sábado, 4 de febrero de 2012

CHORCHE EN EL PPAÍS QUE CASI TODO TENÍA PPRECIO.


Precios puestos al tun-tun. Es por poner algo, que lo aclare quien lo 
tenga que aclarar, además este cuadro no es mío y como el autor 
estará fiambre hace tiempo no tendré que pagar a la SGAE
Chorche fue a visitar a su amigo Chuan al Hospital. Era una tarde aciaga de un duro invierno, de un invierno como los de antes, frío, ventoso y nublado. Esta ba deseando llegar al Hospital para entrar en calor. Una vez allí, una serie de detalles llamaron su atención, todo, absolutamente todo lo que podía ver estaba marcado con una especie de códigos de barras, objetos de todo tipo, baldosas, adornos, ascensores, ordenadores; y hasta los propios trabajadores del Centro. Confundido por esta visión, no lo dudó un minuto y se dirigió hacia una ventanilla de Información, tras la cual, lo esperaba un celador que lo vio como se dirigía hacia él en clara actitud interrogante. Chorche le preguntó al señor de la ventanilla por el significado de esos códigos de barras que tanto han llamado su atención, el celador, acostumbrado a esta pregunta estiró su brazo para darle unas gafas, parecidas a las que te dan en el cine en 3D, y le pidió un euro por su alquiler, recordándole que debía entregarlas al salir del Hospital.
Chorche se colocó las extrañas gafas y pulsó el botón para llamar el ascensor, al levantar la vista para averiguar en qué planta se encontraba este, vio claramente, que en el lugar en el que sin gafas había visto un código de barras, con ellas puestas veía una cifra de seis ceros claramente. No comprendía el significado de todo esto, pero al llegar a la planta en la que debía bajarse y dirigirse hacia la habitación de su amigo, comenzó a cruzarse con trabajadores del centro, y todos ellos llevaban en sus batas y pijamas de trabajo unas cifras impresas. Las cantidades que indicaban eran varias, dependiendo de si se trataba de trabajadores de limpieza, auxiliares, enfermeras o médicos, también el personal de mantenimiento, aunque este último no era muy visible ya que llevaba la zona manchada de grasa y apenas se distinguía el número que llevaba. Las cantidades iban en orden ascendente conforme al rango o posición de estos trabajadores dentro de la empresa.
Seguía Chorche sin comprender el porqué de esas cantidades, hasta que llegó a la habitación de su amigo, al que acababan de trasplantarle un riñón y en el bolsillo superior de su pijama llevaba una cifra impresa, visible con las gafas, 30000. Al ver Chuan la cara de estúpido de su amigo y comprender el porqué, le explicó el significado de esa numeración. Este es le coste de mi operación, 30000 euros y el número que lleva mi vecino de habitación es el coste de su operación, las cifras que portan los trabajadores son sus sueldos brutos mensuales, las camas, mesillas, baldosas, todo está marcado con su precio. Chuan se echó a llorar, se sentía angustiado, se tapaba con su mano derecha su ridícula etiqueta numérica. Ya ves, Chorche, toda la vida trabajando y cotizando, para que cuando lo necesitas tengas unos servicios y una atención adecuada. Y ahora te hacen sentirte culpable de tu enfermedad, hacen visible a todo el mundo el coste de tu asistencia, haciéndote sentir culpable del gasto que supone, como si yo hubiese elegido ponerme enfermo. Chorche se quitó las gafas para no incomodar a su amigo y tras animarlo y cambiar de tema pasaron una velada hablando de cuando eran jóvenes y de las travesuras que hicieron. Cuando una trabajadora la llevó la cena, Chorche aprovecho para despedirse de su amigo hasta otro día y salió del Hospital, rumbo a su casa dando un paseo.
Al pasar por el Ayuntamiento de la ciudad, tres coches de alta gama con los cristales tintados, aparcaron en la puerta, casi lo atropellan, y empezaron a bajarse de ellos personajes conocidos de la política municipal con elegantes trajes, y otros personajes desconocidos con elegantes trajes acompañando a los primeros. En este momento nuestro amigo Chorche se dio cuenta que no había devuelto las gafas en el hospital y se apresuró a colocárselas. Miró hacia los coches de alta gama y cristales tintados, miró hacia los personajes conocidos trajeados que bajaron de los coches de alta gama con los cristales tintados y miró hacia los personajes desconocidos con elegantes trajes que acompañaban a los personajes conocidos de la política municipal con elegantes trajes que bajaron de los coches de alta gama con los cristales tintados. Pero no vio nada, no vio ni una cifra ni media, se quitó las gafas y se las puso varias veces; pero fue en vano, no había cifras.
Continuó su paseo hasta casa y sin cenar se tumbó en la cama; pero Chorche no pudo dormir.


Juan Carlos Vázquez

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