viernes, 2 de diciembre de 2011

LA PRINCESA ESTÁ TRISTE, ¿QUÉ TENDRÁ LA PRINCESA?



Las niñas de hoy  ya no juegan a ser princesas, al menos princesas como las de antes, las de los cuentos.
Desencantadas de la vida juegan a la “Nintendo” y a la “play station”, con juegos que les quitan a sus hermanos mayores.
Los personajes protagonistas de los cuentos, Cenicienta, Blancanieves, no los soportan ya ni los niños más ilusos y pequeños.
Frente a estos, la “tele” nos presenta unos modelos basados en estereotipos y ridiculizaciones imaginarias del bestiario social, véase Chin Chan, Fideas y Ferst, o para los más pequeños Pocoyo o Dora Exploradora. Con estos modelos a seguir no es de extrañar que nuestras hijas ya no quieran ser princesas de cuentos, de esas manidas y caducadas, con voz ñoña, cara de torta y ridículos trajes de época con colores absurdos.
No, nuestras niñas de hoy día quieren parecerse a Belén Estevan, a esa mujer ruda, de rasgos varoniles, maleducada y con modales típicos de un camionero búlgaro, sin ofender a estos. Una princesa que todos conocen y todos repudian; pero que no le importa lo que digan de ella. “ándeme yo caliente y ríanse las gentes”. No ha precisado perder su infancia y juventud en adquirir una sólida formación académica, con el fin de hacerse una mujer independiente y deseable por su carisma, una mujer digna del más apuesto príncipe.
Para más INRI, si nuestros hijos hacen un recorrido por la familia real española, con sus príncipes y princesas se le acaban de quitar las ganas de ser un Cenicientón y entrar al engorde en el seño de esta peculiar y noble familia.
Nuestra princesa está triste, qué le pasará, su extrema delgadez no es un buen síntoma, mi abuela decía al ver a una chica “rolliza”…¡mírala, qué felicidad!, la felicidad de una persona se medía en función de los kilos de más, y por esa razón nuestra princesa debe ser la persona más infeliz del mundo.
Qué decir de nuestra otra princesa, infanta, hija de nuestro noble Rey. Su príncipe ha cambiado los abdominales por los euros y el deporte por la especulación y el robo. Pero qué importa, lo realmente importante es que hablen de ti, bien o mal, da igual, que hablen y punto. Si la Leti está triste, podemos imaginarnos cómo estará esta pobre, que de pobre no tiene nada. Su marido con un pie en la cárcel por querer tener más y más; pero esto sin dar un palo al agua, no como antes. Si lo que le da telefónica es un sueldo de hambre, como no va a recurrir el hombre a la delincuencia, a lo que haga falta, con el fín de alimentar a sus pequeñas crías, que por cierto tiene buena camada. Y es que estas princesas, coño, cuando les da por parir, paren sin parar.
Podemos imaginar cómo estará el pobre Rey, que de pobre nada de nada tampoco. Me lo imagino echándole la bronca a su querido yerno, a grito pelado, sin dejarlo intervenir, sin darle oportunidad de explicarse y justificarse, diciéndole eso de “porqué no te callaz”, con esa voz y ese monótono tono que le caracteriza y que noos es familiar gracias a los imbebibles e insoportables discursos con los que nos martiriza una Navidad tras otra. Es como si, aunque tengamos la televisión apagada lo pudiésemos ver, y para  que nadie se libre de ese martirio, los audaces regidores de la televisión pública lo repiten en diferentes horarios, de tal forma que nadie se libra de oír el  “caneloso discursito”.
En fín, pobre Urdangarín, y rima…, no será extraño que se tenga que separar de su amada princesa, no por que se acabe el amor, que no lo sé, sino porque se le acaba el chollo, por abusón, por ladrón. Confórmate con lo que te dan, coño, que es “dao” y que no es poco. La avaricia rompe el saco es uno de los refranes más conocidos y vas y picas, atontao, que diría mi abuela, que en paz descanse.
Del otro yerno ya se libró nuestro noble rey, veremos a ver lo que le dura este, y como la princesa no coma el tema se pueede poner muy feo a esta pobre familia que de pobre no tiene nada.

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