martes, 9 de junio de 2015

CUANDO LOS PÁRPADOS SE NIEGAN A CERRARSE




La noche tranquila y oscura custodiaba mi insomnio.
La cortina bailaba un suave vals al ritmo de la tenue brisa que se colaba extraña por la ventana entreabierta. Mis ojos enfermos de sueño, fijos en esa danza de las telas blancas del cortinaje, como intentando averiguar cual sería su próximo movimiento. Contemplaba ese suave baile textil con la misma obsesión que se mira el compás de la llama de una vela, intentando marcarle cada paso siguiente, intuyendo mentalmente su altura y su desplazamiento.
Los párpados pesaban; pero se negaban a cerrarse.
Permanecía inmóvil, tumbado  encima de las sábanas, sin apenas pestañear. La vista se emborronaba a veces, incluso llegaba a abandonar por instantes los focos que aclamaban su atención; pero de forma obsesiva, volvía una y otra vez a esas lacias telas bañadas por el brillo mate de la luz de la luna.
Los demás objetos del dormitorio eran apenas perceptibles por mi retina, que de pronto volvió hacia dentro, en un claro movimiento de introspección, recorriendo todas y cada una de mis vísceras, pudiendo observar mi corazón moviéndose acompasado como un diapasón, el flujo del torrente sanguíneo recorriendo mis venas y arterias, mi cerebro, repleto de fuegos artificiales en su interior, a modo de una imparable sucesión de cortocircuitos, lo que daba cuenta de su frenética y desordenada actividad.
Las hondas cerebrales comenzaron a superponer sus frecuencias hasta sumirme, ahora sí, en un profundo sueño.
Un fuerte golpe me despertó, era el camión de la basura maltratando un contenedor lleno de la mierda y desechos fruto de nuestra actividad diaria.
Había conseguido dormir algo más de una hora, toda una proeza.
Me levanté y caminé a oscuras hasta la cocina para tomar un vaso de agua, hacía calor. A continuación me fui al salón donde enchufe la televisión, aún a sabiendas que no iba a hacer ningún caso de las imágenes que proyectase. La apagué casi sin dar tiempo a que se encendiera y puse en marcha el reproductor de CD´s, donde comenzó a sonar un disco de Sade que quedó en el aparato del día anterior.
Esa música llevo mis pensamientos y a mí con ellos al lugar en el que habitas tú. Recorrí tu cara, tu pelo, tus labios, tus ojos negros, tus pómulos, tu nariz, tus cejas, tus pestañas, tu cuello, tus hombros, tus pechos, tu tierno vientre, tus brazos, tus manos, tus dedos, tus uñas, tus piernas, tus tobillos, tus pies... Aspiré el olor de tu cuerpo como si fuese el protagonista de “el perfume”, obsesionado por retener ese aroma siempre en mis pituitarias.
Pensé tu voz, tu risa, tu aliento, tus gemidos, tus silencios...
Habría podido esculpirte en el aire y hacer el amor con ese holograma mental que dibujé frente a mí.
Un sonido muy desagradable fue apoderándose del salón en calma, era el despertador que quedó sobre la mesilla…fui corriendo a apagarlo y volví a apretar los ojos en un intento desesperado por recuperarte junto a mí.
Fue inútil, los rayos de sol ya no eran plateados sino azulados y casi dañaban la vista. Ya era de día…
Hasta esta noche mi amor, te buscaré en mi desvelo.

De nuevo hago mío un escrito de mi amigo anónimo...Me he limitado a trascribirlo y colocar la ilustración.




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