Un mal sueño que pinté un día |
Hay quien dice que los
sueños son en blanco y negro, por lo que quizá muchos de nosotros veamos la
vida como Calderón de la Barca, como un sueño, un triste sueño en tonos grises.
Quiero decir en blanco y negro, ya que si admitimos la escala degradada de grises, estamos asumiendo la existencia de infinitud de
posibilidades, cuando no es cierto.
Nos debatimos entre una multitud de
opciones polarizadas entre si, como el blanco y el negro, la existencia o la
ausencia, el ser o el no ser, el trabajo o el no trabajo, la salud y la
enfermedad y un largo, muy largo etcétera.
A mí me gusta pensar que si
bien la vida real es en blanco y negro, el mundo de los sueños es en colores,
contrariamente a lo que dicen los científicos. Por otro lado me da igual lo que
estos señores afirmen en sus leyes empíricas o teóricas, mis sueños son míos y
con ellos hago lo que me da la gana y los pinto del color que me apetece. De otra parte hay que dejar claro que el
mundo de los sueños es incontrolable, por suerte; pero eso no significa que no
podamos cerrar los ojos y buscarlos, o buscarlos con los ojos abiertos sin
necesidad de cerrarlos, so pena de que nos llamen locos, lo cual nos da igual, al menos a mí. Loco, si loco, pues loco si la locura me permite percibir el color y abstraerme del mundo de
las sombras monocromas.
También se me
ocurre, y esto no solo lo pienso yo, que el mundo de lo real, de lo palpable, de lo ausente de color no nos
pertenece, sino que somos nosotros los que pertenecemos a él. Tenemos la falsa sensación
de que con nuestras acciones creamos y recreamos nuestra vida y adaptamos lo
que nos rodea a nuestros intereses en busca de una felicidad que siempre se
esconde; pero no es así, es posible que no seamos otra cosa que marionetas al
servicio de unos intereses superiores a nosotros mismos que nos superan. Pongamos
un ejemplo de esto: con nuestro voto conformamos el gobierno, por lo que está en nuestras manos nuestro futuro. Tenemos cierta sensación de control sobre nuestro futuro. Una vez en el gobierno, las
presiones que actúan sobre los gobernantes hacen que estos se desentiendan de
aquellos que los pusieron en el poder, es decir de todos nosotros, y de las promesas que nos hicieron.
Como esto sucede realmente he decidido que quiero dedicarme a soñar, a ver un mundo en el que el color se abra paso en la
oscuridad, en el que los que asustan a los niños sean los que tengan miedo, en
el que los que se alternan periódicamente en las posiciones de poder deban dar
explicaciones de sus oscuras acciones blanquinegras. Pienso, además que este
sueño puede hacerse realidad y comienzo a abrir lentamente los ojos, casi con
miedo de que mi sueño se pierda y comienzo a ver la multitud de colores que veo en mi interior proyectadas en el exterior, colores que al
combinarse entre sí se multiplican y se mezclan y brillan y lo oscuro se retira dejando
paso a la luz. Sigo abriendo los ojos y mi mundo de los sueños se funde con mi
mundo de la realidad y todo se rodea de tonos verdes, del color de la
esperanza. Y no quiero perderlo; así que cierro los ojos de nuevo, como si con
eso evitase que mi deseo se esfumase entre las pestañas, y los aprieto con
fuerza. Ya confundo el sueño con la realidad y no se si mi equilibrio mental
peligra, pero me niego a abrir los ojos y veo con mis ojos cerrados que el color que inunda mi interior me introduce en un profundo sueño; pero estoy despierto.
Juan Carlos Vázquez
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