martes, 24 de julio de 2012

EN TIERRA SECA





En tierra seca no crece ni la mala hierba, en nuestro país han ardido este año unas 90000 hectáreas, la tierra seca quema, arde por todos costados, arde por combustión espontánea.
Por muchos tontos que matemos al día, siempre quedará uno, no acabaremos nunca con ellos. Siempre quedará uno, al menos, el inútil, que siendo no apto para cualquier aspecto de la vida que se nos ocurra, será útil para ser tonto y siendo tonto, será el imbécil profundo que prenda la cerilla que cause el negro, el humo irrespirable, el fuego, el calor, la muerte, la desesperación, el dolor, la pérdida. Siendo tonto, el tonto más tonto del mundo siempre será capaz de encender el fuego que arrasará con todo aquello que se interponga en su camino.
Y es que la tierra está seca, tiene más sed que un gasolinero en el desierto, quiere beber agua, tiene la garganta resquebrajada y abierta orientada al cielo anhelando el agua; pero no, no hay lluvia, hay tontos, y muchos.
Esta tierra cuarteada por el sol y ensombrecida por las secas ramas de los arbustos deshidratados, está ansiosa de suicidarse a lo bonzo, suicidarse porque tiene hambre, hambre de beber, de beber agua. Tiene todo perdido sin el líquido elemento, por lo que no le importa la vida y a la más mínima oportunidad, arde, arde como el estómago del resacoso, y nadie lo puede apagar.
La tierra está seca, la sociedad también, seca de justicia y de tierra, seca de dignidad, seca de trabajo. La tierra social seca se expande, mientras el agua se concentra en pequeños oasis, cada vez más pequeños, y se llevan toda el agua y mientras tanto, la tierra se seca, la sociedad se seca. 
Cualquier pequeño descuido, cualquier pequeña chispa puede tener consecuencias imprevisibles. La sociedad no aguanta más esta humillación, este paro que, como una gangrena, la está devorando por los pies, precisa retomar los valores humanos en los que vuelva a ser ella misma, la sociedad, como conjunto no sumativo de seres humanos, independiente y capaz de dirigir su futuro. Necesita el regreso de la lluvia de los ideales que conduzcan al hombre a repensarse, a reinventarse en base a preceptos y valores propios de su ser, no de un animal que cada vez lo es más, si no cambia.
Justicia, paz, dignidad, solidaridad, son palabras que se han quedado dentro de la maleta del viaje sin retorno hacia el neoliberalismo más aberrante y deshumanizado, y sin estas cuatro palabras la humanidad se transforma en animalidad; pero en una metamorfosis que la aboca hacia una espiral sin fin, ni salida.
Esto debe cambiar, tiene que llover, en todos los sentidos. La tierra necesita agua; pero el hombre necesita agua y pan, y si no tienen esto, ambos se secan, y se transforman en un polvorín. Cerca de 90000 hectáreas, se dice pronto; pero más de 45 millones de españoles están alcanzando una temperatura de ignición cercana a la temperatura ambiente y, aunque es sentido figurado, claro está, también están a punto de arder, solo hace falta un tonto, y ese tonto, por desgracia ya lo tenemos, acompañado y rodeado por una corte de tontos. 
Esta tontuna banda no hace otra cosa que tirar cerillas ardiendo a la sociedad a la que dicen dirigir y esto, un día u otro creará un fuego tan devastador que nuestros amigos rajonianos, amigos de quien sean amigos, no tendrán mundo para correr.
Pero mientras tanto la tierra sigue seca y sigue ardiendo y la sociedad está caliente, muy caliente y muy seca y en cualquier momento puede comenzar a arder.

Juan Carlos Vázquez

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