viernes, 27 de febrero de 2015

LA VIDA ES CUENTO: “DOS JÓVENES, UNA ORILLA, UN RÍO, UN ÁRBOL Y LA FILOSOFÍA DE HERÁCLITO”

Álvaro y María recuerdan los años que pasaron juntos bañándose en ese río que serpenteaba por las afueras de su pueblo. Aquél árbol en el que tendían su ropa antes del refrescante baño, aquella orilla de hierba verde en la que se tumbaban boca abajo al sol para secarse mientras se miraban riendo, y aquel agua limpia de civilización, trasparente y de sonoros reflejos.
Los veranos pasaban, pero los inviernos también y nos devolvían al verano de nuevo, al río, a estar de nuevo juntos, en el mismo escenario de siempre, junto a ese río y ese árbol centenario.

La vida, como el río, continuó con su impasible y continúo transcurrir, sin descansar ni un solo momento, gastamos el tiempo a la misma velocidad que el río gasta su agua vieja, y al igual que este modifica su trayectoria nuestro jóvenes dividen sus vidas, separaron sus direcciones y aquel lugar del río, al lado del árbol, quedó huérfano de nuestra pareja de adolescentes. 
Pero en la mente de estos, ese rincón del mundo marcó una huella en su memoria que nunca olvidarían.
Según Heráclito nadie puede bañarse dos veces en un mismo río, porque aunque aparentemente el río es el mismo, sus elementos, su cauce, el agua que corre por él, han cambiado siguiendo el compás del tiempo.
De niño, jugaba a ser marino de un pequeño barco de juncos que soltaba en la superficie del río y seguía su navegar corriendo por la orilla hasta que algo le impedía seguir haciéndolo. Siempre llegaba un momento en que desaparecía de su vista, perdiéndolo para siempre.
Tampoco impide que esa niña, ya mujer, se siente en su orilla verde, al lado del chopo y deje simplemente pasar el tiempo por su frente mirando el discurrir del agua, de un agua nueva distinta de la que conoció en su día.
El niño tendrá otros ríos y otros barcos y ella otras muchas orillas de otros tantos ríos; pero siempre pensarán ambos en su sitio primero de aquella orilla de ese río del cual apenas recuerdan su nombre.
Heráclito, no puedo quitarte la razón, claro que no podremos bañarnos en ese mismo río; pero quizá si cerramos los ojos y nos dejemos llevar por la imaginación, al abrirlos sentiremos ese mismo agua, ese frescor y esos mismos olores que nos empaparon aquel día en que nos bañamos juntos, aunque solo sea por un mínimo casi imperceptible instante.



Juan Carlos Vázquez

domingo, 22 de febrero de 2015

SIGLO XXI, ¿NUEVA ERA ROMÁNTICA O REVIVIR DEL SIGLO XIX?

