Mago mendicante, a todo el que toca lo convierte en pobre excepto si es de su ppartido |
La riqueza y la pobreza son dos conceptos indisociables y
complementarios, sin uno no
existiría el otro. De tal forma que para acabar con uno de los dos habría que
exterminar a su contrario, aunque tengo mis dudas, ya que si eliminamos los
pobres, seguramente los ricos se extinguirían; pero no sé bien qué ocurriría si
liquidásemos a todos ricos. Pienso que en este caso no acabaríamos nunca de
eliminar ricos, no hay más que ver las secuencias del poder político en nuestro
país.
Para ver pobres de solemnidad, no tenemos más que madrugar y hacer
un recorrido turístico por los cajeros automáticos de los grandes Bancos y
Cajas de Ahorros de nuestras ciudades. Veremos como están casi todos ocupados
por uno o varios inquilinos, que descansan sobre sus confortables cartones,
tras un largo día de vagabundear por nuestras magníficas ciudades, ver sus
edificios más emblemáticos, descansar en los bancos de sus parques y tomar
algún que otro tetrabrick de vino peleón, altamente contaminante y no
desintegrable ni por las bacterias más peligrosas del Universo mundial. Este es
el nexo de unión entre la pobreza y la riqueza, el contexto en que ambos
términos entran en contacto. Nunca estarán más cerca el uno del otro y a su vez
más alejados.
Qué soñarán los mendigos habitantes nocturnos de los cajeros de
los Bancos, quizás sueñan que están en una cama majestuosa, con un colchón de
billetes de 500, de 500 lo que sea. Con un edredón de plumas de billetes de
colores variados, formando estampados luminosos. Con una magnífica terraza con
vistas a las torres del Pilar, hecha de cristaleras enormes, como los pisos de
los rascacielos de las películas de ricos de Nueva York.
Se despiertan y al mirar a su alrededor ven que no están solos,
que hay más gente en su peculiar habitación, que los pies de uno descansan
junto a la cara del de su izquierda y a su vez los pies del de su izquierda
están sobre la cara del de su derecha, cerrando así el círculo. Y huelen mal;
pero da igual, la pituitaria llega a acostumbrarse al mal olor y ya no produce
repugnancia. En medio de todos ellos descansa erecto el tetrabrick de vino que
no estaba en su sueño, le da un trago al asqueroso vino "calentón" y se da media
vuelta, para reengancharse de nuevo con el sueño, pero ya no es posible.
En el cajero el olor es particular, y cada cajero huele al olor
del Banco o de la Caja a que pertenece. Cada entidad tiene además de sus siglas
de identidad, sus anagramas y colores, su olor particular y único. Hay mendigos
que prefieren unos olores a otros, por ello unos duermen en los cajeros de la
Caixa, otros en los de la CAI, otros en el BBVA, etc. Para gustos olores y para
olores cajeros.
Muchos piensan que quizás el dinero huela como el cajero; pero eso
no puede ser ya que el dinero es el mismo, salga de donde salga; pero el hecho
de no haberlo olido nunca quizás los lleve a esta conclusión. Así, al igual que
un ciego que pasa junto a una bacaladería, relaciona el olor con una mujer
promiscua, un mendigo al pasar por la puerta de un Banco relaciona el
olor que emana de su interior con el olor del dinero.
Ese perfume, en el que descansan sus narices noche tras noche, se
hace penetrante y molesto, sus membranas olfativas no se colmatan y no se
acomodan a él, al contrario que pasa con la peste de los cuerpos de sus
compañeros de alojamiento. A sus insensibles napias se hace más desagradable el
olor de la “pasta”, que el del calcetín de una semana de su desconocido de la
izquierda. Quizás por ello madrugan y se van pronto de allí, en busca de alguien
que les de unas "moneditas" para un tetrabrik, y de un poco de aire
fresco que no huela a dinero. Que huela a autobús, a taxis, a la apestosa
industria papelera de Zaragoza, a acera cagada por los perros de los dueños de
los perros que han madrugado más que ellos para no agacharse a recoger sus
mierdas calientes y humeantes.
Al cabo de unas horas, es el tiempo de los ricos, ya pueden ocupar
los sitios dejados por los pobres y ahora los Bancos y Cajas son todos suyos,
hasta la noche. Y así un día tras otro, riqueza y pobreza se alternan en el uso
y disfrute de los Clubs del dinero.
Hoy es el día del mendigo, no sé qué significa esto; pero supongo
que si hoy es el del pobre, los trescientos sesenta y cuatro restantes serán
los de los ricos. Felicidades pues a todos los mendigos del mundo en su día.
Juan Carlos Vázquez
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