domingo, 18 de noviembre de 2012

UN 5º PISO, UNA MADRE, UN HIJO, UNA SILLA DE RUEDAS, UNA VENTANA ABIERTA, UNA CARTA EN EL BUZÓN Y UN SEÑOR QUE LLAMA AL TIMBRE.

Efectos finales de una mierda de política
Rin, rin, rin,-suena el timbre de la puerta.
Hijo, han llamado a la puerta. ¿Abres tú?, yo no puedo, esta silla de ruedas se ha atascado.- Dijo la anciana madre-.
¡Ya voy madre! –dijo el hijo-. Ya en el pasillo, camino de la puerta, pregunta, ¿quién es?.
Somos los del desahucio. –Respondió una voz extraña y grave tras la puerta-.
¡Ah, son ustedes!. Abre la puerta y los invita a pasar, - ¡pasen, pasen! -.
Presentaciones…
¿Quieren tomar un “cafecito” o algo?. –Dijo el hijo-.
No se moleste, somos muchos, policias, municipales, cerrajeros, el del banco, mirones, alcahuetes, y no tardarán los de la plataforma. Quizá en otro momento.
Es igual, a mi madre no le importa preparar café, siempre está sola; pues yo estoy todo el día fuera de casa y no precisamente por trabajar. Estoy en paro y todos los días salgo temprano a recorrer los polígonos y barrios en busca de lo que sea, me da igual; pero un trabajo. A ella, mi madre, le encantan estas reuniones y siempre le ha gustado el bullicio.
¡Madre, prepare café, como para un regimiento!, ponga la cafetera grande.
Ya voy hijo, pero ayúdame que se me ha atascado la dichosa silla de ruedas y no hay quien la mueva.
Si no les importa, el café lo haremos con un poco de achicoria, ¡ya sabe, ¡tal como están los tiempos!...
¿Les parece que pasemos al rellano del piso, que es más grande y allí cabremos mejor?, eso sí, tendremos que tomarlo de pié; ya que he empeñado todo el mobiliario.
No se preocupe; además, así, mejor. De esta forma no molestaremos al señor cerrajero cuando cambie la cerradura de su “no casa”
Por mi parte quizás sea mejor en el rellano también, así me iré acostumbrando a mi “no casa”.
Discúlpenme un momento, voy a ver a mi madre. A ver ese café y que no se me tire por la ventana, que es mayor y ya se sabe, se podría hacer mucho daño.
Vaya tranquilo.
Bueno, pues nada, ya está cambiada la cerradura, -dijo el cerrajero-, con aplomo, y con la arrogancia de un trabajo bien hecho.
¿Qué hago con las llaves del piso?,- dijo el desahuciado ya-.
Tírelas, esas ya no sirven, le contestó el cerrajero.
Muy bueno el café, - dijo el representante del banco-.
Pues nada caballero, lo dejamos en el rellano de su casa, gracias por su hospitalidad, esperamos no haberle causado muchas molestias.
Encantados de conocerle, se oyó desde el fondo del patio de la escalera.
Gracias por su hospitalidad, - dijo una voz escondida tras el agente judicial-.
Encantado de conocerles a ustedes, -dijo el dueño de la “no casa”-.
Lo mismo digo, -dijo la madre del hijo de la “no casa”-.
Nuestro hospitalario y desahuciado joven  acompañó a la comitiva, cortésmente, hasta el portal de su “no casa” y se despidió de todos ellos.
Al girarse y comenzar a subir la escalera, pensó que su madre se había quedado en su “no piso” cerrada y sus llaves ya no abrían la puerta.
Se volvió, en menos de lo que dura un suspiro, y a gritos llamó a don Francisco, así se llamaba el del juzgado.
¡Don Francisco, don Francisco, vuelvan, se han dejado a mi madre en el “no piso”!.
El del banco, con un gesto, indicó al cerrajero que le acercase las nuevas llaves del “no piso”.
Este le puso un llavero registrado con un nº y una dirección manuscrita en el mismo y tras cogerlo y decirle al cerrajero que lo esperase en el portal, que no era preciso que subiese, se dirigió a toda prisa hacia su “no casa”.
Abrió la puerta, con la llave indicada por el cerrajero y entró en la “no vivienda”.
Los de abajo, tras largos minutos de espera, llamaron al portero automático, sin obtener respuesta. Repitieron la operación varias veces.
El del banco y un municipal se miraron y con la mirada se comprendieron. Subieron a toda prisa al “no piso”, con las llaves de repuesto que portaba el cerrajero. Entraron en él, que se respiraba vacío. Al acercarse a la cocina se percataron que la silla de ruedas estaba junto a una ventana abierta.

No tengo nada contra lo gusanos que se comen y destrozan nuestros cuerpos ya muertos, nuestros ya “no cuerpos”; pero sí contra los que destrozan nuestras vidas, en vida. Son aquellos que nos despojan de toda dignidad, que nos tratan como si fuéramos perros, qué digo perros, cuantos perros reciben más atenciones que muchos de nosotros. Me refiero a los gusanos carnívoros antropófagos de los bancos, de la política y de la justicia, que con los ojos vendados y con total impunidad arrojan a más de 500 familias a la calle cada día.

Juan Carlos Vázquez

1 comentario:

  1. Ahora que se les va el asunto de las manos, van a hacer una moratoria de 2 años (eso he oído por ahi.).
    Como siempre: "Patada y palante".
    Así, dentro de 2 años estaremos tan preocupaos por poder llevarnos algo a la boca para comer que lo de echarnos a la calle (que continuara igual o peor) será lo de menos.
    ¡Hostias que listos son estos políticos…cada vez me sorprenden mas…!
    Salud.
    Tronk.

    ResponderEliminar