“La probabilidad de
que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica
de esa persona”
La persona es ante todo única e irrepetible, no hay dos
iguales, lo cual es un factor principal de enriquecimiento de nuestra especie. Este
hecho hace que unos sean más estúpidos que otros. Según Cipolla, el grado de
estupidez viene determinado genéticamente por la naturaleza; pero es
independiente del resto de las características de los individuos, no está
asociado a ninguna otra característica. Por esta razón parecerá ilógico que
ciertas personas sean totalmente estúpidas, aunque el infinito de
adjetivaciones calificativas restantes no se correspondan con esta denominación.
Vamos a mencionar aquí a los escardanidos y comemocos, setos
personajes de la jungla de nuestra geografía se corresponden con aquellos que
se llevaban los cocotazos en la escuela, que eran objeto de burla por todos sus
compañeros, que no amigos, ya que estos son seres solitarios que al ir a refugiarse
bajo las faldas de la hembra que lo alumbró, recibían somero tortazo,
precisamente por eso, por estúpidos. Se caracterizan por alcanzar ya de adultos
y gracias a la actuación de sus progenitores, puestos de relativa
responsabilidad que han de conservar a base de peloteo y de arrastrarse públicamente.
Han de llegar a ser algo siempre de la mano de sus antecesores, los cuales
conscientes de la incapacidad de estos imbéciles, deben tirar de amistades que
den cobijo y trabajo digno a estos elementos, gracias a lo cual podrán llevar una vida lejos del hogar
paterno, pese a la resistencia que ofrecen a ello. Se caracterizan por una
falsa actitud favorable a la tarea, dando la sensación de trabajadores, aunque
es esa hiperactividad la que los cobija de su verdadera ineptitud. Como rasgos
fisiológicos destacamos: su altura media, orejas separadas del cráneo (cono si
quisieran huir del mismo), cejas en forma de “v” invertida, (como los
protagonistas de la serie “v”, esos extraterrestres que bajo su falsa
apariencia humana, se camuflaban entre nosotros, tan bien que llegaron a ser más
estúpidos si cabe), portan gafas desde su más tierna infancia y su cráneo está
deformado formando una especie de pepino acabado en el cráneo con dos o tres
pelos en punta. Además responden a cánones estéticos que los delatan, tales
como el elevado porte de la cintura que da la sensación de que se agarran los
pantalones con los sobacos, jerséis de pico de los años 80, y gafas estilo
rococó que rompen todos los cánones de la moda y del buen gusto.
El profesor Cipolla realizó estudios demográficos llegando a
la conclusión de que el poder de la naturaleza es supremo, ya que encontró una
proporción “x” de laureados con el Nóbel que eran estúpidos.
Y esto es lógico, pues para llegar al Nobel hay que estudiar
mucho y si estudias mucho es que no haces otra cosa y tal como reza esta ley la
genialidad es independiente de la estupidez.
Lo mismo podemos decir de los llamados sabios, entre los que
encontramos a nuestro querido expresidente González, el cual tras privatizar
varias de las empresas públicas más rentables y productivas en su etapa de
gobierno, bajo una falsa piel de cordero, y tras abandonar el poder se buscó el
cuscurro entre fundaciones y consejos de Administración, lo cual asegura que
tonto tonto no es; pero como afirma esta segunda ley no quiere decir que por
ello no sea estúpido, y no digo con esto que no lo sea.
Caso similar sucede con el casposillo y pobre ZP que habita
una humilde residencia de 2400
m2 en una de las zonas más lujosas de Madrid, se ha
colocado en el Consejo de Estado con una paguita modesta que no cobraremos
nosotros en unos cuantos años o quizás vidas. Esto, al igual que el caso
anterior nos asegura que tonto del todo no es y que la posibilidad de que sea estúpido
es independiente de todo esto. Pero por otro lado ver todas estas cosas, estos
dinerales del erario público que se llevan estos petimetres me hace pensar si
no somos nosotros los estúpidos por permitirlo, y no digo con esto que no lo seamos.
Juan Carlos Vázquez
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