Metamorfósis, de la fuerza y la belleza. Autor: yo
El pasado sábado, día 21 de febrero asistí a la presentación de un libro titulado “Contra la fuerza del viento” de una joven y simpática escritora salmantina, Victoria Álvarez.
Con la ayuda de David Lozano, la joven nos presentó al público asistente, los entresijos de su narrativa en relación con la novela citada, nos habló de su estilo ligero y fluido, de la relación con su editora,  de las influencias que ha recibido, del porque del escenario elegido, en fin de todo lo que se puede decir y mencionar en un acto de este tipo, siempre sin contar el final de la película.
Lo que más me impresionó es la ambientación de la novela, concretamente la época en la que sitúa la acción. Un periodo nada arriesgado, la época Victoriana, el siglo XIX, digo nada arriesgado siempre que se tome desde la óptica lírica del Romanticismo que marcó esa época, y obviando la conflictividad social como característica principal de este momento histórico, centrándonos en el arte y costumbres Victorianas.
Resulta fácil idealizar épocas pasadas, filtrar por el tamiz del tiempo lo que queremos y lo que no queremos dejar pasar, lo que nos agrada y lo que nos incomoda y nos conduce al conflicto; pero esto se puede hacer con una época ya finita, un tiempo del pasado ya concluido.
Volviendo a la presentación del libro, ya en el turno de preguntas, le pregunté acerca de la posible intención futura de escribir una literatura más comprometida con la actualidad, con este tiempo presente, a lo que me respondió que no lo contempla. Leemos para evadirnos, para olvidarnos de los problemas del día a día, no para martirizarnos. Y tiene razón, puede que eso no es lo que venda, además de ser mucho más difícil de abordar.
Para narrar la realidad debemos separarnos de ella, como hace la autora al distanciarse más de un siglo del escenario y personajes de su novela; pero separarnos de la realidad presente con el fin de idealizarla es misión imposible; pese a que el contexto de la época Victoriana en poco difiere del actual, un ambiente marcado por la crisis, la desigualdad, las revoluciones sociales, los grandes cambios a todos los niveles, las revoluciones del pensamiento, el marxismo, el liberalismo, la conciencia del sentimiento de desigualdad de la mujer, la industrialización, el capitalismo, etc.
Dos épocas con una similitud casi especular, que gracias a la imaginación de la historia novelada, se convierten en periodos antagónicos.
Quizá, en algún momento, un escritor se atreva con este reto y sea capaz de transmitirnos esperanza en este contexto oscuro y fangoso y nos transporte a esa época de esclavos vestidos de blanco y si Buana, de obreros negros de humo de catorce horas de sudor, de explotación, de paro, o ejército de reserva que lo denominaba Carlos Marx, de discriminación, contaminación, homogeneidad, de políticas a sueldo del mercado, corrupción. Época y aspectos que han quedado ocultos bajo el velo del romanticismo decimonónico. Es decir nos traslade a este presente idealizado lleno de colores brillantes y caídos que esconden el gris oscuro de la realidad. Y si no es así siempre nos quedará el siglo XIX; pero desde la óptica de Victoria no de la Historia.


Juan Carlos Vázquez

viernes, 20 de febrero de 2015

CUANDO LOS PECES SE CONVIERTEN ENUN TROZO DE PAN SECO Y EL VINO EN VINAGRE

Preparando el jaque mate. Autor yo otra vez
Buenas tardes, dígame qué le pasa.- dijo el doctor.
Buenas tardes doctor, usted verá, me encuentro fatal, casi no puedo ni explicarle lo que me sucede, -dijo el paciente-.
Está bien, desabróchese la camisa que le voy a auscultar, y veremos qué le pasa, dijo el doctor-..
Diga treinta y tres,… otra vez por favor. Ahora inspire y retenga el aire unos segundos. Está bien expire,…-dijo el doctor-.
Pues no le veo nada, vamos a hacerle unas pruebas de abdomen. Desabróchese el cinturón y baje la bragueta por favor. El doctor haciendo presión con sus dedos, recorriendo el abdomen del paciente, en busca de un posible punto de dolor. De repente, al presionar cierta parte de la tripa, el paciente se retorció de dolor y exclamó un alarido que parecía que le habían retorcido sus partes con un alicate rusiente. Ya veo, le duele aquí, ¿verdad?... Esta pregunta sobraba para aquel hombre acurrucado sobre sí mismo a la espera que el dolor se fuese a otro cuerpo.
Bueno, creo que sé lo que le pasa, puso los dedos sobre la zona que le produjo tamaño dolor; pero esta vez sin hacer presión y le comentó al paciente su hallazgo. Lo que tiene usted aquí, lo que le produce a usted este dolor inmenso son dos bultos que tiene aquí, son dos hijos. El médico, con solo hacer la acción de presionar sobre la zona en la que descubrió los dos hijos del paciente, ya provocaba una reacción de dolor en el señor de la camilla.
Pues bien el diagnóstico está claro. El enfermo de hijos asintió con un gesto de su cabeza y le dijo que es muy posible y le preguntó acerca de las posibilidades de solución. El doctor con gesto serio movió la cabeza sin pronunciar palabra en un claro signo de que el diagnóstico señalado no tiene solución alguna.
El paciente, salió de la consulta deprimido, pero a la vez resignado, lo que hay es lo que hay; pero ello no impedía que su cabeza diese vueltas y vueltas en torno al mismo asunto, a su enfermedad, a la enfermedad que comparten miles de personas como él. Una terrible enfermedad cuyos síntomas son un trabajo precario e inseguro, que impide mirar con ilusión hacia el futuro, una mujer en paro, una hipoteca, y dos hijos que alimentar. Las lágrimas comenzaban a saltar la valla de sus ojos y decidió que no podía llegar a su casa con esa actitud, su familia no tenía porqué sufrir su enfermedad; así que decidió tomar un vino peleón en el bar de la esquina de casa, con el fin de despejarse.
Paco, que así se llamaba el camarero, ponme un vino, por favor. El camarero lo saludó y le preguntó por su vida y la de su familia. Nuestro anónimo protagonista respondió que bien, tirando; pero bien, ¡qué otra cosa podía decir!, al fin y al cabo su enfermedad era suya y solo suya. Tomó el vaso de vino con su mano derecha y lo elevó hasta su boca para invadir su tripa con ese caldo teñido. Al alzar la cabeza para  facilitar el trago su vista se cruzó de frente con la televisión, en el momento que Rajoy hablaba de lo bien que iba España y de que éramos un modelo a seguir en el resto de Europa.
Nuestro enfermo no pudo evitar que el vaso se le resbalase de las manos y tras pedir perdón y ofrecerse a pagar su importe, salió del bar, y a su enfermedad se unió otra más grave, la rabia impotente, cuyo síntoma principal es la inflamación de la vena del cuello, una sudoración excesiva a la vez que marcados instintos asesinos a nivel psicológico.


