viernes, 20 de febrero de 2015

CUANDO LOS PECES SE CONVIERTEN ENUN TROZO DE PAN SECO Y EL VINO EN VINAGRE

Preparando el jaque mate. Autor yo otra vez
Buenas tardes, dígame qué le pasa.- dijo el doctor.
Buenas tardes doctor, usted verá, me encuentro fatal, casi no puedo ni explicarle lo que me sucede, -dijo el paciente-.
Está bien, desabróchese la camisa que le voy a auscultar, y veremos qué le pasa, dijo el doctor-..
Diga treinta y tres,… otra vez por favor. Ahora inspire y retenga el aire unos segundos. Está bien expire,…-dijo el doctor-.
Pues no le veo nada, vamos a hacerle unas pruebas de abdomen. Desabróchese el cinturón y baje la bragueta por favor. El doctor haciendo presión con sus dedos, recorriendo el abdomen del paciente, en busca de un posible punto de dolor. De repente, al presionar cierta parte de la tripa, el paciente se retorció de dolor y exclamó un alarido que parecía que le habían retorcido sus partes con un alicate rusiente. Ya veo, le duele aquí, ¿verdad?... Esta pregunta sobraba para aquel hombre acurrucado sobre sí mismo a la espera que el dolor se fuese a otro cuerpo.
Bueno, creo que sé lo que le pasa, puso los dedos sobre la zona que le produjo tamaño dolor; pero esta vez sin hacer presión y le comentó al paciente su hallazgo. Lo que tiene usted aquí, lo que le produce a usted este dolor inmenso son dos bultos que tiene aquí, son dos hijos. El médico, con solo hacer la acción de presionar sobre la zona en la que descubrió los dos hijos del paciente, ya provocaba una reacción de dolor en el señor de la camilla.
Pues bien el diagnóstico está claro. El enfermo de hijos asintió con un gesto de su cabeza y le dijo que es muy posible y le preguntó acerca de las posibilidades de solución. El doctor con gesto serio movió la cabeza sin pronunciar palabra en un claro signo de que el diagnóstico señalado no tiene solución alguna.
El paciente, salió de la consulta deprimido, pero a la vez resignado, lo que hay es lo que hay; pero ello no impedía que su cabeza diese vueltas y vueltas en torno al mismo asunto, a su enfermedad, a la enfermedad que comparten miles de personas como él. Una terrible enfermedad cuyos síntomas son un trabajo precario e inseguro, que impide mirar con ilusión hacia el futuro, una mujer en paro, una hipoteca, y dos hijos que alimentar. Las lágrimas comenzaban a saltar la valla de sus ojos y decidió que no podía llegar a su casa con esa actitud, su familia no tenía porqué sufrir su enfermedad; así que decidió tomar un vino peleón en el bar de la esquina de casa, con el fin de despejarse.
Paco, que así se llamaba el camarero, ponme un vino, por favor. El camarero lo saludó y le preguntó por su vida y la de su familia. Nuestro anónimo protagonista respondió que bien, tirando; pero bien, ¡qué otra cosa podía decir!, al fin y al cabo su enfermedad era suya y solo suya. Tomó el vaso de vino con su mano derecha y lo elevó hasta su boca para invadir su tripa con ese caldo teñido. Al alzar la cabeza para  facilitar el trago su vista se cruzó de frente con la televisión, en el momento que Rajoy hablaba de lo bien que iba España y de que éramos un modelo a seguir en el resto de Europa.
Nuestro enfermo no pudo evitar que el vaso se le resbalase de las manos y tras pedir perdón y ofrecerse a pagar su importe, salió del bar, y a su enfermedad se unió otra más grave, la rabia impotente, cuyo síntoma principal es la inflamación de la vena del cuello, una sudoración excesiva a la vez que marcados instintos asesinos a nivel psicológico.


Juan Carlos Vázquez

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