Somos lo que vemos,... y algunos, por suerte, crecen y cambian |
Es curioso
y es también legal, cada uno que se manifieste por lo que crea justo, así unos
lo hacen a favor del aborto, otros en contra; unos en defensa de la tortuga
gigante de Oceanía, otros contra los Sanfermines, otros a favor de las gafas de
sol, contra la tortura, contra los semáforos, a favor del Papa, de Rajoy, en
contra del Papa o de Rajoy, Por los tiempos pasados, por el futuro.
Lo importante
es manifestar lo que uno siente, expresar libremente las ideas; pero tal como
está la programación de manifestaciones de uno y otro signo, acabaremos por
equivocarnos de lugar y acudir a manifestaciones en las que se pide aquello que
no concuerda con lo que pensamos o que se opone radicalmente a ello. A este
ritmo, ante esta explosión de júbilo democrático plañideroso, nos vamos a
volver locos. Los trajeados habitantes de los centros de nuestras grandes
ciudades, se asomarán a las ventanas de sus aisladas oficinas, aisladas hasta
de la Crisis,
y se preguntarán qué manifestación toca hoy, -hoy son los mineros de Teruel-. Dirá,
-bueno, vamos a tomar un café-, al tiempo que busca en un mapa dónde estará
Teruel. Estos habitantes de los centros de las ciudades, estos urbanitas de
traje y corbata, perfumes caros que solo compran ellos, forman el núcleo de la
población de estos lugares, el centro de la diana, a partir de él y en círculos
concéntricos se distribuirá el resto de la población, de tal forma que el nivel
de riqueza irá disminuyendo conforme nos alejemos de este.
Los zapatos
de marca y de piel se van transformando de un nivel a otro nivel llegando a
convertirse en el círculo de población más alejado en zapatillas marca “tórtola”;
los trajes de Armani o Guchi en chándales de los comercios chinos del Todo a
Cien.
Esta
distribución en círculos concéntricos de población, atiende, como hemos dicho
al nivel de riqueza, en un sentido, o al de pobreza en el otro; pero también
representa círculos de participación y de implicación cívica. Los manifestantes
que día a día inundan los ejes principales de las ciudades son los habitantes
de los círculos medios y alejados del foco central, del corazón económico de
las ciudades, como es lógico y natural. Son los artistas callejeros que con sus
eslóganes originales llenos de ironía, sátira, humor y sobre todo creatividad,
amenizan las duras mañanas de trabajo de los trajeados habitantes del Centro.
El día
siete fue el turno de una asociación religiosa extremista, “Hazte Oír”, se
llaman, una especie de integristas islámicos; pero estos católicos, que ahora
son los buenos, por lo menos a este lado del mundo. Pedían el fin del aborto
desde preceptos meramente católicos, lo cual me parece muy bien, y desde luego
si uno no quiere abortar nadie puede obligarle a ello; pero de la misma forma
si alguien quiere hacerlo, por los motivos particulares que el crea, nadie debe
poder impedírselo.
Vamos a ser
un poco serios y dejar a Dios lo que es de Dios y al hombre lo que es del
hombre. Los asuntos del alma a ella solo pertenecen, el problema se produce
cuando un doctor de la iglesia se pone a operar en un quirófano, o a manejar un
banco o a robar niños ajenos basándose en una moral creada por ellos para sus
propios fines. Una Iglesia que quiso apropiarse de la Caridad como un modo de
subsistencia, que ha sido capaz de montar un imperio como el Vaticano, que ha
tenido infinidad de denuncias de pederastia, denuncias también por robar niños
de aquellas que en su día no podían ni querían abortar. Con representantes
directores de bancos que tras quebrar se aseguraron su sustento personal, con
templos que vallan sus portales para que no se refugien en ellos los pobres de
nuestras ciudades.
Si se
dedicasen a lo que realmente se deben dedicar, quizás nos ahorraríamos más de
un problema. Madres con sus niños en brazos, monjitas y curitas, obispos,
pperos, adolescentes menstruando alegría celestial, jóvenes adoctrinados,
abuelos de éstos y artífices de los mismos, vírgenes en busca de su iluminado
particular que la alumbre, célibes y castos en riesgo de autocombustión, algún
perro lanudo y virgen, añorantes del misticismo ascético, policías
antidisturbios para proteger esta moral manifestación y alguno que se confundió
de día y de manifestación.
Todos a la
calle, a enseñar a todos los frutos de sus madres, ellos mismos. Claro está que
este no es el momento de quedarse en sus casas o en sus Iglesias, no es el
momento cuando tienen un ministro por herencia divina que defiende sus
radicales propuestas sin considerar lo más importante, la libertad de una madre
que de forma totalmente racional decide interrumpir su embarazo.
Juan Carlos
Vázquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario