domingo, 26 de abril de 2015

EL BESO

Los besos de nuestro presente son bocados de esperanza y procacidad, mascaradas carnosas,  orificios contaminados por atenciones e intenciones, vasos comunicantes que buscan hierogamias terrenales oficiadas por Baco tras narcotizar a Cupido. Anhelando compartir esos pensamientos que se agolpan y golpean en nuestra cabeza, maquinando  como asaltar la próxima trinchera, evitando las alambradas, sortear los límites que me imponen y me impongo.
Se difuminan en el tiempo y el aire las genuinas fragancias de mi Historia Antigua donde ojos sin mácula buscaban nerviosos bucles de caramelo que saciaran sus lipotímicas y quebradizas esencias. Donde sonrisas sinceras mostraban límpidos corifeos en penitenciarias argentinas y ciclopes traviesos e inabarcables transformaban la lluvia en nieve.
Declaro solemnemente que los besos más hermosos son los besos que se fueron persiguiendo al horizonte.  Suelo volver a ellos una y otra vez  añorando aquellos cálidos y sensuales pétalos, saborear el fresco rocío que me embriagó,  hidromiel divina que transformó mi devenir en un  perpetuo síndrome de abstinencia.      Rememoro esos clandestinos juramentos tanto como ansío volver a esa edad en la que mi sudor era cristalino y emanaba vitalidad, en la que mi cabello era castaño y rebelde,  mi frio pasajero y me hacía sentir vivo y desafiante.                     
Eran tiempos en que mi cuerpo ignorante de las vicisitudes de la Modernidad, conservaba una heraclitea pulsión, una espartana inmunología, desatada ante el roce más intangible o el pensamiento más inocuo con una hostilidad  instintiva,  furtiva y tortuosa,  haciendo de mi Medievalidad una inquisidora realidad que sorteaba con angustiosa e irrefrenable emoción en noches de estío, en calles desiertas y oscuras, sobre puertas y ventanas ciegas , cuerpo sobre cuerpo, labios y lenguas entregados a la efímera perpetuidad de un instante. Manos que buscaban sobre la ropa para torpemente hallar bajo ella una palpitación de lasciva y fingida rebeldía,  plena hoy de una trascendente y engañosa cercanía,  acechante y fantasmal.

Autor: Anónimo por propia voluntad


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