lunes, 23 de abril de 2012

EL DISCURSO DEL REY, MEJOR PELÍCULA


Máquina escribediscursosdel rey
En primer lugar señor tocayo, señor Juan Carlos, “el perdón no existe, es una mentira idiota”. Tú, desde tu posición consideras que es más fácil pedir disculpas que permiso. Pero esto es normal, todos lo hemos hecho, en vez de pedir permiso a nuestros padres para hacer algo que pensamos que nos van a denegar, lo hacemos y luego ya veremos. Si nadie se entera no pasa nada, aquí paz y allá gloria, que me quiten lo “bailao”. El problema viene cuando por casualidades del destino o de la mala suerte nuestros padres se enteraban de nuestras tropelías no anunciadas y en teoría no sabidas; pero tampoco pasa nada ya que existe el perdón, que como padres seguro que nos perdonan, aunque, eso sí, el castigo era seguro, también hay que decirlo.
Pero esto eran cosas de la adolescencia y la juventud, en la que aún dependíamos económicamente de nuestros mayores, ahora, con vidas ya independientes, gozamos de libertad para hacer lo que realmente queremos hacer, aunque no lo hagamos siempre, ya que nuestra materia gris, por suerte o por desgracia, ha madurado. Ahora es cuando, teniendo libertad de hacer muchas cosas que habríamos deseado en nuestros tiernos años, no lo hacemos, porque somos libres de no hacerlo y porque no queremos herir a los que nos quieren.
Las normas de la ética humana, requieren un mínimo de decencia que debéis tener tú y los tuyos, es lo que no te ha permitido pedir permiso, pedir permiso para irte de Safari a donde te dé la real gana, que para eso eres el rey. O tu mujer, tampoco pide permiso para irse con los suyos, los expulsados del trono de su país, cuando tú estás dedicando tu carísimo tiempo a pegar "tiritos" por el mundo. En primer lugar, te debes a tu familia, son a ellos a los que les tienes que pedir permiso para hacer lo que te de la real gana, tu mujer, tus hijos y hasta tus nietos.
A mí me importa un pimiento tu matrimonio, quiero decir que me trae al pario la relación que tengas con tu mujer y con el resto de tu familia, que por cierto no te envidio. También habría entendido que con el pijama del hospital o con la bata esa que deja todo el trasero, trasero real, al aire, salieses gritando al pasillo donde te esperaban ordenadamente los medios, "¡tengo mi vida y tengo derecho a hacer lo que me da la real gana y a vosotros no os importa una mierda!. Habría sido más creíble, ya que eso de ser rey, sin hacer nada nunca tiene que ser un trabajo "jodido" y muy estresante. 
¿Qué habría pasado si regresas de África con las dos caderas en orden?, no nos habríamos enterado, con lo cual no tendrías que disculparte por nada; pero qué mala suerte hijo, es que parece que os ha mirado un tuerto. A tu yerno lo pillan robando, perdón, presuntamente robando (creo que lo de presuntamente es porque no sabe nadie donde está el dinero), y tú, que algo debías saber, presuntamente claro, le dijiste que se fuera lejos. Esto lo digo, porque si no, para qué coño lo instas a irse a Washington, ¿porque es mejor el aire de allí para sus pulmones?. Tu otro yerno jugando a “Rambito” con tu nieto, tu mujer que pasa de tí como de comer escapularios, tu hijo y heredero no sabe dónde meterse con su querida y amada esposa para que no le hagan hablar de todas vuestras meteduras de pata. Es el príncipe más comentado de todas las monarquías europeas, cosa que me trae sin cuidado, pues yo de monárquico tengo lo mismo que Bin Laden de obispo.
La situación objetiva es que en lo más llano del planeta te pegas la “Hostia” y claro se monta la de dios, aunque entre Dios y Reyes todo queda en casa; pero no todo el pais, todos los habitantes del país de los parados se enteran que su monarca vuelve de África con una cadera rota y esto no es lo peor, se enteran que había estado de Safari, gastando una pasta indecente que sale de los bolsillos de los pobladores del país de los parados.
Las gentes de este conocido país, se “cabrean”, más habiendo pasado lo que pasó unos días después del discurso en el que le dolía el corazón por la situación y las penurias que estaban pasando estos sufridos habitantes.
No es que seas mal tío, ni que me caigas bien; pues siendo sinceros me caes mal, me caéis todos vosotros como el culo, o mejor presuntamente como el culo. Si os dedicarais a lo que os tenéis que dedicar, que es nada no os pasarían las cosas que os pasan y que os hacen poneros en situaciones de espantoso ridículo a vosotros y también, lo que es peor a todos nosotros.
Bueno, pasó lo que pasó y yo me pregunto dos cosas: una es dónde coño has metido el elefante y la otra es quién te redactó el guión del discurso de disculpa que hiciste público y de viva voz al salir de la clínica. El elefante supongo que se quedaría tirado en la sabana africana, porque en el jet privado sería difícil introducirlo. Pero lo del discurso me tiene intrigado, tiene que ser el jefe de marketing de coca – cola o algún genio de la publicidad; porque se lo creyó todo el mundo. A mí casi, casi; pero no, lo de las muletas cerraba un mensaje redondo y estuve a punto de compadecerte; pero no. No hijo, no, a mí no me la pegas, quizás de rodillas; pero claro no podías. Una lagrimita, que eso queda muy bien y enternece a las abuelas; pero tampoco.
El perdón no es un simple mecanismo para liberar de culpa a quien nos ofendió, el perdón es un mecanismo para que yo sea libre de la amargura que dejó esa acción en mi corazón. Yo puedo decidir perdonar a alguien, que no está arrepentido de verdad de haberme dañado, por que mi intención al perdonar, no es que esa persona quede libre de culpa, si no que yo quede libre en mi interior, que yo tenga paz, que yo pueda vivir bien, que haya desatado la amarra que me tenía detenido en el puerto. (Rafael Ayala).
Así que señor rey, ante su impactante discurso le digo que casi me convence; pero mis sentimientos hacia usted son los que son y como no podemos decidir dejar de sentir, me atrevo a decirle “si quieres mi perdón, te perdono, pero a cambio te regalo todo mi odio”. Esta es una frase hecha, que no he creado yo; pero que viene como anillo al dedo, (que tampoco es mía).

Juan Carlos Vázquez


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