Juan Carlos Vázquez

miércoles, 18 de febrero de 2015

CUANDO TREINTA AÑOS ES MUCHO MÁS QUE TIEMPO VIVIDO

El paso del tiempo, Autor yo tambien
Los antiguos atenienses decían que si quieres hacer reír a los Dioses griegos, háblales de tus planes de futuro; pero a una cierta edad la referencia temporal de los planes se ciñe al presente por vivir y es en ese momento cuando te empieza a importar una mierda lo que los dioses griegos piensen o dejen de pensar. Es esa edad en la que te conviertes en tu propio superhéroe e intentas salvarte de ti mismo de tu propia vida, de la costumbre. Como los protagonistas de Marvel, te pones un ridículo panti de color de la bandera de donde sea y los calzoncillos por fuera, y a salvar el mundo, mejor dicho tu mundo.
Con el mando que controla tu mente das a la tecla “return” en un ejercicio de autoevaluación de tu trayectoria vital. No es preciso que te vayas a una isla desierta o que dejes todo lo que te rodea, solo se trata de un proceso mental que rompa la monotonía de la rutina diaria.
No hay para ello una edad concreta y tampoco es una “crisis”, es más bien un punto de inflexión que separa la ilusión de un futuro incierto de la realidad del presente y de la melancolía del pasado.
Conceptos metafísicos como la felicidad, afloran a tu mente de superman privado, aún de forma inconsciente e incluso en contra de tu voluntad, y te propones firmemente, con tu ridícula indumentaria apoderarte de ella, secuestrar esa felicidad.
El problema está cuando te das cuenta de que tu capa no es mágica y tú no tienes poderes, la incipiente barriga te hace parecer ridículo ante un ciego y lo que es peor, al reflexionar sobre el pasado te encuentras con enormes agujeros negros en la memoria que te impiden ver lo que deseas.
Una foto en blanco y negro puede conducirte, simplemente con cerrar los ojos, a un viaje en el tiempo, y en ese viaje te das cuenta de que has perdido muchas cosas por el camino y al querer reconstruirlo en tu memoria te faltan piezas que te lo impiden. Solo es posible construir hasta donde la caprichosa memoria te permite, formar pequeñas isletas de pasado inconexas y muchas de ellas irrelevantes para tu objetivo final.
 A todos nos gustaría ver nuestro pasado como una película con una continuidad desde un punto concreto, marcado por ejemplo por esa misteriosa fotografía en grises, hasta el presente; pero no hay forma posible. Por mucho que te esfuerzas recuerdas hasta donde los caprichos del cerebro te dejan. La selección de los recuerdos, al menos según creo yo, es independiente de nuestra voluntad, por lo que nuestro cerebro no actúa como querríamos, sino que en cierto modo es independiente de nosotros, lo cual aunque parezca una imbecilidad, podría no ser del todo falso. De otra forma todos seríamos capaces de quedarnos con lo bueno, lo bonito de nuestra vida, con aquello que siempre es agradable traer al presente; y no es esta la realidad.
Yo, por mi parte aquí me quedo con la foto entre mis manos intentando recuperar parte de mi pasado que me niego a olvidar.

