viernes, 2 de diciembre de 2011

¡SEÑORÍA PROTESTO!

Cada día, al levantarme me convenzo de lo bonito que es vivir, aún es de noche; pero ya quiere asomar el día, los pájaros se desperezan con su trinar melódico y acompasado, casi no hay tráfico, la señora de la limpieza ya golpea la puerta de mi piso con el mocho, mi hija y mi mujer aún duermen. Es como todos los días, puede ser un día perfecto; hasta que viene alguien y lo jode.
Intentas convencerte que eres un hombre realizado y libre, joder libre, casi nada. Pero eso de libre no, que no, creo que el único hombre realmente libre es el hombre virtual, el que se mueve en las esferas de la web, en ese mundo inmaterial de códigos binarios. Aunque esa libertad será también restringida sin tardar mucho, ya que los grandes poderes no pueden mantener fuera de su control esta nueva realidad en la que cada vez pasamos más tiempo.
Nuestra vida, nuestra actividad se desarrolla en dos mundos paralelos, el real y el virtual; pero es el primero el que nos está empujando hacia el segundo. Tal como vivimos nuestra actividad diaria, siempre con prisas para no llegar nunca, en estas democracias de mentira, con monigotes que nos imponen para representarnos y defendernos, defendernos de nosotros mismos. Policías, jueces y demás estiradoscontrajesdemarca, que se erigen en pastores sociales, conduciéndonos a modo de rebaño por los caminos que nos marcan los que dirigen el cotarro y dejándonos pastar lo justo, vaya a ser que cojamos una indigestión o un atracón, tengamos que coger la baja y no seamos productivos.
Dejarme tranquilo en mi vida virtual, y en mis entornos fuera de control, todavía. Dejar que me queje, que grite y que me cague en lo que me dé la gana. Dejar que me crea que soy libre, que eso no es malo.
Si me tenéis que joder, hacerlo en el mundo físico, en ese mundo con porteros contratados por horas en garitos de copas, con sus abogados mentirosos que los defienden de las personas honradas, a las que acusan falsamente. Con esos teatros judiciales en los que las personas trabajadoras y honradas se funden con delincuentes comunes, con esos personajes disfrazados con las togas ridículas negras, que con tal de favorecer a sus clientes se mean en la ética humana y  son capaces de argumentar las mentiras más increíbles. Negro de buitre en busca del protagonismo peliculero y de la minuta ladronadentistera, bajo la venia de su señoría. Y mientras tanto los penados impotentes e indefensos no tienen otra opción de callar y escuchar las tonterías sobre las que se sostiene el estúpido sistema judicial, en el cual me cago desde esta realidad virtual, ya que en la otra el jodido soy yo. Se levanta la sesión. Protesto señoría, esto no puede quedar así, todo lo que he oído en esta sala  es mentira, el abogado cuervinegro ni siquiera se ha leído la denuncia y su compañero de mesa se duerme, protesto mil veces, aunque no me oiga nadie, pero el eco de mi protesta redunda en el firmamento virtual y tarde o temprano será oído en algún lugar, lo cual me reconforta y me hace libre.
En esta época se puede arruinar la vida de una persona mediante acusaciones falsas, sobre todo si la persona en cuestión es honrada. Esta indefensión humana ante la justicia la definió el precursor del existencialismo, kafka, de manera magistral mediante su personaje Joseph K, cuando realiza su discurso sobre la justicia y su aparato.
Joseph manifiesta toda su sensación de impotencia y cómo de una manera inexplicable él se ve inmerso dentro de un enorme mar de confusión. Discurre además sobre la dudosa honestidad de los funcionarios bien sean éstos policías, jueces, detectives o vigilantes de la llamada justicia.
Pues esto que le pasó a este personaje puede pasarle a cualquiera y el único derecho que le quedará es el derecho al pataleo, por eso señoría protesto, que conste en acta.

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