcables transformaban la lluvia en nieve.
Declaro solemnemente que los besos más hermosos son los besos que se fueron persiguiendo al horizonte. Suelo volver a ellos una y otra vez añorando aquellos cálidos y sensuales pétalos, saborear el fresco rocío que me embriagó, hidromiel divina que transformó mi devenir en un perpetuo síndrome de abstinencia. Rememoro esos clandestinos juramentos tanto como ansío volver a esa edad en la que mi sudor era cristalino y emanaba vitalidad, en la que mi cabello era castaño y rebelde, mi frio pasajero y me hacía sentir vivo y desafiante.
Eran tiempos en que mi cuerpo ignorante de las vicisitudes de la Modernidad, conservaba una heraclitea pulsión, una espartana inmunología, desatada ante el roce más intangible o el pensamiento más inocuo con una hostilidad instintiva, furtiva y tortuosa, haciendo de mi Medievalidad una inquisidora realidad que sorteaba con angustiosa e irrefrenable emoción en noches de estío, en calles desiertas y oscuras, sobre puertas y ventanas ciegas , cuerpo sobre cuerpo, labios y lenguas entregados a la efímera perpetuidad de un instante. Manos que buscaban sobre la ropa para torpemente hallar bajo ella una palpitación de lasciva y fingida rebeldía, plena hoy de una trascendente y engañosa cercanía, acechante y fantasmal.
Autor: Anónimo por propia voluntad
A LOS INERMES COMPAÑEROS DE ARMAS
Nunca nadie habría descrito mejor esa etapa de nuestra vida robada con la complacencia y el beneplácito del gobierno y de la sociedad en general. Tiempo secuestrado en vidas finitas en el justo instante que empiezan a abrirse al futuro incierto.
Gracias de nuevo amigo por compartir esto conmigo y por dejarme compartirlo, a su vez con todos aquellos que tengan a bien leer esta página, que enriqueces con tu prosa desde el tímido anonimato.
Progenie de tiempos moribundos y castrenses clausuras, donde antaño héroes sin honor y galenos del espíritu, empuñaban báculos de ira y fuego, regando los yermos despojos con torrentes de sueños rotos que acabaron convirtiendo en secano los corazones. Tiempos de hambres insaciables y silencios ensordecedores, vidas esclavizadas por la estulticia de mentes mezquinas y almas famélicas y enlutadas.
Alboreamos nuestras primeras inquietudes a la luz del Demos renacido tras la extinción del primigenio bubón. Ácratas obedientes en cautiverios sin puertas desafiaban silenciosos la voz y el látigo, pertrechados de traviesa audacia y hedonista masoquismo. Conocedores del valor de la sana burla y la carcajada noble, de carreras atropelladas e inofensivas sangrías. Cómplices inseparables del candil sin luz y la telaraña dulce.
Ajenos a la potestad de Cronos asistimos al banquete de Eros mientras Dionisos bendecía nuestras libaciones y en ágoras improvisadas reclamamos nuestra génesis. Sangramos en la copa, brindamos en la arena y como púgiles sin cicatrices retamos a la vida.
Ebrios y poderosos danzamos al son de los cantos de sirenas mientras perpetramos bacanales fallidas, arribamos a cien puertos, consultamos oráculos y desenvainamos espadas sin filo para seguir siendo náufragos ignorantes de nuestra suerte.
Celosas Circes ponían en hora sus relojes de arena augurando condenas perpetuas mientras permanecíamos impacientes a que Atenea nos reclamara tras pagar nuestras fianzas. Acompañamos a Selene en su destierro y nos ocultamos de Apolo en el nebuloso reino de Morfeo.
Las Moiras, cansadas de zurcir nuestros ropajes reclamaron inexorables nuestros salvoconductos. Rompimos filas y la falange fue derrotada uno a uno por las hijas de Afrodita, arpías en formas delicadas y aún más delicadas intenciones. En nuestra huida nos arrojamos por pretiles de plata al implacable rio de la vida y lo que antaño fue Uno dejó de serlo para convertirse en Muchos.
