Amigos para siempre... lara la lara la la... |
En la mesa de la cocina, justo antes de comer, el padre
de familia ojeaba los titulares de un periódico, mientras el hijo aporreaba la
mesa con los cubiertos pidiendo guerra para su estómago. La madre, entre los
fogones ya apagados se disponía a repartir la comida en los platos, cuando de
repente el padre se levantó con las dos manos tapándose la boca y se dirigió a
toda prisa al cuarto de baño.
La madre y el hijo se miraron con gesto
preocupado y sin darles tiempo a pensar oyeron los graznidos de su padre,
debatiéndose, con la cabeza dentro de la taza entre si dejar salir lo poco que
llevaba en su estómago o guardárselo para sí, bañado todo ello en unos eructos
ácidos y un apestoso olor a bilis.
Asustados se asomaron a la puerta del baño. El padre sin
sacar la cabeza del inodoro, hacía gestos con la mano de que cerrasen la puerta
y lo dejasen en paz, al tiempo que los tranquilizaba, con voz de alcohólico
arrepentido.
La madre y el hijo volvieron a la cocina, sin mediar
palabra, solo gestos. La madre le acarició la cabeza a su hijo en señal de
calma, intentando dar a entender que no pasaba nada. ¡anda hijo, come!. El niño
empezó a comer y la madre colocó en su sitio la silla de su marido, que se había
caído al suelo junto con el periódico que estaba escudriñando, antes del
suceso. Al recogerlo del suelo, en titulares leyó: “Rodrigo Rato ficha de nuevo por el Santander”.
La comida era de lo más humilde, supliendo la falta de
nutrientes el cariño que la madre ponía al cocinar en el cuidado de los suyos. El
padre llevaba 3 años en paro y sobrevivían gracias a una mísera prestación de
susbsidio por desempleo y a los tuperwares de la abuela, gracias a Dios, es un
decir, su humilde casa de barrio de las afueras ya estaba pagada, por lo que no
tenían cargos de hipoteca.
El padre vuelve a la mesa, con los ojos inyectados en
sangre de rabia y de asco, la tez blanca y sin apenas apetito; aunque hizo de
tripas corazón, para no alarmar a su hijo y no cortarle la digestión y forzó su
cerrado estómago a admitir la suculenta sopa de agua con algo que flotaba en la
superficie.
Terminaron de comer y el niño se fue al cole, junto con
su vecina, compañera de colegio y la madre de esta, tras escusarse los padres
de la criatura ante su vecina y pedirle este pequeño favor.¡ Faltaría más!,-
dijo la vecina-, yo lo llevo al cole y luego iré a recogerlo y os lo traigo a
casa. ¡Gracias!, -contestaron los padres de Pablo-, (que así se llamaba el
niño).
José, el padre, tras los esfuerzos del diafragma por
expulsar su rabia y tras ingerir lo poco que pudo, se excusó ante su mujer por
no fregar la vajilla y se fue a su habitación donde se tumbó en la cama, sin
apenas deshacerla, y se quedó dormido profundamente.
La mujer, tras relevar a su esposo en la tarea del
fregado, cogió el periódico y leyó la noticia al completo…” Rato imputado por los presuntos delitos de estafa, apropiación
indebida, falsedad contable, delito societario y administración desleal de la
quiebra de Bankia”,…”Bankia tuvo que recibir 22424 millones de euros”,…”Es
nombrado miembro del Consejo Asesor Internacional del Santander”,…”Apenas
tendrá responsabilidad, (este Consejo solo se reunió el año pasado dos veces)”,…
“Compatibilizará este cargo con el de miembro de otro consejo asesor, el de
Telefónica en Latinomérica y Europa, por el que recibe unos 200000 euros
anuales, que sumará a otros tantos por su nuevo “cargo”.
El mismo de arriba, sin sombrero ¡qué asco! |
La pobre mujer se perdía entre las cifras y esta
situación subrealista que no alcanzaba a comprender, de ahí que solo acertase a
leer frases sueltas del artículo; pero suficiente para comprender las náuseas
de su marido, que se fue a la cama porque no se podía ir de este cochino mundo,
en el que por encima del trabajo, el esfuerzo y el mérito se sitúa el robo, el delito,
la caradura, los sinverguenzas, los cerdos, los cabrones encorbatados, los
hijos de la gran puta.
La mujer se dirigió a su habitació, en la que estaba su
marido, se recostó junto a él y lo abrazó; pero ella no se durmió.
Juan Carlos Vázquez
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