Un señor de avanzada edad, a buen seguro que los noventa ya no los volvía a cumplir, contemplaba en silencio un dibujo hecho a base de pequeños prismas de madera que se asemejaban en forma y tamaño a las piezas usadas en el popular juego del dominó.
El dibujo representaba el símbolo griego de la eternidad, una especie de espiral a base de líneas rectas y ángulos que se van cerrando al hacerse sus lados cada vez más cortos y al estar sus ángulos cada vez más juntos.
La escena llamó la atención de un joven, que sin decir nada se sentó junto al abuelo. Este último volvió la mirada hacia su nuevo observador y la devolvió de nuevo hacia su creación.
La escena llamó la atención de un joven, que sin decir nada se sentó junto al abuelo. Este último volvió la mirada hacia su nuevo observador y la devolvió de nuevo hacia su creación.
De pronto se agachó frente a la primera pieza de madera y con un leve soplido la hizo tambalearse hasta que cayó, en su caída arrastró consigo a la que la precedía y esta a su vez a la siguiente y así, sucesivamente hasta que el hermoso y recto diseño quedó totalmente destrozado, con todas las piezas derrumbadas sobre la superficie, unas sobre otras, como soldados muertos en una sangrienta batalla.
Tras contemplar el final de esta destructora escena, el abuelo se dirigió al joven y le preguntó si se había dado cuenta de lo sucedido. El joven extrañado no acertó a soltar una palabra y se limitó a asentir con un gesto de la cabeza.
Lo que acabas de ver, hijo mío, es simple y llanamente una representación de la vida,-dijo el anciano-.
Sin prisa ninguna, recogió todas las fichas del suelo y se las fue dando al joven en pequeños puñados. El joven no daba a basto para recoger todas entre sus dos manos; así que fabricó una bolsa con su camiseta para guardar las más de noventa fichas que el abuelo le entregó.
Con estas fichas, alguna más o alguna menos debes construir el dibujo de tu vida, debes ir levantando ficha a ficha, día a día, siguiendo los trazos que quieras seguir; pero sin mirar atrás, sin rectificar las fichas ya colocadas. Una pieza puesta en pie es un día que ya ha pasado; así que elige bien el dibujo que quieres representar. Tú y solo tú serás el responsable del resultado final de tu obra...y si una pieza cae y te tira a todas las demás, no te preocupes; ya que mientras te queden piezas por colocar, tendrás opción de hacer un nuevo dibujo, el cual no será ni mejor ni peor que el que se ha deshecho. Simplemente será, y eso es seguro, distinto. En fin, mientras te queden piezas que colocar sigue dibujando con ellas tus días, continúa creando tu vida, tu propia y única vida.
Un arlequín sentado en la luna contempló la escena y de sus ojos pintados en triste brotó una lágrima que mojó la última ficha que el anciano entregó al joven, ambos se miraron y elevaron su vista hacia el astro terrestre dedicándole una sonrisa al simpático clown.
Tras contemplar el final de esta destructora escena, el abuelo se dirigió al joven y le preguntó si se había dado cuenta de lo sucedido. El joven extrañado no acertó a soltar una palabra y se limitó a asentir con un gesto de la cabeza.
Lo que acabas de ver, hijo mío, es simple y llanamente una representación de la vida,-dijo el anciano-.
Sin prisa ninguna, recogió todas las fichas del suelo y se las fue dando al joven en pequeños puñados. El joven no daba a basto para recoger todas entre sus dos manos; así que fabricó una bolsa con su camiseta para guardar las más de noventa fichas que el abuelo le entregó.
Con estas fichas, alguna más o alguna menos debes construir el dibujo de tu vida, debes ir levantando ficha a ficha, día a día, siguiendo los trazos que quieras seguir; pero sin mirar atrás, sin rectificar las fichas ya colocadas. Una pieza puesta en pie es un día que ya ha pasado; así que elige bien el dibujo que quieres representar. Tú y solo tú serás el responsable del resultado final de tu obra...y si una pieza cae y te tira a todas las demás, no te preocupes; ya que mientras te queden piezas por colocar, tendrás opción de hacer un nuevo dibujo, el cual no será ni mejor ni peor que el que se ha deshecho. Simplemente será, y eso es seguro, distinto. En fin, mientras te queden piezas que colocar sigue dibujando con ellas tus días, continúa creando tu vida, tu propia y única vida.
Un arlequín sentado en la luna contempló la escena y de sus ojos pintados en triste brotó una lágrima que mojó la última ficha que el anciano entregó al joven, ambos se miraron y elevaron su vista hacia el astro terrestre dedicándole una sonrisa al simpático clown.
Juan Carlos Vázquez
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