Le hicimos la competencia a Hércules en trabajos sin alma que no compraban tronos ni financiaban epopeyas, únicamente costeaban resignados simposios con propios los menos y ajenos la mayoría. Mientras ausentes soñamos con pasadas hazañas en tierras lejanas burlando a ciclopes iracundos o sorteando en olímpicos festivales al Minotauro. Ateridos por la fría realidad añoramos el común abrigo de un vellocino que mitigara nuestra penetrante y multitudinaria soledad.
Ofreceremos como sacrificio nuestra vida a Hermes para no tener que vivir en un tonel sin la protección divina y más compañía que la del sabio perro, pues el amor ni es eterno ni remedia soledades y mucho menos compra candiles con que buscar a los condenados al ostracismo.
Afortunados aquellos que tenaces y pacientes les fueron concedidos permisos de residencia en Ítaca y aún con la memoria y la esperanza perdida pudieron sabiamente reconocer a Penélope, recompensados con esa otra oportunidad que el destino ofrece a los audaces y a los afortunados capaces de ver más allá de las estrellas.
A LOS INERMES COMPAÑEROS DE ARMAS.
Gracias de nuevo amigo por compartir esto conmigo y por dejarme compartirlo, a su vez con todos aquellos que tengan a bien leer esta página, que enriqueces con tu prosa desde el tímido anonimato.
Progenie de tiempos moribundos y castrenses clausuras, donde antaño héroes sin honor y galenos del espíritu, empuñaban báculos de ira y fuego, regando los yermos despojos con torrentes de sueños rotos que acabaron convirtiendo en secano los corazones. Tiempos de hambres insaciables y silencios ensordecedores, vidas esclavizadas por la estulticia de mentes mezquinas y almas famélicas y enlutadas.
Alboreamos nuestras primeras inquietudes a la luz del Demos renacido tras la extinción del primigenio bubón. Ácratas obedientes en cautiverios sin puertas desafiaban silenciosos la voz y el látigo, pertrechados de traviesa audacia y hedonista masoquismo. Conocedores del valor de la sana burla y la carcajada noble, de carreras atropelladas e inofensivas sangrías. Cómplices inseparables del candil sin luz y la telaraña dulce.
Ajenos a la potestad de Cronos asistimos al banquete de Eros mientras Dionisos bendecía nuestras libaciones y en ágoras improvisadas reclamamos nuestra génesis. Sangramos en la copa, brindamos en la arena y como púgiles sin cicatrices retamos a la vida.
Ebrios y poderosos danzamos al son de los cantos de sirenas mientras perpetramos bacanales fallidas, arribamos a cien puertos, consultamos oráculos y desenvainamos espadas sin filo para seguir siendo náufragos ignorantes de nuestra suerte.
Celosas Circes ponían en hora sus relojes de arena augurando condenas perpetuas mientras permanecíamos impacientes a que Atenea nos reclamara tras pagar nuestras fianzas. Acompañamos a Selene en su destierro y nos ocultamos de Apolo en el nebuloso reino de Morfeo.
Las Moiras, cansadas de zurcir nuestros ropajes reclamaron inexorables nuestros salvoconductos. Rompimos filas y la falange fue derrotada uno a uno por las hijas de Afrodita, arpías en formas delicadas y aún más delicadas intenciones. En nuestra huida nos arrojamos por pretiles de plata al implacable rio de la vida y lo que antaño fue Uno dejó de serlo para convertirse en Muchos.
Le hicimos la competencia a Hércules en trabajos sin alma que no compraban tronos ni financiaban epopeyas, únicamente costeaban resignados simposios con propios los menos y ajenos la mayoría. Mientras ausentes soñamos con pasadas hazañas en tierras lejanas burlando a ciclopes iracundos o sorteando en olímpicos festivales al Minotauro. Ateridos por la fría realidad añoramos el común abrigo de un vellocino que mitigara nuestra penetrante y multitudinaria soledad.
