A los pies
de su cama de un Hospital de Provincias, con caracteres prácticamente ilegibles,
estaba escrito su nombre, junto a su dieta y número de cama, la 202-B. la sábana
cubría totalmente su cuerpo ya frío y estaba a la espera de que la retirasen de
la habitación y la pasasen a las frías neveras del sótano.
Ese nombre
ilegible era Libertad, se lo pusieron sus padres en aquellos tiempos de la República española, de
la bandera tricolor. Tras estos, vinieron los años negros de guerra y
dictadura, de hambre y frío, de miedo, de fugas, de tristeza y pobreza, de
exilio, de pena, de sangre, del Maquis, de cárcel, de ausencia. Malos tiempos,
en los que si para todos lo eran, para ella más, llegando a afectarle hasta en
la forma en la que debía ser llamada por los demás. En esta época en la que hasta
su nombre estaba prohibido, tuvo que cambiar su acrónimo por otro, el que
quisiera; pero que respondiese a alguno del calendario mariano. Nuestra
orgullosa niña debía tener ahora nombre de Virgen, curiosamente a la edad en la
que podía ya dejar de serlo. Así, nuestra libertad pasó a ser María del Carmen,
y a tener un santo que celebrar sin haberlo elegido, ni deseado; aunque eso a
ella le diese igual.
Todos los
que hasta esa época para olvidar, la llamaron Libertad, tuvieron que diferenciar
el nombre de la imagen de su amiga, al que hasta entonces iba asociado. Libertad
ya no era quien ellos conocían, o al menos quien ellos conocía ya no respondía
a tal nombre, simplemente, había dejado de existir, al menos en público y en
voz alta. Ahora era María del Carmen, y así, por este nuevo nombre debía
responder.
Con el paso
de los años, que para todos pasan igual, ella envejeció; pero el dictador también,
y murió, y ella revivió. Su dignidad herida en el pasado, cicatrizó los
profundos surcos franquistas, en un tiempo nuevo, en un tiempo en el que los
cielos se abrieron, desterrando las tinieblas y abriéndose al sol. Recuperó la
alegría, el color de la piel y su nombre, ese nombre que se le había robado
cuando no tenía nada más.
Hoy vuelve a estar triste, piensa en esos tiempos sin su nombre, tiene miedo, no quiere cambiarse otra vez su nombre, quiere seguir llamándose Libertad
Hoy Libertad,
emprende su camino sin retorno hacia el ascensor del sótano de las neveras frías,
en cuya puerta solo hay una etiqueta escrita, esta sí, con texto impreso
perfectamente legible y con mayúsculas, LIBERTAD SOLÍS MARCO.
Juan Carlos
Vázquez
Estimado amigo.
ResponderEliminarNo va con el tema que propones hoy, pero me sale del alma comentar este asunto.
Asunto que sin dudar, tengo claro que comentaras en tu blog.
Hoy, me voy a cagar en la madre que parió a estos putos políticos.
Me cago en los que gobiernan ahora y en los que gobernaron antes.
Todos ellos son igualmente culpables de asesinato.
Me he enterado hoy en la radio que tantos disgustos me da.
Te prometo que me ha saltado la lágrima al oírlo.
Una Señora ha sacrificado su vida.
El poder judicial a las ordenes del legislativo y con pleno consentimiento del puto ejecutivo la iban a echar de su casa….y, así ha sido.
LA HAN ECHADO,
A mí me caerían los guevos al suelo.
Para estos (políticos de chicha y nabo que no tienen guevos ni ovarios) será una oportunidad para crear una comisión especial extraordinaria y cobraran una pasta extra.
Puerca miseria.
Amaya Egaña, allí donde estés estoy seguro que no te faltara de nada y se que tu sacrificio no va a ser en vano.
Descansa en paz.
Tronk