Posible galardón de nuestro actor nominado |
la película “el yerno del rey”, con un actor revelación como
protagonista, con su interpretación espontánea y real, en el papel del yerno
del rey, está nominada a uno de los afamados galardones del cine americano. Iñaqui,
que así se llama nuestro actor, polifacético y camaleónico, tan pronto
despliega su potencial para realizar escenas de riesgo y esfuerzo
físico, como las carreras que dio delante de la prensa en Washington, sin
admitir dobles para su rodaje, para después sorprendernos con la actuación
voluntaria y “espontánea” frente a la prensa de su país a la entrada a los
juzgados.
Como actriz y actores secundarios, y también nominados a
estos “óscars”, se encuentran la que en la vida “real” es su mujer, la infanta
Crispina y su suegro, el Rey, rey real y suegro también en la vida real.
La trama se desarrolla en un ambiente de corrupción en las
más altas esferas de representación política de un país real, además de
monárquico, monárquico por imposición autocrática del antiguo regente
dictatorial de este país, ya muerto y enterrado hace años, por la gracia de
Dios, (y esto hasta para los más agnósticos).
En este contexto, el protagonista de nuestro film, al ser
descubierto por su propio suegro, su suegro rey, rey en la vida real, es
increpado por este y le pide que se desvincule de las empresas con las que
estaba actuando de forma, digamos “alegal”, y que ponga tierra de por medio. Le
insta a que se vaya del país, que se vaya lejos, de forma que la distancia y el
tiempo se encarguen de difuminar en el universo etéreo los oscuros asuntos en
los que estaba envuelto. Y así lo hizo, desplazó su residencia a un país lejano
y superpoblado, en el que pasase lo más desapercibido posible. Para ello sólo
necesitaba una modesta asignación económica, (unos 750000 euros), una casa
acorde a su posición y en un entorno adecuado a su clase, (ya que de otra forma
podría ser reconocido), un colegio para sus niños, y, como no, todos estos gastos
pagados (aparte de los 750000). Su mujer, en el consejo de administración de
una entidad bancaria española, realizaría la actividad que realiza desde aquí,
que no se cual es, desde allí, vía internet, supongo. Fijadas las condiciones,
y tal como estaba el tema, a nuestro protagonista no le quedó más remedio que
irse.
Sorprendentemente, cuando ya parecía que todo estaba en
calma, cinco años después, comienza a desvelarse la trama de corrupción del
Gobierno Autonómico con el que nuestro protagonista estaba relacionado mediante
sus oscuros negocios, y su vida da un vuelco de 180 grados, el escándalo lo
envuelve y hasta sus vecinos del país de los desapercibidos comienzan a conocer
quien es ese personaje que vive entre ellos. La oscuridad se cierne sobre él y
comienzan a materializarse lo que comenzó como un rumor al aparecer como
imputado en cinco casos de esa trama corrupta. La película entra en un bucle de
mafia, paraísos fiscales, siniestro, agravado por su posición familiar real. El
“capo” llamado Jaime está pletórico en su papel, sobre todo al entregar sin
ningún problema una fianza de 3 millones de euros al juez. Escena memorable, en
la que se mofa del juez al decirle que ese dinero se lo han dejado entre su
familia, un poco de aquí, un poco de allí…
La justicia encarnada en un actor secundario y desconocido,
es interpretada a la perfección por un personaje que se envuelve en su papel de
forma “magistral”, intentando pasar desapercibido en todo el proceso. La
justicia no deja en ningún momento de ser un concepto, algo irrenunciable e
impersonal, esa figura con los ojos tapados y la balanza. La justicia es una
idea formal, nunca su brazo ejecutor. Al contrario de lo que no sucede en otra
película, estrenada recientemente, en la que un juez, concentra en su persona
física esta idea metafísica de lo justo. Esta película, a la que me refiero, es
la titulada “el Superjuez”, en la que el protagonista se metió tanto en el
papel que acabó pagando con su carrera los errores de los demás, este se
equivocó al personalizar la justicia en su persona, centrando la atención en él,
más que en su cometido, nunca debió ser una figura mediática, con rostro.
Pero sigamos con nuestra particular visión de la película en
cuestión, la cual describe de forma sutil, las miserias humanas, la ambición,
el poder de la riqueza, no ver más allá del enriquecimiento particular, sin
importar las consecuencias de sus actos, consecuencias que ponen en valor una
de las instituciones más antigüas, que no por eso más queridas, de nuestro
país, la monarquía
Una película que, sin duda, nos hará reflexionar sobre las
intrigas palaciegas en el siglo XXI, que en nada difieren de las de siglos
pasados.
Un rey que se debate entre la justicia y la familia, y
respecto al que podemos profundizar en el conocimiento de su psicología, en su
actuación al conocer los oscuros negocios de su yerno, unos años antes y que
por ser quien era no puso en conocimiento de la justicia, sino que
sobreponiendo el concepto de familia, se guardó para sí, con la esperanza del
olvido. Una mujer inocente y despistada, su mujer, la infanta, que no se entera
de la procedencia de los millones que llegan a su casa, ni de porqué se deben
trasladar con tanta urgencia a los Estados Unidos.
Y nuestro actor principal, con dos actuaciones que dan todo
el sentido a la trama, por un lado su declaración de defensa de su honor e
inocencia frente al pueblo español, con un guión excepcional y por otro lado la
acusación firme que hace de su socio y amigo (hasta ahora, claro está) y de sus
inmediatos inferiores, sus subordinados, (con los que trabajaba codo con codo),
condenando a estos a las calderas del mismísimo satanás a la vez que se procura
para el un globo de salvación. Pero ahí es donde entra la justicia que pregona
su suegro el rey, que en una actuación impresionante, en todos los medios de
comunicación del país, deja claro que la justicia debe ser implacable e igual
para todos sus súbditos reales, queda por saber si su yerno es también súbdito,
en cuyo caso también va por él.
En fín, no hagamos juicios de valor y no se pierdan el final
de la película, que no quiero desvelar. Juzguen ustedes mismos, seguro que se
asombrarán.
Todo parecido con la realidad es pura demagogia, los nombres
pertenecen a la ficción.
Juan Carlos Vázquez