jueves, 17 de septiembre de 2015

LA PRINCESA DE LA LLUVIA Y EL CABALLERO ERRANTE

Se levantó de la mesa tras engullir lo que su cuerpo pedía y su mente no deseaba. Se dirigió en silencio hacia el salón, donde le esperaban un sinfin de muebles y enseres inertes e inmóbiles, que se dejaban regar por la luz que entraba por el ventanal. el aparato de música rompió su silencio cuando se tragó un disco pirateado de James Cullum.
El aire se inundó de jazz mezclado con polvo y luz, y entre los muebles una figura, solo una figura dotada de vida que se dejaba llevar por ese ambiente sonoro. un hombre rodeado de paredes que le amenazaban con su blancura. Las puertas entreabiertas dejaban ver los colmillos afilados de la soledad, como si fuesen verticales mandíbulas de tiburones gigantes.
Sobre una silla descansaba su armadura, con sus pesados avalorios, yelmo, coderas, rodilleras, hombreras, peto, escarela, la greba, los escarpes y las manoplas. Junto a ella y apoyado descuidadamente en la pared, una pesada espada y un escudo decorado con multitud de colores. Calladamente, nuestro caballero se fue colocando, con impetuoso orden cada uno de los elementos de su exoesqueleto metálico. los ruidos de los coches que pasaban bajo su balcón se fundían con el jazz del negro reproductor de música y con su sudor.
Dejó para el final el yelmo, todo su cuerpo, a excepción de su cabeza estaba ya forrado metálicamente. sobre sus brazos el yelmo, la espada y el escudo, era imposible sostener todo esto; así que en el salón se colocó el pesado casco, como despidiéndose de todo aquello que le rodeaba. Introdujo su cabeza como si lo hiciese dentro de sí mismo en el interior de ese forro que le aislaba del mundo y lo devolvía al interior de su propio yo. Podía oir los latidos de su corazón, la sangre fluyendo por sus venas, el vaaho de su respiración nublaba su mente y sus ojos veían un mundo de rayas horizontales muy limitado.
James Culum seguía cantando y nuestro caballero férrico deambulaba pesádamente por su salón, tropezándose con todo lo que se encontraba en su camino. en su cabeza solo había sitio para su princesa de lluvia, que encharcaba de agua su cerebro y se desparramaba por sus ojos.
Salió de su piso y cerró la puerta tras de sí. en la calle, bajo su balcón continuaba oyendo el jazz, levantó la vista y esbozó una leve sonrisa entre lágrimas, luego siguió caminando sin mirar atrás.

Juan Carlos Vázquez

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. La tristeza y la soledad tienen su lado hermoso.
      Cuando los días están soleados buscamos cobijo en las sombras; pero si el día está en sombra, un simple rayo de luz es más valioso.

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