Asceta Indú, parado y con domicilio en el árbol del que lo quieren desahuciar |
Vamos a comenzar imaginando un parado, cosa nada difícil hoy
día, ya que podemos ser nosotros mismos (si bien no hoy quizás mañana sí), por
lo que nuestro ejercicio, en un principio no nos va a costar ningún esfuerzo.
Una vez imaginado el parado, vamos a definir de forma simple ambos conceptos.
Paro designa la no actividad, por lo que parado será persona no activa, de
donde concluimos que si no es activa no hace nada. Pero a parte de no hacer
nada, algo o alguien parado tampoco se mueve, está parado, por lo que no gasta
energía y si no gasta se va acumulando en su propio interior. Si la situación
de “paro” es prolongada en el tiempo, la energía acumulada, la no gastada se
puede ir amontonando en la cabeza y conducirnos a estados de “dudosa lucidez”n
e, los cuales, nuestra visión del mundo se cubre de un denso velo negro que nos
ciega de color y en última instancia de la propia luz. A su vez esta ceguera
personal, produce un efecto intangible en la visión que los demás tienen de
nosotros. Si el paro es muy agudo nuestros vínculos de relaciones secundarias
pueden llegar a romperse (amigos, excompañeros de trabajo, camareros de los
bares donde solíamos estar con los anteriores, el municipal del barrio con el
que siempre discutíamos, el frutero del mercado, el panadero, la carnicera que
estaba tan buena y a la que le compraban hasta los vegetarianos, etc.).
Una vez rotos estos círculos de relación secundarios, se
establecen otros nuevos con la señorita de la ventanilla del INAEM, el negro de
delante de la cola del INAEM, la rusa de detrás de la cola del INAEM, la
senegalesa de la cola del INAEM y sus tres hijos que siempre corretean mientras
que su madre hace cola, la pantalla de mi ordenador que me hace los currículums,
mi amigo el PENDRIVE que lleva en sus tripas mi curriculum, los zapatos
gastados que llevo siempre, la “tele” (mi mayor consuelo), las puertas de las
empresas que se nos cierran en los morros, las señoritas de las Agencias de
Trabajo Temporal con su sonrisa y su frase manida- “No hay nada nuevo para usted, lo sentimos, vuelva mañana”. Además
de estas nuevas relaciones, las primarias toman una fuerza sobrenatural, las
relaciones con padres y hermanos se afianzan y refuerzan sobremanera, formamos
una piña. Pasamos horas y horas con ellos, cenamos con ellos, comemos con
ellos, desayunamos con ellos, dormimos con ellos, respiramos con ellos. Y si no
estamos con ellos todo nos lo recuerda, los “tuper” que nos dió mamá el día de
antes y que están sin fregar en la fregadera a la espera de una alma caritativa
que pase por casa y las friegue, las propinas que como quien no quiere la cosa
nos ofrece nuestro padre para llenar un poco la nevera y tomar un café, etc. Es
como vivir una segunda niñez, un retorno a casa.
Pues bien, en este contexto que acabo de describir es donde
se abre paso el misticismo, el más allá, el pensamiento de la posibilidad de
una vida mejor, que aquí, al fin y al cabo, estamos de paso, de tránsito, en
resumidas cuentas el “Misticismo”.
Es gracias a este misticismo que “el paro” toma un nuevo
carisma, de forma que el parado puede llegar a dar gracias por estar en esta
situación y haber podido abrir los ojos a una nueva realidad, a esa vida nueva
que lo ha conducido hasta el mismo Dios y que una vez a su lado no necesita
nada más. Este, absorto en su misticismo puede llegar a ser un “renunciante” de
los placeres terrenos o de los propios sentidos, llegando incluso a despreciar
los “tuper” de su madre y cuando tenga hambre se repetirá a sí mismo la frase –Dios proveerá. Así, con el
convencimiento absoluto de que esto será así, cuando pase hambre- Dios proveerá, cuando pase sed- Dios proveerá. Igualmente le importa un
pimiento que sus amigos ya no le hablen, que no tenga un duro, que no tenga
coche y lo que es peor, que no tenga “tele”. Le importará una mierda no tener
nada, no precisa ya ni vestirse, podrá caminar desnudo sobre las aguas, pues
tiene el mayor don que se pueda tener, el de la FÉ. Esto no es otra cosa que el
“Misticismo Ascético”, con lo que sin darnos cuenta hemos concluido con una
interrelación entre los dos términos del título, el paro y el misticismo; pero
aún podemos ir más allá, ya que al alcanzar este grado supremo de
espiritualidad y no necesitar ningún bien terrenal, lo poco que tenemos está a
disposición de quien lo quiera coger y seguro que no es quien más lo necesita.
Este misticismo es a su vez una ayuda o un catalizador de la
denominada paz social, que funciona en beneficio de los poderosos, es decir de
los que siempre sacan tajada hasta de donde no la hay. Si la situación de paro
no conduce a este misticismo, al parado le podría dar por quemar cajeros,
volcar coches, romper escaparates de los Grandes Almacenes, dar patadas a los
perros, a las suegras, a los frailes, a los municipales, a los maestros de
nuestros hijos, a la petarda de la vecina, en resumen a todo lo que se nos
pusiera delante de la puntera de nuestros gastados zapatos. Pero esta actitud
nos conduciría a todos, a todos los parados, a la cárcel, los más de 4.700.000
parados a la cárcel. Pero hay un problema, el espacio, no habría espacios para
encerrar a todos, habría que usar las guarderías, los asilos, los pabellones
deportivos, los campos de fútbol, los pozos, las madrigueras de los conejos,
los puticlubs y porqué no las Iglesias.
Por todo esto, resumo que esta espiritualidad de los
parados, no solo queda demostrada sino que es necesaria para proteger de los
parados a los no parados y poder seguir viviendo en paz, los no parados se
entiende, los parados da igual. Esta situación, este ensayo del absurdo no solo
debo ser yo y mi locura quien la piensa ya que nuestro líder político,
vuestro líder político, Rajoy dice que quiere acabar con el paro y creo que
visto lo oido y dicho lo pensado, la solución que le puedo dar es que cree más Conventos
y nuevas Órdenes Religiosas, en vez de los aeropuertos de su antecesor, y que
den cabida a los más de 5.000.000 de parados para que se puedan dedicar a la
oración y al cultivo del puerro y de la mente, pero de la mente poco, vaya a
ser que…
Juan Carlos Vázquez
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