La noche tranquila
y oscura custodiaba mi insomnio.
La cortina bailaba
un suave vals al ritmo de la tenue brisa que se colaba extraña por la ventana
entreabierta. Mis ojos enfermos de sueño, fijos en esa danza de las telas
blancas del cortinaje, como intentando averiguar cual sería su próximo
movimiento. Contemplaba ese suave baile textil con la misma obsesión que se
mira el compás de la llama de una vela, intentando marcarle cada paso
siguiente, intuyendo mentalmente su altura y su desplazamiento.
Los párpados
pesaban; pero se negaban a cerrarse.
Permanecía inmóvil,
tumbado encima de las sábanas, sin
apenas pestañear. La vista se emborronaba a veces, incluso llegaba a abandonar
por instantes los focos que aclamaban su atención; pero de forma obsesiva, volvía
una y otra vez a esas lacias telas bañadas por el brillo mate de la luz de la
luna.
Los demás objetos
del dormitorio eran apenas perceptibles por mi retina, que de pronto volvió
hacia dentro, en un claro movimiento de introspección, recorriendo todas y cada
una de mis vísceras, pudiendo observar mi corazón moviéndose acompasado como un
diapasón, el flujo del torrente sanguíneo recorriendo mis venas y arterias, mi
cerebro, repleto de fuegos artificiales en su interior, a modo de una imparable
sucesión de cortocircuitos, lo que daba cuenta de su frenética y desordenada
actividad.
Las hondas
cerebrales comenzaron a superponer sus frecuencias hasta sumirme, ahora sí, en
un profundo sueño.
Un fuerte golpe me
despertó, era el camión de la basura maltratando un contenedor lleno de la
mierda y desechos fruto de nuestra actividad diaria.
Había conseguido
dormir algo más de una hora, toda una proeza.
Me levanté y caminé
a oscuras hasta la cocina para tomar un vaso de agua, hacía calor. A
continuación me fui al salón donde enchufe la televisión, aún a sabiendas que no
iba a hacer ningún caso de las imágenes que proyectase. La apagué casi sin dar
tiempo a que se encendiera y puse en marcha el reproductor de CD´s, donde
comenzó a sonar un disco de Sade que quedó en el aparato del día anterior.
Esa música llevo
mis pensamientos y a mí con ellos al lugar en el que habitas tú. Recorrí tu
cara, tu pelo, tus labios, tus ojos negros, tus pómulos, tu nariz, tus cejas,
tus pestañas, tu cuello, tus hombros, tus pechos, tu tierno vientre, tus
brazos, tus manos, tus dedos, tus uñas, tus piernas, tus tobillos, tus pies...
Aspiré el olor de tu cuerpo como si fuese el protagonista de “el perfume”,
obsesionado por retener ese aroma siempre en mis pituitarias.
Pensé tu voz, tu
risa, tu aliento, tus gemidos, tus silencios...
Habría podido
esculpirte en el aire y hacer el amor con ese holograma mental que dibujé
frente a mí.
Un sonido muy
desagradable fue apoderándose del salón en calma, era el despertador que quedó
sobre la mesilla…fui corriendo a apagarlo y volví a apretar los ojos en un
intento desesperado por recuperarte junto a mí.
Fue inútil, los
rayos de sol ya no eran plateados sino azulados y casi dañaban la vista. Ya era
de día…
Hasta esta noche mi
amor, te buscaré en mi desvelo.
De nuevo hago mío un escrito de mi amigo anónimo...Me he limitado a trascribirlo y colocar la ilustración.
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