Lo que fué |
Hace unos meses, cuando aún
arreciaba el invierno, tuve la oportunidad de ver el Molino de Aliaga. Además,
la visita fue guiada por un grupo de la Universidad de Valencia, que unos días antes había solicitado al
Ayuntamiento de esta localidad, el permiso necesario para realizarla, con
motivo de un trabajo que estaban desarrollando sobre las escasas instalaciones
de este tipo, que quedan en la actualidad.
Aprovechando mi amistad con
Sergio Uche, el alcalde, me colé en esta singular visita “in private”. Contamos,
también, con las explicaciones de Pepe Gómez, el molinero, que conoce de
primera mano este lugar ya que vivió en él, junto con su familia, siendo los
encargados de la explotación de esta industria.
De esta forma, con las
explicaciones de las personas de la
Universidad Valenciana ,
las aportaciones del Alcalde y el colofón de Pepe, esta visita resultó de lo
más interesante.
Es difícil explicar con
palabras lo que vi en ese lugar. Supuso una gran impresión contemplar semejante
tinglado de tuberías y conductos cuadrangulares, realizados con maderas de
diversas clases y lugares, que se entremezclaban en una especie de caos
organizado. Los conductos subían y bajaban del piso bajo hasta una tercera
planta, de tal forma que estando todo el conjunto parado, podíamos imaginar el
trasiego del grano hasta convertirse en polvo. Se podía oler en el entorno la
harina, se podía intuir el ruido de las máquinas, se podía pensar en una época
pasada de posguerra y hambre. Se podía palpar el frío que debieron pasar en ese
lugar y se podía intuir una forma de vida difícil de imaginar hoy día.
Las explicaciones de los
técnicos fueron redondeadas por los comentarios de mi amigo Pepe, el cual
describía el aspecto humano de los que lo habitaron, con tal claridad e
intensidad que nos tenía absortos, al tiempo que gracias a él, nuestra visión
de esta industria se completó, ya que se puso en perfecto matrimonio, las
explicaciones y los factores técnicos con los valores humanos de aquellos que
lo poblaron y explotaron, en una época realmente difícil de nuestra historia.
Hoy ya no contamos con este
edificio, la madrugada del domingo, 24 de junio, al lunes 25, una gran chimenea
de humo se podía percibir desde el pueblo, presagiando lo peor, el Molino
estaba en llamas.
Este edificio se encontraba,
actualmente, inmerso en un proceso de rehabilitación, gracias a un proyecto que
contaba con dos objetivos, por un lado restaurar las instalaciones industriales
del Molino para destinarlas como museo, y por otro, en la zona de vivienda,
crear una especie de Hotel Rural.
El pueblo, aunque con
diversidad de opiniones sobre este proyecto, como es normal en todos los
pueblos, estaba orgulloso con esta idea, financiada por el Plan Miner; pero la
desgracia lo ha puesto en peligro, y donde antes hubo un montaje casi
jeroglífico de canalizaciones, máquinas, cazoletas, cintas, madera, olor a pan y
harina, a trabajo, a esfuerzo, a ilusión Hoy quedan cenizas, unas paredes que
resisten su derrumbe a duras penas, desilusión, impotencia y rabia. Todo el
pueblo ha pasado por los alrededores de este edificio, a ver, a oler, a sentir
la desgracia y la rabia.
Cada día asistimos a nuevos
derrumbes, que a modo de lágrimas de piedra, nos muestra la tristeza del llanto
inconsolable de un edificio señorial que guardaba unas tripas únicas en su
especie. Llanto de piedras pausado, pero continúo, que transforma el edificio
cada día. Reflejo de una ilusión que se desvanece.
No se conocen las causas, ni
si hay autores materiales o no, lo único que sabemos es lo que queda de aquello
que pudo ser y la esperanza de seguir adelante, de unirnos frente a la
adversidad, e intentar, entre todos sacar este proyecto adelante.
Juan Carlos Vázquez
ANIMO, ESPERO PODER VISITAROS EN CUANTO ME SEA POSIBLE.... VER REFORMADO TODA ESA ZONA PARA DELEITE DE PROPIOS Y DE LOS VISITANTES.
ResponderEliminarPODER DESCANSAR CON EL SILENCIO DEL CAMPO Y TAN CERCA DE LA CEDRILLA CON SUS AGUAS Y CHOPERAS.....SI TODAVIA QUEDAN.
ANIIMO Y OS DESEO LO MEJOR
JUAN IGNACIO