miércoles, 7 de marzo de 2012

LLOVIENDO PARADOS


Cuando tanto tiempo se espera la lluvia, el hombre, desde lo más profundo de su estupidez, se empecina en rogatorias y plegarias, dirigidas a un Ser Superior, o no, a un árbol, a unas piedras, a una montaña, a un semáforo. Acaba pidiendo y rogando a todo lo que se le pone por delante con el fin de que se produzca lo que desea que se produzca, que no es otra cosa que la lluvia.
Si algo debe quedar claro, es que de no ser el fin del mundo debido a una sequía perenne e ilimitada, uno u otro día acaba lloviendo; y el hombre, ese mismo día, dará las gracias al árbol, a la piedra, al semáforo y hasta a su suegra. Agradecido e idiota porque pensará que gracias a ellos llueve, y es que cuando la desesperación es tan profunda tenemos la sensación de que hasta lo inerte es partícipe de nuestro estado y se apiada de nosotros y nos oye y nos da su consuelo. Así que en respuesta a nuestras peticiones, dice el monte, ¿queréis lluvia?, pues tomar lluvia.
El problema, ahora está en el tipo de lluvia que solicitamos y es que entre las muchas cosas que puede llover está el agua; pero digo entre las muchas cosas, ya que pueden llover sapos, culebras y ranas, como en una de las plagas bíblicas y que no son precisamente agua. Pero también pueden llover parados y este es el caso que nos ocupa. Todo por no especificar que pedíamos lluvia, lluvia de agua, con lo poco que habría costado.-señor árbol o señora montaña, o señor semáforo, AGUA, QUEREMOS QUE LLUEVA AGUA- Y si estos señores inanimados lo hubieran tenido a bien, habría llovido agua, que es lo que pedimos, no parados. Ahora ya tenemos lluvia de parados, y llueve y llueve, y no cesa la lluvia. Las calles encharcadas de parados atascando las alcantarillas que no pueden dar abasto en su misión. Los parados al caer sobre nuestras calles salpican de paro a los que tienen cerca en su caída. Las casas comienzan a tener goteras de parados que rebosan los baldes para parados que hay en todas las casas. Todo por no pedir las cosas por su nombre, si queríamos agua, hay que pedir agua, y punto, que luego pasa lo que pasa.
Mientras la lluvia de parados no cesa, los hombres poderosos se culpan unos a otros de tan indeseado diluvio, pero curiosamente nadie tiene la culpa. Y mientras tanto no para de llover, ni parará, hasta que tenga que hacerlo porque no queden parados que arrojar desde los cielos, o porque no queden trabajadores en la tierra que se puedan evaporar y al condensarse convertirse en mera lluvia de parados. Entonces parará.
Mientras tanto llueve sin descanso, las calles se hacen intransitables, los charcos de parados son ya riachuelos de parados que recorren las avenidas de nuestras ciudades y las calles de nuestros pueblos. Y ahora todos piden que pare de llover; pero que pare de llover parados. Y parará, porque tiene que parar, no porque lo diga nadie y cuando pare, alguien dirá que fue él el que lo consiguió, y el hombre, desde su estupidez, desde los mismos posos de su idiotez y desesperación lo agradecerá, porque al fin ha parado de llover parados.

Juan Carlos Vázquez

No hay comentarios:

Publicar un comentario