miércoles, 17 de octubre de 2012

EL HOMBRE QUE BUSCANDO LA FE, PERDIO LA RAZON. SE FUE AL BAR A TOMAR UNA CAÑA Y SE ENCONTRÓ CON UNA MANIFESTACIÓN.



Somos lo que vemos,... y algunos, por suerte, crecen y cambian
Cerca de mil personas se manifiestan en Madrid para pedir la prohibición total de la interrupción del embarazo.
Es curioso y es también legal, cada uno que se manifieste por lo que crea justo, así unos lo hacen a favor del aborto, otros en contra; unos en defensa de la tortuga gigante de Oceanía, otros contra los Sanfermines, otros a favor de las gafas de sol, contra la tortura, contra los semáforos, a favor del Papa, de Rajoy, en contra del Papa o de Rajoy, Por los tiempos pasados, por el futuro.
Lo importante es manifestar lo que uno siente, expresar libremente las ideas; pero tal como está la programación de manifestaciones de uno y otro signo, acabaremos por equivocarnos de lugar y acudir a manifestaciones en las que se pide aquello que no concuerda con lo que pensamos o que se opone radicalmente a ello. A este ritmo, ante esta explosión de júbilo democrático plañideroso, nos vamos a volver locos. Los trajeados habitantes de los centros de nuestras grandes ciudades, se asomarán a las ventanas de sus aisladas oficinas, aisladas hasta de la Crisis, y se preguntarán qué manifestación toca hoy, -hoy son los mineros de Teruel-. Dirá, -bueno, vamos a tomar un café-, al tiempo que busca en un mapa dónde estará Teruel. Estos habitantes de los centros de las ciudades, estos urbanitas de traje y corbata, perfumes caros que solo compran ellos, forman el núcleo de la población de estos lugares, el centro de la diana, a partir de él y en círculos concéntricos se distribuirá el resto de la población, de tal forma que el nivel de riqueza irá disminuyendo conforme nos alejemos de este.
Los zapatos de marca y de piel se van transformando de un nivel a otro nivel llegando a convertirse en el círculo de población más alejado en zapatillas marca “tórtola”; los trajes de Armani o Guchi en chándales de los comercios chinos del Todo a Cien.
Esta distribución en círculos concéntricos de población, atiende, como hemos dicho al nivel de riqueza, en un sentido, o al de pobreza en el otro; pero también representa círculos de participación y de implicación cívica. Los manifestantes que día a día inundan los ejes principales de las ciudades son los habitantes de los círculos medios y alejados del foco central, del corazón económico de las ciudades, como es lógico y natural. Son los artistas callejeros que con sus eslóganes originales llenos de ironía, sátira, humor y sobre todo creatividad, amenizan las duras mañanas de trabajo de los trajeados habitantes del Centro.
El día siete fue el turno de una asociación religiosa extremista, “Hazte Oír”, se llaman, una especie de integristas islámicos; pero estos católicos, que ahora son los buenos, por lo menos a este lado del mundo. Pedían el fin del aborto desde preceptos meramente católicos, lo cual me parece muy bien, y desde luego si uno no quiere abortar nadie puede obligarle a ello; pero de la misma forma si alguien quiere hacerlo, por los motivos particulares que el crea, nadie debe poder impedírselo.
Vamos a ser un poco serios y dejar a Dios lo que es de Dios y al hombre lo que es del hombre. Los asuntos del alma a ella solo pertenecen, el problema se produce cuando un doctor de la iglesia se pone a operar en un quirófano, o a manejar un banco o a robar niños ajenos basándose en una moral creada por ellos para sus propios fines. Una Iglesia que quiso apropiarse de la Caridad como un modo de subsistencia, que ha sido capaz de montar un imperio como el Vaticano, que ha tenido infinidad de denuncias de pederastia, denuncias también por robar niños de aquellas que en su día no podían ni querían abortar. Con representantes directores de bancos que tras quebrar se aseguraron su sustento personal, con templos que vallan sus portales para que no se refugien en ellos los pobres de nuestras ciudades.
Si se dedicasen a lo que realmente se deben dedicar, quizás nos ahorraríamos más de un problema. Madres con sus niños en brazos, monjitas y curitas, obispos, pperos, adolescentes menstruando alegría celestial, jóvenes adoctrinados, abuelos de éstos y artífices de los mismos, vírgenes en busca de su iluminado particular que la alumbre, célibes y castos en riesgo de autocombustión, algún perro lanudo y virgen, añorantes del misticismo ascético, policías antidisturbios para proteger esta moral manifestación y alguno que se confundió de día y de manifestación.
Todos a la calle, a enseñar a todos los frutos de sus madres, ellos mismos. Claro está que este no es el momento de quedarse en sus casas o en sus Iglesias, no es el momento cuando tienen un ministro por herencia divina que defiende sus radicales propuestas sin considerar lo más importante, la libertad de una madre que de forma totalmente racional decide interrumpir su embarazo.

Juan Carlos Vázquez

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