¿quién será?, ponerle nombre y música de terror, que a mí me da la risa |
El cielo se
oscurece y las gentes dirigen su mirada hacia él. Tanto cofrades como público,
creyentes o no creyentes, contemplan el fundido en negro del aire, como se
cubre el ambiente de triste gris marengo que enciende las luces de las farolas
e impulsa una leve brisa que amenaza con volverse violenta. Pero no llueve, es
posible que la procesión salga. Quizás cuando pare de soplar el viento, que
como un sujetador contiene el líquido de las nubes, este quede libre y caiga
sobre nuestras cabezas, calvas o con pelo, peinadas o despeinadas, llenas o
vacías.
El paso procesional
espera la orden, los costaleros calientan el cuello con giros de cabeza en ángulos
de trescientos sesenta y cinco grados, acompañando estos movimientos con
respiraciones sonoras y profundas. Solo suenan las voces de algún niño,
apelando la atención de su madre, o un abuelo sonándose la nariz, o el borracho
que no sabe ni quien es pidiendo otro vino; pero nada más. El silencio de la
tensión del momento permite oír los latidos del corazón del hombre que tenemos
al lado, mirando al cielo, como todos.
La tensa espera me
inquieta, como inquieta a todos y acelera nuestros latidos de vida, y
comenzamos a cambiar el peso del cuerpo de un pie a otro, con una postura de
caderas u otra y comenzamos a mirar a uno y otro lado y vemos caras, caras de
gente que mira al cielo como yo y como tú; pero caras que me suenan, sobre todo
la de mi derecha. No puede ser, son los reyes de España, a mi lado, como si
fueran personas. No me lo creo y de un codazo, suave, llamo la atención de mi
mujer para que me confirme mi visión. Asiente con la cabeza, con lo que queda
confirmado, son ellos. Más adelante veo al príncipe y a la Leti; pero ya no me
extraña, también un montón de gente que los acompaña. A quien no veo es a la
preferida del rey, a mi quinta, Cristina, ni a su marido por supuesto. Nunca lo
olvidaré, pese a que no les tengo la menor simpatía a ninguno de ellos, no lo
olvidaré; pero no porque fueran ellos ni intentaran engañar al pueblo con sus sandalias
de pescador, sino porque fue el día que un juez, con lo que hay que tener para
ser juez, imputó a una princesa de una Casa Real en pleno ejercicio de sus
funciones, ¡olé tus huevos!.
Sale la procesión,
al fin, el cielo ha abierto y sale el crucificado o el Cristo de la Buena
Muerte, como aquí en San Roque lo llaman, por la puerta de la Iglesia de Santa
María la Coronada. Su rostro refleja el dolor mejor que el dolor mismo y no sé
porqué su rostro me resulta conocido. Todos gritan al Cristo Castro y a su lado
la Magdalena Cristina, con falsas lágrimas, arrodillada bajo la cruz y guiñando
el ojo a su padre, que estaba a mi lado, como si fuera uno más.
Colorín colorado
esta historia no se ha acabado y si yo fuera un juez de Mallorca tendría mucho
cuidado, pues en elos cuentos de princesas siempre la paga el más pringado.
Juan Carlos Vázquez
“El juez instructor del caso Nóos ha imputado hoy a la infanta
Cristina (vocal de la Junta Directiva de la Asociación Instituto Nóos y en la
mercantil Aizoon S.L.)", porque considera que hay indicios de que pudo
consentir que su parentesco con el rey fuera utilizado por Iñaki Urdangarin y
su socio, Diego Torres, en las actividades de Nóos, lo que podría constituir un
supuesto de "cooperación necesaria" o "complicidad" en los
delitos supuestamente cometidos”.
Mira Gaviota , habia empezado a escribir tontadas y melonadas varias (lo he borrado todo y he empezado de nuevo).
ResponderEliminarY me he dado cuenta de que en el fondo yo quiero ser de AINZON que tienen un vino cojonudo y buena jente .
Solo espero que al final solo se salven los de Ainzon.
Son buena jente y ademas tienen buen vino.
Salud.