*A todos los que sufren Alzhaimer, el infierno hecho enfermedad y a esa chica de la foto en blanco y negro que me hizo recordar


Juan Carlos Vázquez

sábado, 14 de febrero de 2015

UN CAFÉ EN EL MUNDO DE LA MULTITUD DE LA SOLEDAD DE LAS PERSONAS



Título: un hombre solo. Autor: Yo mismo

Es sábado, un sábado cualquiera de principios de año, a unos pocos días de los exámenes de la Universidad. En casa es imposible estudiar, por lo que decido irme a la Biblioteca Pública, está cerca de casa y es un lugar muy acogedor. Era el antiguo Matadero Municipal de Zaragoza que se ha reformado y una de sus naves se ha dedicado a Biblioteca. Entre el silencio, la altura del edificio, las vigas impresionantes que sujetan el tejado y la luz natural que penetra por la zona central del tejado, por una elevación a distinto nivel de este, las horas parecen flexibles, el tiempo dura más y tardo mucho más en gastarlo.
Aunque el sol daña la vista, la temperatura es fría, lo que preludia un buen día invernal y mi estómago parece llamar a gritos un café, un café caliente y dulce que bañe mis tripas antes de fijar la vista y el cerebro en los libros de los clásicos de la Sociología.
Frente a la biblioteca hay un bar, solo hay que cruzar la calle. Me dirigo hacia él y entro en su interior. Buenos días, digo al entrar y tengo la extraña sensación de que alguien ha respondido, o al menos eso quiero pensar. No se oía más que la televisión, que sonaba para ella misma ya que nadie la atendía. La población del lugar estaba compuesta por una serie de seres anónimos, anónimos hasta para sí mismos, independientes entre sí. Dos de ellos tenían la vista fija en un hombre que estaba sentado en una mesa leyando el periódico como si tuviese que examinarse del mismo. Había pocas personas, unos nueve o diez pude contar, y cada una de ellas miraba en una dirección distinta, uno el culo de la camarera, el otro las botellas de detrás de esta, otros hacia las cristaleras que dejaban ver la calle, otro la puerta de entrada, como esperando la llegada de alguien que se estaba retrasando, otros el suelo y yo los recorro a todos con mi mirada.
El ruido de la cafetera, de la máquina tragaperras, con su búsqueda incansable del ludópata de turno, de las monedas de los que pagan su consumición sobre la barra, de las monedas de los cambios que devuelve la camarera, las cucharillas chocando con las paredes de las tazas, en su incansable giro para disolver el azúcar y la televisión, sonando sola en lo alto de una de las esquinas del bar.
Unos entraban y otros salían, como si se fuese renovando el interior del local con nuevos personajes desconocidos, en un movimiento que aunque no frenético si constante, lo que añadía un ruido más al archivo de ruidos del lugar, los chirridos de la puerta y del muelle de la puerta, faltos ambos de aceite.
¿Cuánto es el café?, - dije a la camarera-, esta fue mi segunda frase, junto con el saludo de cuando entré. Un euro diez, - me dijo sonriente-, le dejé el importe sobre la barra, con el típico sonido de las monedas al dejarlas caer sobre ella y me fui, igual que vine, solo.

