Estamos acostumbrados a
escuchar a nuestros mediocres gobernantes, a utilizar indistintamente los
conceptos “crecimiento” y “desarrollo”, gramaticalmente hablando claro, aún
cuando responden a significados que difieren sustancialmente uno del otro.
El término crecimiento
responde a concepciones uni, bidireccionales o tridimensionales concretos, es
decir, puede ser representado de forma simple mediante gráficos en dos o tres
dimensiones de ejes cartesianos. Cuando una persona crece, lo hace en altura, o
lo hace en anchura o lo hace en volumen. La nariz de Pinocho crece en longitud
cuando mentía ante las preguntas del capullo de Gepetto, digo capullo, con
razón, porque a qué otro se le ocurre hacerse un hijo de madera. Podemos poner
más ejemplos de crecimiento en este sentido: órganos que crecen
desmesuradamente ante ciertos “incentivos”; pero no lo voy a definir con
detalle, vaya a ser que me tachen de obsceno, además puede haber niños, políticos
del PP, padres del Foro de la Familia o curas leyendo esto.
Cuando queremos usar
“crecimiento”, atendiendo a conceptos “no físicos”, debemos definir con
claridad el aspecto puntual de la realidad a que nos referimos. Me explico, si
decimos que tal o cual persona ha crecido, con la intención de, obviando los
factores físicos de altura, anchura y volumen, fijarnos en la ampliación de sus
valores como persona: sociabilidad, inteligencia, autoestima, etc. No hablamos no
de crecimiento, sino de desarrollo y así hablaremos de desarrollo intelectual o
desarrollo humano o de desarrollo de lo que nos dé la gana..
Si nos ceñimos al ámbito
político, podemos comprobar que estas dos palabras se usan de forma
indiscriminada, abarcando con una o con otra, todos los aspectos o factores que
se intentan definir. Nuestros representantes y decisores de la política, sobre
todo los regentes actuales de la élite gobernante, utilizan crecimiento
económico en un sentido agregado del término, cuando, para ello deberían usar
el de “desarrollo”. Crecimiento económico se refiere única y exclusivamente a
eso, a crecimiento económico. Este tipo de crecimiento refleja sólo datos
estadísticos, cuantificables, de la economía, y no de la economía en general,
sino en particular, de la economía monetaria o financiera.
El crecimiento económico, en
el sentido en que es usado por esta especie rajoniana, define un incremento de
beneficios del sector concreto y preciso del que se trate dentro de esa
economía.
En resumen, crecimiento
económico, puesto en boca de nuestros políticos, es un crecimiento puntual de
un aspecto concreto de nuestra situación financiera, bien sea PIB, PNB, o
beneficio de la entidad o institución a que se refiera: banco, empresa,
Organización, etc.
Usan “crecimiento” en contra
de todo principio democrático, desestimando el “Desarrollo”, cuando este último
engloba al anterior. El “crecimiento” es necesario; pero no suficiente para el “Desarrollo”,
ya que este último es un término holístico, que abarca toda una serie de hechos
sociales o factores que propician el Estado del Bienestar, para lo cual
requerimos un “crecimiento” económico, pero no se puede dejar de lado, que este
crecimiento debe ir seguido de una mejora de las condiciones de trabajo, unos
salarios dignos, cierta estabilidad laboral, acceso a una vivienda digna, a una
educación de calidad y a atención sanitaria universal y gratuita. Además, de la
garantía de una serie de derechos y libertades reconocidos, que deben ser
respetados, nunca sacrificados en pro de ese crecimiento económico, que solo
beneficia al aspecto concreto de la economía que se trate.
Así que señores políticos
“profesionales” de “no te muevas que no sales en la foto”, no nos hablen de “Crecimiento”
y añadan a sus vocabularios personales “Desarrollo”, ahora que ya saben qué es
y lo que implica. No nos vengan con cuentos de Caperucita, que ya hace años que
la desvirgaron mientras se lavaba sus partes en el río, que los cuentos
cambian.
Pero, qué podemos esperar de
la fidelidad enciclopédica de unos personajes que se hacen llamar “populares”,
cuando todos sabemos, con certeza absoluta, que no lo son ni lo serán nunca, aunque
se disfracen de Brad Pitt en el convento de clausura del país de Nunca Jamás.
Juan Carlos Vázquez
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