Ofreceremos como sacrificio nuestra vida a Hermes para no tener que vivir en un tonel sin la protección divina y más compañía que la del sabio perro, pues el amor ni es eterno ni remedia soledades y mucho menos compra candiles con que buscar a los condenados al ostracismo.
Afortunados aquellos que tenaces y pacientes les fueron concedidos permisos de residencia en Ítaca y aún con la memoria y la esperanza perdida pudieron sabiamente reconocer a Penélope, recompensados con esa otra oportunidad que el destino ofrece a los audaces y a los afortunados capaces de ver más allá de las estrellas.
A LOS INERMES COMPAÑEROS DE ARMAS.
jueves, 16 de abril de 2015
A LOS MERCADERES DEL TEMPLO
Me he tomado la licencia, previo permiso del autor, de
hacer uso de este escrito para llenar una de las humildes páginas de mi modesto
blog, el cual, sin duda, y gracias a esta desinteresada aportación se verá enriquecido.
La modestia de mi amigo me impide, colocar su firma al
final de este texto. Solo deciros que es una persona que conocí hace 25 años y
con la cual, pese a no habernos visto desde entonces guardo una sincera
amistad.
Al comentar este texto y decirle lo que del mismo
pensaba, creí hacer el más absoluto e impresionante ridículo, puesto que con
certeza pensaba que la base de sus críticas iban dirigidas a la actitud de los
poderos frente a los pobres y hoy día a su pesar, Europeos, los Helenos.
El germen de una civilización Occidental, principio de
Historia antigua y buen ejemplo para la contemporánea (sobre todo en ciertos
aspectos de su filosofía y de su práctica política), ejemplo también de
Democracia, si no la única que de verdad podemos llamar como tal, es hoy día
vapuleado por sus herederos y deudores culturales.
La sorpresa y la vergüenza fue cuando mi amigo me comentó
que el foco del escrito lo compone la clase médica, con su prepotencia y
arrogancia, y sobre todo con su alarde de poder y superioridad manifiesta. No
deja de ser una crítica del poder y pese a que se empeñe en que en origen, este
ametrallamiento verbal fuese dirigido a
la clase médica, o mejor, siguiendo a Weber, a la situación de status médica,
no podremos evitar dirigir nuestro pensamiento al pueblo griego.
Cuando lean el
mismo verán como sus mentes se orientan sin remedio a ese pueblo del Egeo que
tanto sufre el acoso fratricida de sus propios herederos, los superpoderosos
países de la Europa próspera y orgullosa, que no son otros que los
imperialismos Británico y sobre todo Alemán. Germanos olvidados, no solo de la
Historia con mayúsculas, sino de la suya propia, de sus propias y aberrantes debacles.
Sin más os dejo con este fantástico texto:
Sombrío horizonte el de los sin rostro
traicionados por
los hodiernos vástagos del Egeo,
triste patrimonio para el saber de la vida.
Insensible mecánica de huesos y carne,
agrio elixir de
sangre y lágrimas.
Cifras que no suman deambulan temerosas por desiertos
impolutos y relucientes,
trascendiendo vanos fronterizos entre la risa y el llanto,
la vida y la muerte condenas eternas e indultos efímeros.
Henchidos por la bilis de una grey endogámica y codiciosa,
falsos
próceres sepultan el valor de un legado milenario,
regentando destinos ajenos
, abstrayendo su legitimidad,
ignorando sus temores , indolentes ante las insolubles
incógnitas que marchitan su devenir.
Monarcas bastardos en sus fatuos tronos ,
observan
impasibles la procesión de sombras groseras que importunan el espejismo de su nirvana
,
condenándoles al limbo de su indiferencia.
