Con la llegada de la noche se han encendido las farolas de la ciudad y junto con la oscuridad han aparecido los sonidos de siempre: los camareros del bar de debajo de casa arrastran las cadenas con las que atan cada noche las mesas y sillas de la terraza, los del local de al lado bajan su insoportable chirriante persiana, el camión de la recogida de basuras hacen lo suyo con sus bruscos golpes a los carros llenos de la mierda que diariamente llenamos con la basura que producimos, el borracho de turno perdido en la negrura de la noche se esplaya a gritos contra su mujer o su suegra...
Todos ellos son signos inequívocos de que mi sitio se encuentra en la cama, tumbado en posición horizontal. todos estos sonidos y ruidos dicen que la hora de dormir, de cerrar los ojos a este día caducado, ha llegado; pero no es así, el sueño no lo marca el cansancio, ni los sonidos externos. Para dormir se precisa una especie de calma interior que haga que tu cerebro ralentice sus funciones y te sumerja en un océano de corales o en una absurda novela televisiva de mierda, o en un pastoso e insoportable documental de pájaros de Sumatra. Algo que sea capaz de hacerte perder todo contacto con la realidad y consiga que tus ondas cerebrales entren en una frecuencia que se funda con ese mundo paralelo de los sueños; pero en mi mente ese estado hace ya un tiempo que no se produce.
Busco mis dragones particulares, mi propia Edad Media, mi personal y única novela caballeresca; pero con los ojos bien abiertos; pese a que el cansancio duerme mis dedos en el teclado del ordenador. Mi cuerpo se ha disociado totalmente de mi cerebro y mientras que el primero le habla al segundo de su necesidad de descansar, el segundo, el cerebro, parece llevar una vida independiente del primero y no responde a los estímulos que este propone.
Esa masa gris de aspecto asqueroso, surcado por multitud de circunvalaciones, se ha independizado de mi cuerpo. lleva su propia vida y me arrastra, y conmigo a toda mi masa muscular y ósea, que pese a la extenuación sigue sus dictatoriales designios.
Mientras, la ciudad duerme y yo la escucho, y entre tanto te imagino y te sueño despierto.
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