En tierra seca no crece ni la mala hierba, en nuestro país
han ardido este año unas 90000 hectáreas, la tierra seca quema, arde por todos
costados, arde por combustión espontánea.
Por muchos tontos que matemos al día, siempre quedará uno,
no acabaremos nunca con ellos. Siempre quedará uno, al menos, el inútil, que
siendo no apto para cualquier aspecto de la vida que se nos ocurra, será útil
para ser tonto y siendo tonto, será el imbécil profundo que prenda la cerilla
que cause el negro, el humo irrespirable, el fuego, el calor, la muerte, la
desesperación, el dolor, la pérdida. Siendo tonto, el tonto más tonto del mundo
siempre será capaz de encender el fuego que arrasará con todo aquello que se
interponga en su camino.
Y es que la tierra está seca, tiene más sed que un
gasolinero en el desierto, quiere beber agua, tiene la garganta resquebrajada y
abierta orientada al cielo anhelando el agua; pero no, no hay lluvia, hay
tontos, y muchos.
Esta tierra cuarteada por el sol y ensombrecida por las
secas ramas de los arbustos deshidratados, está ansiosa de suicidarse a lo
bonzo, suicidarse porque tiene hambre, hambre de beber, de beber agua. Tiene
todo perdido sin el líquido elemento, por lo que no le importa la vida y a la
más mínima oportunidad, arde, arde como el estómago del resacoso, y nadie lo
puede apagar.
La tierra está seca, la sociedad también, seca de justicia y
de tierra, seca de dignidad, seca de trabajo. La tierra social seca se expande,
mientras el agua se concentra en pequeños oasis, cada vez más pequeños, y se
llevan toda el agua y mientras tanto, la tierra se seca, la sociedad se
seca.
Cualquier pequeño descuido, cualquier pequeña chispa puede
tener consecuencias imprevisibles. La sociedad no aguanta más esta humillación,
este paro que, como una gangrena, la está devorando por los pies, precisa
retomar los valores humanos en los que vuelva a ser ella misma, la sociedad,
como conjunto no sumativo de seres humanos, independiente y capaz de dirigir su
futuro. Necesita el regreso de la lluvia de los ideales que conduzcan al hombre
a repensarse, a reinventarse en base a preceptos y valores propios de su ser,
no de un animal que cada vez lo es más, si no cambia.
Justicia, paz, dignidad, solidaridad, son palabras que se
han quedado dentro de la maleta del viaje sin retorno hacia el neoliberalismo
más aberrante y deshumanizado, y sin estas cuatro palabras la humanidad se
transforma en animalidad; pero en una metamorfosis que la aboca hacia una
espiral sin fin, ni salida.
Esto debe cambiar, tiene que llover, en todos los sentidos.
La tierra necesita agua; pero el hombre necesita agua y pan, y si no tienen
esto, ambos se secan, y se transforman en un polvorín. Cerca de 90000
hectáreas, se dice pronto; pero más de 45 millones de españoles están
alcanzando una temperatura de ignición cercana a la temperatura ambiente y,
aunque es sentido figurado, claro está, también están a punto de arder, solo
hace falta un tonto, y ese tonto, por desgracia ya lo tenemos, acompañado y
rodeado por una corte de tontos.
Esta tontuna banda no hace otra cosa que tirar cerillas
ardiendo a la sociedad a la que dicen dirigir y esto, un día u otro creará un
fuego tan devastador que nuestros amigos rajonianos, amigos de quien sean
amigos, no tendrán mundo para correr.
Pero mientras tanto la tierra sigue seca y sigue ardiendo y
la sociedad está caliente, muy caliente y muy seca y en cualquier momento puede
comenzar a arder.
Juan Carlos Vázquez