A los mercaderes del Templo.
sábado, 11 de abril de 2015
EL DIA QUE LA SOCIEDAD FUE AL CARDIÓLOGO Y LE PREGUNTO: ¿DOCTOR, ES GRAVE?. DÍGAME LA VERDAD
Dibujo a bolígrafo y lápiz. Autor yo |
Desde Tiempos inmemoriales el hombre, ese ser bípedo antropomorfo, se ha cuestionado acerca de cuál será su final, no a nivel individual; sino más bien como especie, a nivel colectivo, a nivel social. Esta pregunta, en apariencia compleja, tiene una respuesta muy simple y para ello me basaré en el electrocardiograma plano. Esta prueba en una persona se distingue por los picos de la gráfica, más o menos acusados, cuando el ser en cuestión está vivo y por una línea plana horizontal cuando yace inerte, muerto. Pues bien, al tema, si esta línea es plana, la sociedad está ya en mejor vida y esa línea la define una sociedad vulgar, compuesta de seres uniformes, conformistas e iguales, seres marcados por la ritualidad de lo cotidiano, resignados a dejar pasar los días que construyen su cotidianeidad y costumbre. Entes humanoides sin ilusiones de futuro, sin ideas, sin objetivos, y por todo esto sin emoción.
Esta sociedad produce un
pitído ensordecedor en el electro que nos da idea de su triste final; puesto
que esa línea sin picos nunca puede producir una evolución de la especie. Solo
representa una constante y aburrida existencia finita. Sí, finita, digo bien,
ya que el infinito es un concepto abstracto de las ciencias positivas sin
correlación alguna con ningún aspecto de la realidad. Esto no significa nada
nuevo; pues de todos es sabido que nada se puede perpetuar en el tiempo; aunque
no nos dice nada de cuando se producirá ese fin. Para ello tenemos la
vulgaridad, y esta, no otra, será el catalizador de este proceso autodestructor
de los humanos de la tierra terrestre.
Si por algo podemos
definirnos es por la diferencia, no hay dos seres humanos iguales, J.M. Auel,
en su libro el Clan del Oso Cavernario, introduce en una comunidad de peludos y apestosos protohomínidos un ser de rasgos totalmente diferentes, una joven delicada de piel blanca
y sin apenas bello corporal, Ayla.
A partir de aquí elabora su
historia, sin ella se tendría que limitar a escribir un tratado antropológico
sobre la evolución del hombre. La presencia de esa bella joven hace posible el
cambio y es esa diferencia lo que introduce un nuevo modelo en el Clan y con
ello una posibilidad de futuro.
Necesitamos seres
diferentes, no más seres vulgares, para poder evolucionar y cuanto más grandes y
visibles sean las diferencias más rápido e interesante será el proceso,
pudiendo transformarse el simple cambio en Revolución.
Solo hay un problema y es
que una sociedad vulgar rechaza la diferencia y expulsa sin reparos a estos
seres polarizados a los que llama locos en sentido claramente peyorativo, sin
saber que su existencia se la debe a esos locos del pasado.
En un gráfico que
representase la normalidad social, estos seres serían puntos dispersos de la
tendencia central, a modo de pequeñas constelaciones de minúsculas estrellas.
Unos de ellos estarían en el plano positivo y otros en el negativo. Los
negativos son todos aquellos contraproducentes e involucionistas, que por no
tener importancia con el relato me vais a permitir obviarlos; pues serían tema
de otro debate.
Me centraré en esos otros
locos positivos, personajes absortos de la realidad y sumergidos en su propio
mundo de ciencia, arte o pensamiento, crearán y recrearán realidades paralelas
y posibles en base a criterios aceptados dentro de la condicionalidad científica y siempre
considerando la incertidumbre como base de sus argumentos.
Estos personajes cabalgan en
los picos del electrocardiograma abanderando sus propias revoluciones y dando
con ello vida a esta masa vulgar social. Personajes que montan sobre sus rocines flacos, sin miedo, por la línea de la frontera entre la razón y la locura y en cuyo extremo a tumba abierta, los mayores prestidigitadores, los poetas, con sus versos, sus odas y elegías, con sus poesías de amor, que harán remover
nuestros sentimientos vulgarizados por la rutina y con ello el pitido del
electro se silencia y el ser social retornará de nuevo a la vida.
No pretendo con este texto ser dogmático, ni tampoco, aunque me gustaría, autocalificarme como "loco". Solo deseo expresar una idea.
Juan Carlos Vázquez
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