viernes, 23 de diciembre de 2011

TODOS PODEMOS SER SANTOS

Todos podemos ser santos, solo que quizás no nos interese. Creo que nadie se plantea esta posibilidad, ser santo, sobre todo si nos fijamos en los santos y santones emperifollados con caros trajes de corbata acompañados de señoronas peliblancoahuecadodepeluquería con caros abrigos de piel. Los vemos pasar por las puertas de los templos del cristianismo, como si de un desfile de pavos se tratase, sin darse apenas cuenta de que por poco pasan por encima del pobre que está tirado en la acera. Todos podemos ser santos; pero, como es lógico, no nos interesa.
Todos podemos ser pobres; pero no queremos, ¡nos ha jodido!.
Un día, paseando, pasé junto a un mendigo por las calles de Zaragoza, arrodillado en la acera del paseo principal, junto a unos Grandes Almacenes, esos donde la gente va a comprar por comprar, vestido con ropas de un difunto bastante más grande que él, con un recipiente con dos monedas de las más ruines en su interior y un cartel en el que había escrita una frase que me impactó y me movió a echarle algo de calderilla en su cutre escudillo. La frase decía algo así: “Ayuda por favor para este pobre, mañana te puede pasar a tí”. Y qué razón tenía el jodido, mañana cualquiera puede estar en su situación, que para eso tenemos a los políticos, tirado en la calle, sin dinero, sin techo, sin nada. Hoy somos los que estamos al otro lado de la barra, sentados en la mesa del restaurante, sentados tras la mesa del despacho, de pie frente al que arrodillado mendiga en la acera; pero mañana podemos estar al otro lado y ser de los que sirven a los demás, (con suerte), no de los servidos, de los que buscan trabajo, no de los que lo tienen o en el peor de los casos de los que piden limosna a los que al pasar por encima de ellos no les dan.
Cuando un mendigo te mira atentamente a los ojos en actitud de súplica no eres capaz de aguantarle la mirada, agachas la cabeza y miras para otro lado. No nos damos cuenta de que los tenemos ahí, debajo de nosotros, en un submundo que casi no podemos ver, es como si viviésemos en dos mundos formados por dos planos superpuestos, diferentes. Unidos por una relación osmótica en la que es posible pasar del plano superior al inferior, del mundo de los idiotas con trabajo y poco más, al de los pobres de solemnidad, siendo además esta transfusión irreversible. Una vez has caído en el pozo de la miseria es imposible alzarse para alcanzar el mundo en el que antes estabas, el de los idiotas vestidos con trajes caros. Este proceso de hundimiento en el pauperismo de cualquier persona es reforzado, no solo por el resto de la sociedad que deja de poder verte, sino sobre todo por uno mismo, que llega a autoconvencerse y a autoculparse de su situación, asimilandola. Sólo ve una salida posible, ser Santo, y a estos sí les interesa, es lo único que tienen y lo único a lo que por nuestra cochina vanidad y nuestro estúpido egoísmo, pueden aspirar. Feliz Navidad, que hay que felicitar porque es Navidad. 

Juan Carlos Vázquez

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