El Papa, en un intento
vano de desviar las miradas de nuestros políticos electos, y de la situación de
indignación generalizada que nos envuelve, ha hecho un acto heroico, ejemplar y
didáctico, enseñando, en la práctica, el buen hacer desde los estamentos de
poder.
Y es que si el máximo
mandatario de la Iglesia,
con un Jefe Divino, no terreno, presenta su dimisión ante Él, (Dios de la Cristiandad), qué
motivo hay para que una simple ministrilla de sanidad de un país del culo de
Europa no pueda hacerlo, ante un jefe, con minúsculas, humano y mortal.
Si una Institución como
es la Iglesia,
muestra a su Jefe en la Tierra
como prescindible, ¿porqué no puede serlo un ministro de un país de tercera
velocidad de nuestro universo global. Y si es prescindible el emisario de Dios;
en qué medida se puede plantear la imprescindibilidad de todo el ejecutivo de
un país en crisis.
La Iglesia y el Estado, en países que se empeñan en difuminar
las fronteras entre uno y otro, bajo el engaño de la secularización y la
constitución de Estados laicos, son Instituciones que preceden a las personas y
que las anteceden. Si no hay Papa hoy, ya lo habrá mañana y si no pasado
mañana, de la misma forma que si no hay presidente hoy ya lo habrá mañana y si
no pasado mañana. No pasa nada por estar unos “diillas” sin gobierno. Cada vez
que hay elecciones y cambio de grupos de poder, la nación funciona por inercia
hasta que el nuevo ejecutivo se consolida.
Nadie es hoy día
imprescindible, y si no, que se lo digan a los miles de parados cualificados
que engrosan las filas y listas del INEM.
El 1 de marzo
tendremos uno más, un parado más, Benedicto, que acudirá a la oficina del
Vaticano que le corresponda y se apuntará para un posible y/o futuro empleo, o
para una jubilación total en caso de que le corresponda por edad o por años de
cotización.
Rajoy and company deberían
reflexionar sobre su situación y tomar ejemplo de este personaje que a buen
seguro pasará a la Historia,
si no como Papa, si como el que dio un giro radical al concepto de finiquito en
el trabajo que realiza. El ser Papa, a partir de ahora no implicará “morir en
la cruz” como ellos dicen, es decir, morir en pleno ejercicio de su mando.
Rajoy pasaría a la Historia, si dimitiese,
como ejemplo de honradez personal en un país en el que las élites gobernantes han
perdido todos los valores. Siempre y cuando antes aclarase lo que tiene que
aclarar con sus huestes y fuese descabezándolos, (retóricamente hablando), uno
a uno, comenzando por su ministra de sanidad, porque por alguien hay que
comenzar, hasta limpiar toda la escoria que le rodea y que le pringa a él directamente.
Esto no solo lo digo para
el nivel ejecutivo, sino que lo hago extensivo a todo el aparato legislativo y
judicial, también manchado de chapapote de corrupción, corruptela y
clientelismo, a modo de pringue viscoso lavable.
Para limpiar tu casa no
basta con echar al portero o a la señora que limpia, hay que despedir a los
gerentes y administradores de la finca, a todos los directivos de la misma, sin
excepción, y si en el ejercicio de honradez suprema debe caer también el
portero, sea; pero no comiences por él, que te conozco. El pueblo quiere
cabezas; pero no la del portero.
Así que venga majo, que
tienes tajo, ponte a limpiar y cuando acabes sé un poco más divino y sigue el
ejemplo del jefe en la tierra de la
Iglesia a la que tanto culto le rindes y con la que tanto te
identificas.
Juan Carlos Vázquez
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