Juan Carlos Vázquez

viernes, 13 de febrero de 2015

SOÑAR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS Y A PESAR DE RAJOY

Un mal sueño que pinté un día
Hay quien dice que los sueños son en blanco y negro, por lo que quizá muchos de nosotros veamos la vida como Calderón de la Barca, como un sueño, un triste sueño en tonos grises. Quiero decir en blanco y negro, ya que si admitimos la escala degradada de grises, estamos asumiendo la existencia de infinitud de posibilidades, cuando no es cierto. 
Nos debatimos entre una multitud de opciones polarizadas entre si, como el blanco y el negro, la existencia o la ausencia, el ser o el no ser, el trabajo o el no trabajo, la salud y la enfermedad y un largo, muy largo etcétera.
A mí me gusta pensar que si bien la vida real es en blanco y negro, el mundo de los sueños es en colores, contrariamente a lo que dicen los científicos. Por otro lado me da igual lo que estos señores afirmen en sus leyes empíricas o teóricas, mis sueños son míos y con ellos hago lo que me da la gana y los pinto del color que me apetece. De otra parte hay que dejar claro que el mundo de los sueños es incontrolable, por suerte; pero eso no significa que no podamos cerrar los ojos y buscarlos, o buscarlos con los ojos abiertos sin necesidad de cerrarlos, so pena de que nos llamen locos, lo cual nos da igual, al menos a mí. Loco, si loco, pues loco si la locura me permite percibir el color y abstraerme del mundo de las sombras monocromas.
También se me ocurre, y esto no solo lo pienso yo, que el mundo de lo real, de lo palpable, de lo ausente de color no nos pertenece, sino que somos nosotros los que pertenecemos a él. Tenemos la falsa sensación de que con nuestras acciones creamos y recreamos nuestra vida y adaptamos lo que nos rodea a nuestros intereses en busca de una felicidad que siempre se esconde; pero no es así, es posible que no seamos otra cosa que marionetas al servicio de unos intereses superiores a nosotros mismos que nos superan. Pongamos un ejemplo de esto: con nuestro voto conformamos el gobierno, por lo que está en  nuestras manos nuestro futuro. Tenemos cierta sensación de control sobre nuestro futuro. Una vez en el gobierno, las presiones que actúan sobre los gobernantes hacen que estos se desentiendan de aquellos que los pusieron en el poder, es decir de todos nosotros, y de las promesas que nos hicieron.
Como esto sucede realmente he decidido que quiero dedicarme a soñar, a ver un mundo en el que el color se abra paso en la oscuridad, en el que los que asustan a los niños sean los que tengan miedo, en el que los que se alternan periódicamente en las posiciones de poder deban dar explicaciones de sus oscuras acciones blanquinegras. Pienso, además que este sueño puede hacerse realidad y comienzo a abrir lentamente los ojos, casi con miedo de que mi sueño se pierda y comienzo a ver la multitud de colores que veo en mi interior proyectadas en el exterior, colores que al combinarse entre sí se multiplican y se mezclan y brillan y lo oscuro se retira dejando paso a la luz. Sigo abriendo los ojos y mi mundo de los sueños se funde con mi mundo de la realidad y todo se rodea de tonos verdes, del color de la esperanza. Y no quiero perderlo; así que cierro los ojos de nuevo, como si con eso evitase que mi deseo se esfumase entre las pestañas, y los aprieto con fuerza. Ya confundo el sueño con la realidad y no se si mi equilibrio mental peligra, pero me niego a abrir los ojos y veo con mis ojos cerrados que el color que inunda mi interior me introduce en un profundo sueño; pero estoy despierto.

