REPRESENTACIÓN GRÁFICA DE LA "JAULA DE HIERRO DE WEBER", REPRESENTATIVA DEL TEXTO QUE SIGUE |
Según una teoría de la psicología cognitiva, conocida
como “justificación del sistema”, los seres humanos tienden a defender los
sistemas en los que están inmersos, aunque estos sean injustos o corruptos.
Esta actitud se da, principalmente bajo cuatro condiciones: cuando el sistema
está amenazado, cuando se depende del sistema, cuando resulta imposible escapar
al mismo o cuando los individuos pueden ejercer un escaso control personal.
Este estudio explica el hecho de que las poblaciones, con
frecuencia, no se alzan contra las situaciones coercitivas que dañan sus
propios intereses.
analizando uno por uno los cuatro condicionantes descritos en esta teoría, en primer lugar
diremos que cuando los seres humanos se sienten amenazados, se defienden a sí
mismos, e indirectamente defienden a sus sistemas. Por ejemplo, en la España
del 2014, con una crisis aberrante desde 2007, la población necesita
expectativas de futuro y pone sus esperanzas en el sistema, casualmente en el
mismo sistema que ha creado esta situación. Así, el partido en el gobierno,
corrupto por definición y causante de quiebras de grandes bancos bajo su
tutela, está consiguiendo que estos mecanismos situados bajo la sombra de la
amenaza, de una amenaza que pone en duda la posibilidad de futuro para muchas
familias, hacen posicionar a la población robada del lado del ladrón que lo ha
esquilmado.
En segundo lugar, si las personas dependen del sistema,
están afectados directamente por este, no pueden permitir que este se derrumbe.
Supongamos que los jubilados ven peligrar sus pensiones, que los funcionarios
estén amenazados por el despido, que los trabajadores que dependen de una
organización sientan, o solo presientan la pérdida de su empleo, etc. En estas
condiciones estas personas, ante el miedo a que suceda lo que nunca pensaban
que pudiese suceder, se aferran a lo que tienen, con lo cual se ponen a
disposición total del sistema que lo controla. De esta forma el proceso de
destrucción de las personas se pone en marcha, los individuos pierden su independencia
e ideales y se ponen a pleno servicio del sistema que los oprime y explota. De
esta forma se desprende el hombre de su dignidad y se arrodilla ante la
coerción de las empresas y de los gobiernos. El hombre se hace dócil y servil
en pro de los intereses ajenos a él, de los intereses de los grupos
corporativos o políticos dominantes.
Por otro lado, si nos sentimos acorralados, si no podemos
huir del sistema, nos adaptamos al mismo, para lo cual desarrollamos
sentimientos de aprobación hacia los hechos que en condiciones normales serían
a todas luces reprobables. Este proceso justificará la desigualdad, las
diferencias salariales por cuestiones de género o raza, etc.
Para terminar, cuanto menos control posee un individuo
sobre su propia vida, más apoyará al sistema y a sus líderes; pues verá en
ellos cierto aporte del orden que precisa. Esto no significa otra cosa que,
como decía Montesquieu, la ignorancia es la fuente de la felicidad o, en otras
palabras y aunque no sea exactamente igual, dame pan y dime tonto.
Como resumen de lo dicho y como justificación de ello,
tenemos el ejemplo de la sociedad española actual, de una gran masa que no se
ve afectada por el sistema, o que si se ve afectada por el sistema, sigue
teniendo una roca a la que agarrarse en medio del océano de la vida y no puede
permitirse perderla. Esta no es la gran clase pobre y miserable en crecimiento
acelerado, ni la cada vez mayor clase rica, opulenta y ociosa, cada vez más
podrida de pasta. Hablamos de la gran clase media, esa clase media en extinción
que tiene las barbas continuamente a remojo, que al ver como cae su vecino echa
las cortinas y se pone el fútbol, sin comentar nada en casa, como si no saber
lo que pasa hiciese que la realidad no fuese la que es. Y si algo está claro,
sin necesidad de estudios de Universidades americanas, que por cierto si algo
no pueden ni deben ser los americanos es ejemplo de nada para nadie, solo hay
que remitirse a los datos oficiales de desigualdad, de reparto de riqueza, de
sanidad, etc. Digo que si algo es claro como el agua clara que baja de la
fuente de mi pueblo cuando baja clara, es que estamos todos en el mismo barco,
en el mismo sistema, en la misma realidad y que mirar para otro lado no hace
que los hechos desaparezcan, sí que vamos a darle por el santo culo a la
Universidad americana de Duke que ha realizado este estudio y vamos a refutar
su teoría, aunque para ello debamos tumbar este sistema corrupto, injusto y
generador de desigualdad. Vamos a mandar a la mierda el desarrollo económico
con que se llenan la boca los gobernantes y vamos a volcarnos en el reparto de
la riqueza, que es lo que realmente todos deseamos. Así, mañana podré dirigirme
al mendigo que se coloca todos días en la puerta de unos grandes almacenes, por
los que paso todos los días al ir a trabajar y quitarle el cartel con el que
este pobre hombre se pone a pedir y que me hizo contribuir a su causa. El
cartel reza: “Necesito ayuda, hoy me
toca a mí, mañana puedes ser tú”.
Juan Carlos Vázquez
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