Rey Bufón del país imaginario del Rey Bufón |
Vamos a tomar como referencia un país imaginario en el que
gobernaba un Rey imaginario con una familia imaginaria, en el que todo parecido
con la realidad será pura coincidencia. Este Rey imaginario se llamaba
simplemente Rey, sus hijas eran dos, una guapa y otra fea y no tenían zapatos
de cristal ni elegantes carrozas, simplemente coches con chófer y
guardaespaldas. Su hijo era la réplica perfecta de su padre; pero, claro está
más joven. Como en los cuentos, que es lo que es esto, el Monarca logró
desposar a todos sus descendientes; pero ninguno de ellos lo hizo con herederos
o descendientes de otras coronas de otras monarquías del mundo, sino que con
quienes les dio la Real
gana a cada uno de ellos, cosa que no gustó a los monárquicos de la época; más
con amor todo es posible e hicieron lo que quisieron.
Un día, el Rey quiso acercarse a su pueblo y se le ocurrió
la brillante idea de montar un circo, ya que veía que le estaban creciendo los
enanos en casa. De esta forma mataría dos pájaros de un tiro, nunca mejor
dicho, ya que nuestro protagonista era un gran aficionado a la caza. Él sería
el jefe y haría de payaso, ya que era propenso a darse tortazos con todo lo que
se le ponía por delante, y se dió cuenta de que este hecho provocaba las
carcajadas de los testigos de los mismos, además tras analizar los papeles que
podían desarrollar cada uno, consideró que era suficiente para cubrir un espectáculo
ameno y divertido. Así que se compró un carromato y junto con toda su familia
se lanzó a las carreteras comarcales de nuestro país imaginario.
El espectáculo lo abría un
director de ceremonia, vestido con traje oscuro, barba, gafas y una peculiar
mirada que hacía posible no poder determinar dónde la tenía fijada. Este era un
personaje que tenía que hacer el papel de malo, de ese personaje que todos
quieren que se retire de la escena por lo indeseable de su aspecto y de su
comportamiento. Este amenazaba continuamente al público y les lanzaba mensajes
acerca de subida de impuestos, de que no los iban a atender los médicos si se
ponían enfermos, que sus hijos no iban a poder estudiar, que eran unos tristes
pobres, etc. El público lo abucheaba y esperaba que saliese a escena el actor
que fuera, cualquiera era bueno con tal que se callara este individuo, al que
una vez tras otra le salvaba la campana del linchamiento público. Así, dio paso
al primero de los números. En este salía a escena el payaso tonto, encarnado
por el Rey y el payaso listo, interpretado por su hijo, ya que no sabía que
papel darle a este, (no quiere decir esto que el último sea más listo que el
primero, no me malinterpreten). Estos hacían realidad las ilusiones de pequeños
y grandes con sus caídas y porrazos contra todo lo que se ponía en su camino.
La gente reía y disfrutaba y aplaudía. Entre acto y acto y silbidos y abucheos
salía al redondo escenario circense el maestro de ceremonias, odiado como nadie
y volviendo a la carga con sus amenazas, os bajarán los sueldos, os quedaréis
sin casa y sin trabajo, os voy a dejar sin derechos, etc..Cuando la cosa se
ponía tensa y el público empezaba a arrojar objetos a este individuo, se
retiraba a toda prisa de la escena y salía el siguiente número, su yerno, el
lanzador de cuchillos, muy hábil también con las escopetas, ya que gozaba de
una gran puntería, pese a tener sus facultades mermadas, lo que le hacía
parecer descendiente directo del payaso más que familiar político. Hasta su
hijo participaba en el número, ya que su padre le había enseñado las artes de
las armas.
La equilibrista era una pariente
del Rey, la cual parecía más otro payaso que otra cosa debido a su gran peluca
blanca rizada. Su número consistía en mantenerse en pié, debido a su avanzada
edad y la gente aplaudía asombrada cuando ésta conseguía dar dos pasos seguidos
sin ayuda. Pese a su longevidad se sentía con ganas de continuar en el
espectáculo, ya que le atraía sobremanera el mundo de la farándula, incluso
contrajo nupcias con un joven apuesto que conoció un día en una de sus
funciones.
El circo también tenía animales,
como todo circo que se precie, elefantes gigantescos, osos blancos ebrios,
caballos, etc.
De mago hacía el yerno del Rey que
hacía desaparecer el dinero del público en la Palma arena de su mano. Este número era muy
peculiar ya que al terminar la función el dinero seguía sin aparecer y toda la
compañía se veía obligada a salir “pitando” del pueblo en que se encontraban.
Pero pese a todo la función debe continuar, así que de un pueblo a otro y a
salir corriendo, que es lo que toca.
El público había disfrutado del
espectáculo ofrecido por su propio Rey, un Rey cercano al pueblo; pero el
dinero del mago seguía sin aparecer y todo lo que predecía el maestro Rajoniano
de ceremonias se comenzaba a cumplir, sus amenazas se hacían realidad en cuanto
el grupo de actores abandonaban su pueblo.
La frustración pasó de Pueblo en
pueblo, los pobres crecían por doquier, el hambre hacía mella en sus
pobladores, los impuestos apenas permitían subsistir a los pocos que quedaron
con recursos; pero el circo continuaba su circuito, su gira de desesperación
por todos y cada uno de los rincones del reino del país del Rey payaso. La
función continuaba sin descanso, es lo que tiene el Poder llevar la ilusión a
los niños y mayores y eso tiene un precio; pero quizás no merezca la pena un
castigo tan grande solo por el hecho de aguantar una esperpéntica actuación de
unos personajes que no valen ni para payasos.
Juan Carlos Vázquez