Simulación de un meapilas en plena micción. (todo parecido con la realidad es pura coincidencia) |
Según escribe Cipolla, (así se llama el hombre), en su
estudio sobre la estupidez humana, uno de los mayores problemas de la especie “homo”
es lograr neutralizar una de las más
poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la
felicidad humana, la estupidez de esta especie, que además, es
inherente a la misma.
Así, en su ensayo describe las cinco leyes fundamentales de
la estupidez humana, las cuales iremos analizando en este y en posteriores artículos,
intentando, dentro de lo posible, relacionar con ejemplos claros que todos
podemos observar en la cotidianeidad de nuestra miserable y breve existencia.
La primera e irrefutable ley dice que “siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de
individuos estúpidos que circulan por el mundo”
En esta primera ley afirma que si realizamos una estimación
cuantitativa del número de estúpidos que creemos que hay en el mundo, siempre
nos quedaremos cortos en nuestro cálculo. Debido a dos razones principales:
Razón 1.- personas que no contábamos en nuestros cálculos
como estúpidos, porque los considerábamos inteligentes o racionales y de modo
repentino se acaban revelando como lo que no pensábamos que eran, es decir estúpidos.
Razón 2ª, cada día el número cifrado de estúpidos se
incrementa, pues cada día conocemos o simplemente nos cruzamos con personas que
antes no lo habíamos hecho y que de forma obstinada e impertinente obstaculizan
nuestro trabajo, nuestras acciones de forma total y absolutamente estúpida.
Esta primera ley establece el principio de incertidumbre
creado a la hora de establecer una cuantificación correcta y exácta del número
de estúpidos a nuestro alrededor y que por tanto cualquier estimación a este
respecto siempre se quedaría corta.
El nº total de estúpidos es realmente incalculable, por lo
que el autor se basará para sus estimaciones en una especie de "cuota de
personas estúpidas en el seno de una población".
Esto nos advierte de la posibilidad de estar rodeados de estúpidos
que pensamos que no lo son; pero que en un momento o lugar se declararán como
tales, aparte de los que ya conocemos.
Estos estúpidos son una especie similar a los meapilas (*), con la salvedad de que un meapilas es más fácilmente
reconocible, sobre todo si lo localizamos en el momento en que está realizando
el acto que le da nombre.
Estos estúpidos pese a lo que nos pueda parecer, tal como
veremos en un próximo artículo, son muy peligrosos, por lo que es conveniente
tenerlos siempre localizados y controlados.
Lo de menos es que sea tu jefe o el presidente del gobierno, el Rey o la Santa Inquisición, siempre que estés al corriente de lo que son y no digo con esto que estos no lo
sean. El problema está en aquellos que no tienes aún catalogados; aunque según
este primer principio de la estupidez, casi te aconsejo que pienses mal, por si
acaso.
Los estúpidos son, aún sin ellos saberlo en la mayoría de los casos, muy
peligrosos y debemos estar alerta. Pueden hundir una Nación o dominar el mundo,
siendo más probable lo primero, ya que para lo segundo deberían agruparse en Clubs,
como el Bindelberg, partidos políticos, Fundaciones, etc. y centrar su
actividad, solo que su propia estupidez y avaricia no se lo permite.
Los estúpidos más característicos responden a estereotipos
concretos, si les plantamos la gorra de cuadros de los meapilas no hay lugar a
dudas; pero si no es posible ponerle esta gorra ni un birrete, responden a
personas que ocupan altos puestos en el gobierno o en las Organizaciones, la mirada perdida sin llegar
a la bizquera, bigote leporino o barba
recortada simulando cierto descuido. Suelen ir bien vestidos y presentan
cierto ceceo al hablar (sin ser de Cádiz). Suelen pasar desapercibidos por sus discursos
cuasiinteligentes; pero estos son redactados por una asesor mediante un pinganillo.
Suelen mover los brazos en actitud antinatural, como los muñecos chinos, hasta
que se cansan de hacerlo con un brazo, momento en que cambian al otro brazo
para realizar el estúpido movimiento.
Esta estereotipia suele coincidir en un 90% de los casos;
pero la variedad es inmensa, por lo que estar "al loro", no bajemos la guardia y tengámoslos
localizados que peligra nuestra integridad física y nuestra salud
(*)Meapilas, dícese de todo
aquel que ataviado con una gorra de cuadros, estilo inglés, al revés y que por
falta de ocupación, se dedica, durante el día, ya que por suerte por la noche
duerme, a orinarse en las pilas gastadas de las radios, o cualquier otro
aparato eléctrico, con el único objetivo de intentar provocar cortocircuitos.
El término se puede aplicar a ambos géneros.
Juan Carlos Vázquez
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