viernes, 29 de noviembre de 2013

PARLAMENTARISMO ABSOLUTISTA, ¡VIVAN LAS CAENAS!, ¿OTRA VEZ?...




Llega un momento en que el divorcio entre el Tercer Estado, el pueblo, y la clase gobernante es tan patente que podemos considerarlos mundos diferentes. Hasta el punto de que la crítica política se hace inútil, pues las ideas de este mundo no pueden afectar a un mundo diferente, con el que hemos perdido toda relación.
Las columnas de los periódicos, los blogs, como el de este humilde y pobre hombre, lanzan mensajes al fondo del océano político, sin que nadie los recoja y los haga suyos. Es como jugar al frontón contra ti mismo, todas pelotas te vuelven y encima acabas siempre perdiendo. Es absurdo.
La clase todopoderosa de nuestro parlamentarismo absolutista y situada más cerca de Dios que de los hombres, se ha disfrazado de indiferencia y nos ve desde los cielos, a salvo, como seres pequeños que nada podemos hacer contra su desgobierno desde lo alto del Olimpo.
Ya Rousseau dijo en su obra “El Contrato Social” que los parlamentarios, los diputados del pueblo, no son ni pueden ser sus representantes: solo sus comisarios.
Aunque era otra situación y otro tiempo, sus palabras son perfectamente aplicables a nuestra realidad actual y recordarle a estos semidioses de la Política que lo que es suyo es su boca no lo que dicen con ella en el parlamento. La soberanía es nacional, del pueblo, no de una cuadrilla de vaqueros cuatreros que serían los malos de las películas de indios.
Bueno, de lo malo, tras dejar el poder parece que se quieren volver a hacer hombres, regresar a su apariencia humana, al menos para seguir sangrándonos con sus sueldos, supermegagordos, en consejos de administración o fundaciones creadas por ellos cuando gobernaban para tal fin. Cuando su único fin debiera ser el interés general no el particular desde su posición de privilegio.
Su bajada a la tierra va acompañada de soberbia y prepotencia en forma de libro. Libro en el que nos recuerdan, como si nada sus nefastos haceres en el gobierno, mientras gobernaron, mientras les duró.
Pero lo peor de todo es que los políticos que tenemos es el reflejo de lo que somos, de la sociedad de la que formamos y forman parte, ya que de esta han salido. No han venido de Marte ni de Venus. Por lo que criticarlos a ellos es criticarnos a nosotros mismos. Por ello el planteamiento quizás pase por crear y reforzar una opinión pública en pro de unos objetivos orientados a la paz y la convivencia, o mejor dicho, al Bien común; aunque para ello lo primero y principal es la educación y lo malo es que ellos también lo saben.
Os invito a quedaros en el Olimpo y si tenéis un poco de decencia permanecer callados e intentar pasar desapercibidos o invisibles si podéis, lo digo por vuestro bien y de ahí por el de todos nosotros.

Juan Carlos Vázquez

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