Juan Carlos Vázquez

miércoles, 4 de febrero de 2015

DESMENUZAMIENTO DE UNA REFLEXIÓN DEBIDA A QUE UNA TARDE CAYÓ EN MIS MANOS UN ARTÍCULO DE ZYGMUNT BAUMAN, BAUMAN PARA LOS AMIGOS



Según afirma Zygmunt Bauman, Bauman para los amigos, vivimos en un mundo líquido, y no lo dijo por la abundancia de bares, sino basándose en la idea de inconsciencia sobre la que construyó su particular descripción y definición del mundo que nos rodea. De esta forma definió el amor como amor líquido, la vida como vida líquida y la modernidad de igual manera, convencido que el cambio es lo único permanente y la incerteza la única certeza. Así, la vida, la vida moderna puede tomar multitud de formas distintas; pero la fragilidad, la temporalidad, la vulnerabilidad y esa inclinación al cambio constante, son variables que encontramos en todas y cada una de ellas.
Vivimos en un mundo dominado por la incertidumbre, vivida esta en clave negativa, y por la impotencia. Estos dos factores se combinan a modo de cocktail y terminan dañando nuestra autoestima. Cuando esto sucede nuestro ánimo se torna inestable, rozamos la esquizofrenia, comenzamos a arañar las paredes y nos desesperamos en busca de una milagrosa solución, una pócima traída del Lejano Oriente, Un brebaje robado a las brujas gallegas. La solución la encontramos refugiándonos en la electrónica, en las nuevas tecnologías; en las pantallas led; pero las usamos al revés. las utilizamos para encerrarnos aún más en nosotros mismos, encerrarnos en cuartos en las que solo oímos nuestro eco o en habitaciones repletas de espejos en las que solo hallamos nuestro reflejo. Gracias a estas tecnologías, somos capaces de crear un mundo ausente de conflicto, una especie de zona cero, carente de todo contacto con el ruidoso y a veces terrorífico mundo exterior.
Hoy día hemos desarrollado la capacidad de poder vivir en dos mundos diferentes que no se complementan sino que se oponen y se perjudican entre ellos: el mundo “online” y el “offline”. El primero virtual y con la capacidad de borrar lo negativo a golpe de click y el segundo brutal y amable a la vez, el Mundo de lo que Schutz llamó la intercomunicación, de la vida y las relaciones humanas, el mundo, en fin, de la vida cotidiana.
Esta separación de mundos ha condicionado, en parte, el desapego hacia las “Instituciones Tradicionales”, les hemos perdido el respeto y somos conscientes de que no funcionan correctamente. Por ello buscamos nuevas fórmulas de gestión y de coordinación, de participación activa, de corresponsabilidad política, de asociacionismo.
Desde la modestia me gustaría incidir en una cuestión que considero interesante en este divorcio entre estos dos mundos mencionados por el autor y es que los que ostentan hoy día el poder, y digo poder no autoridad, viven en un mundo totalmente separado e independiente del resto de los no poderosos, un mundo que puede ser tan real como el del resto de los mortales, pues estos aunque poderosos también se mueren. Es decir, existen dos mundos polarizados, pudiendo ser ambos “Offline”, entre ellos existe una comunicación unidireccional, de arriba hacia abajo, producida exclusivamente dentro del mundo “Online”. Dentro de cada uno de los dos mundos Offline existe el mundo Online, que puede incluso ser el mismo a nivel informacional; pero totalmente ausente de diálogo o de comunicación entre ambos mundos tan dispares y dicotómicos. La comunicación bidireccional en el mundo “Online” sería capaz de romper las fronteras virtuales entre ambos mundos, el poderoso y el no poderoso y eso no interesa a los primeros; pero ¿qué pasaría si los no poderosos se planteasen seriamente esta posibilidad?.
Esta pregunta que hago en clave futura quizás podamos hacerla en tiempo presente; pues según Bauman lo único constante es el cambio y esta constancia está marcando nuestra actualidad, haciéndonos testigos de algo que aunque buscado y deseado nos asusta; pero no renunciamos a ello. Quizá la frontera entre los dos mundos se esté haciendo un poco más líquida, y me alegra ser testigo en primera fila de este espectáculo, le pese a quien le pese.

Juan Carlos Vázquez