Aunque lo
parezca, por su sugestivo título, este relato no tiene nada que ver con una
declaración de amor, emociones o de sentimientos erótico – festivos; sino todo
lo contrario. En este, intentaré expresar, desde el sosiego y la calma, el
motivo de mis desvelos, que no es otro que la contemplación de un mundo
idiotizado dominado por unos dominantes dominadores de pacotilla que no hay
Dios que los baje de su silla. Comenzamos bien, hasta con rima…, pues vamos a
continuar.
Respiro
hondo y cojo aire, de fondo un disco de “Vángelis” juega con las ondas del aire
que inunda mi espacio de reflexión profunda. Sentado en mi particular trono, contemplo a mi izquierda una
cortina impermeable y a mi derecha un sedoso papel blanco tan bien enrollado que da la sensación de pedir a gritos que juegues con él, que estires de él. Un poco más alejado el bidé, justo
debajo de un radiador colgado en la pared a modo de toallero. La puerta cerrada
y frente de mí, yo otra vez; pero yo al revés, mi yo en el espejo situado
sobre el lavabo. Aunque en apariencia sea una zona de la casa fría e inhóspita, es el único lugar en que somos realmente nosotros, aquí
no vale fingir, te desnudas, te limpias las impurezas externas y, cantas
sin pudor y al hacerlo liberas tu alma de vergüenza.
Tu voz suena cual barítono y entonas arias, adagios y hasta zarzuela, transformándote en tenor, o soprano o mezzosoprano, es igual, nada importa, eres libre y estás solo. (Si no estás solo no se te ocurra hacer el payaso como cuando sí lo estás).
Tu voz suena cual barítono y entonas arias, adagios y hasta zarzuela, transformándote en tenor, o soprano o mezzosoprano, es igual, nada importa, eres libre y estás solo. (Si no estás solo no se te ocurra hacer el payaso como cuando sí lo estás).
En este
habitáculo forrado de cerámica, tras hacer lo que allí has ido a hacer, dedicas
un tiempo a tu interior, a la meditación, silenciosa, aislada y fría. Miras el
espejo intentando ver más allá de lo reflejado, cierras los ojos; pues con
ellos abiertos sigues viéndote a ti mismo con los pantalones bajados, y eso
rompe con toda magia.
De pronto
la pituitaria de nuestra nariz detecta un aroma que no le es desconocido, e
incluso me atrevo a decir que no le resulta desagradable, quizás sea
por identificación, y mi pensamiento, inmediatamente deriva hacia derroteros no
buscados voluntariamente. Mis deseos se desvanecen en pro de la nueva dirección
a la que me conducen las infinitas reacciones químicas de las neuronas de las circunvalaciones cerebrales.
Relaciono
el olor con algo conocido…, la política, todo me comienza a oler a Rey, a
Rajoy, a Zapatero, a Rubalcaba, a Aznar, a Felipe. Olores a naturaleza política
podrida que salen del interior de la taza del water, entre el hueco dejados
por mis piernas entreabiertas. Sale de ahí, es repugnante, ¿cómo es posible tanta
mierda junta?, ¡qué asco!. ¡A la mierda mi periodo de meditación!, ¡serán
cabrones!, ¡cuadrilla de sanscoulottes!, ¡fetos malparidos!.
Siempre la
misma historia; aunque por suerte en este mi pequeño mundo impermeabilizado y forrado de baldosas
es fácil desprenderse de la mierda, basta con tirar de la cadena, (¿porqué
diremos siempre tirar de la cadena cuando lo que hacemos es presionar un
pulsador o tirar de un tirador?) y adiós, al fondo del mar, ¡matarile, rile,
rile, matarile, rile ron, chis, pón!. Parece que vuelvo a sonreír, mi vida
comienza a llenarse de gozo, ¡si todo fuera tan fácil!.
A mi
querido Rajoy que me lo imagino marrón y con moscas a su alrededor y me asusta,
y a su niña, que da más miedo, si es que eso es posible, os despido vaciando la
cisterna y os veo marchar tragados por el remolino perfecto que produce el agua
al vaciarse en este hemisferio.
Juan Carlos
Vázquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario