martes, 22 de julio de 2014

¡PAPA, PAPÁ!, ¿QUÉ LLEVA ESA PALOMA EN EL PECHO?, NADA HIJO UNA BOMBA

Estos son los niños de Palestina haciendo lo que tienen que
hacer, jugar y divertirse. Son niños, solo eso
Qué extraño misterio hace que la blanca paloma de la paz arroje bombas contra los hombres, porqué usamos tan frecuentemente la paz como único modo de justificar la guerra.
Un coro de niños cantando bajo el clamor de las bombas en una tierra con las neveras llenas de hambre.
Los niños bailan el baile de quien será el siguiente en morir, mientras sus padres lloran ya sin lágrimas.
Qué mierda de paz es esta en la que el cielo es negro y los pájaros cantan el susurro de los bombardeos.

Un adulto entra en una guardería y le da una paliza a los niños que se esconden tras su cuidadora, un tanque entra en un asilo aplastando a todos los que se encuentra a su paso, un elefante se posa sobre un hormiguero, e Israel asesina más de quinientas personas en una semana.

Cómo hemos llegado a integrar estos hechos macabros y asesinos en el baúl de lo cotidiano y común. Por qué tanta barbarie es capaz de asimilarse tan rápido y deja de afectar a nuestras emociones.
América, occidente, Israel de un lado, Palestina y el mundo árabe del otro, la mierda de la ONU en medio, ¡mentira!.

Aquí no está ni Alá, ni Jesús, ni Buda, ni Zeus, ni el jamón en vinagre; este es el reino donde se crea el odio, el rencor, el sitio donde nacen los mártires, donde la vida no se vende porque no vale nada. Al otro extremo, en las casas con jardín del oeste basta con darle a un botón del mando de la televisión para pasar de la guerra a la música o a una película ya vista con anterioridad, donde los muertos son actores y no mueren de verdad.
Qué pasa, por qué no nos gusta la verdad. La verdad es cruel y solo hay una y no me refiero a una realidad teológica, sino a la realidad humana, a la crueldad del hombre, a la cobardía del poder.
Ya no hay pudor en enseñar imágenes de niños muertos, desguazados por bombas, sobre los brazos de sus padres. Los muertos son, casi siempre de ellos, de los otros.
Qué le pasa al hombre, dónde ha quedado ese hombre que luchaba por la libertad y por los derechos humanos, o es que somos como los infantes que pierden el deseo de los objetos deseados una vez que los consiguen. Por qué somos tan hipócritas.

Si terrorismo deriva del terror, todos sabemos quien puede describir a la perfección ese fenómeno, que no son otros que los que siempre pierden, los que siempre mueren. Los que mandan matar no mueren, solo envían a la muerte a otros que son matados por otros mandados que no quieren matar; pero tienen que hacerlo.
Esto no es una guerra, como se ha llegado a decir, es una masacre, m-a-s-a-c-r-e, de la que todos somos culpables, hasta los que mueren lo son.
Y ahora que me hablen de paz, de Naciones Unidas, de los derechos del niño, del sueño americano y de lo que les de la gana.

Juan Carlos Vázquez

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