“Las recurrentes discrepancias de criterio entre la fiscalía y el magistrado no hacen sino echar más leña al fuego en un caso plagado de polémica en el que la figura del juez ha cobrado el mismo protagonismo que la del principal imputado. Silva, de hecho, ha sido relevado temporalmente de la investigación de la segunda columna vertebral del caso Caja Madrid: la que se ocupa de indagar en los cuantiosos préstamos que la firma concedió a Marsans, la empresa del entonces presidente de la CEOE_y consejero de la caja, Gerardo Díaz Ferrán. La defensa de Blesa presentó una solicitud de recusación contra Silva alegando la “manifiesta falta de imparcialidad” del magistrado, su interés personal directo e indirecto en el caso y su “enemistad manifiesta” con el imputado, demostrada “en su tono despectivo y denigrante”.
La Democracia Representativa occidental, (que ni es lo uno ni lo otro), se está disolviendo entre los huracanes de la crisis y de la corrupción política, pasando a ser considerada por, cada vez más voces como poliarquía, término acuñado por Robert Dahl, y adoptado por gran número de politólogos y sociólogos actuales.
La clase política, formada por un conjunto limitado de personajes en situación de privilegio, habitantes de un mundo ajeno al conocido y poblado por el resto de los mortales, transforma, malicia y emputece el ámbito ideológico político. Hace de la Política con mayúsculas, la política con minúsculas, regida y orientada por los intereses egoístas de este pequeño grupo corporativista de oligarcas.
No contentos con el control del poder ejecutivo y legislativo, pretenden, también, controlar el tercer poder, el judicial, aglutinando en uno solo todos ellos, con el único fin de reservar y perpetuar su estatus y mantener inviolable la impunidad de sus abusos y corruptelas.
La justicia es ciega y posee una espada y una balanza; pero en manos de estos buitres se convierte en tonta, sorda y se dibuja con un rollo de papel higiénico, para poder limpiarse de toda la mierda con que la pretende enrunar la clase política.
En este juego de control y aglutinamiento de los poderes, con el único objetivo de acabar y enterrar para siempre el criterio de división de los mismos, base y fundamento de toda democracia que se aprecie como tal, hace que tengamos una justicia en la que el juez es el fiscal y el fiscal es el abogado defensor, típica de los cuentos de Pepito Grillo.
La “predecibilidad” de la justicia, según la cual todo ciudadano que no haya cometido delito alguno, puede respirar tranquilo, queda en entredicho y abandonada en los sótanos más profundos del edificio de la miseria y de la hipocresía política. La corrupción no es severamente castigada, el dinero robado no es devuelto, las infantas cantan mientras hacen bolillos en la alcoba de su palacio, el condenado en los juicios es el propio juez, el fiscal recusa al juez y se convierte en abogado defensor, el acusado entra a los juicios igual que sale, con una gran sonrisa y los bolsillos llenos del dinero que no es suyo, además, es espectador privilegiado de la cháchara judicial, con asiento de palco.
Estas pantomimas mediáticas, sumen al pueblo desesperado en el desencanto absoluto de sus Instituciones y nos remonta a la revisión del pasado reciente y a esperar que no se repita lo de la República de Weimar. Solo nos quedan unos pocos abanderados de los valores de justicia y ética que vestidos de jueces normales, tienen agallas para decirle a la Infanta que deje de cantar mientras hace bolillos, que no nos gusta ni su voz ni la canción, para sentar en el banquillo de los acusados a los protegidos de la política y expoliadores de lo público. Tienen profesión suficiente para ignorar las presiones de los que gobiernan (a nuestro pesar), y abren una brecha en la oscuridad que nos permite vislumbrar un pequeño haz de esperanza en esta mierda de Democracia que nos quieren vender y que nada tiene que ver con lo que todos entendemos por este término.
Juan Carlos Vázquez
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