viernes, 4 de enero de 2013

¿HÉROES O VILLANOS?, EL ARTE DE LA POLÍTICA DE CONVERTIR UNO EN OTRO SIN NECESIDAD DE OPERACIONES DE CAMBIO DE SEXO, SOLO A BASE DE UNA JETA COMO LA DE UN ÑU CENTROAFRICANO EN CELO


Valija diplomática


“Trabajas en un banco y la información confidencial te quema en las manos. Por delante de tus ojos pasan millones de euros que van y vienen de cuentas opacas en Suiza. Decides jugártela: copias las bases de datos en tu ordenador, justo en el momento más obsceno antes del crack financiero. Eso es lo que hizo Hervé Falciani. Y todo lo demás fue huir hacia delante”
“Pasan los meses. El 20 de marzo de 2008, la banca suiza denuncia que alguien está intentando vender bases de datos de clientes de HSCBC en Líbano. Tras un nombre falso, acompañado de una mujer y usando una empresa fantasma, la justicia suiza asegura que Falciani intentó sacar partido económico de su increíble hallazgo. El informático es detenido e interrogado y, sin embargo, queda libre”.

Vamos a imaginarnos una historia que superará claramente la ficción. Pensemos en un hombre, honesto o no, que presencia en primera persona un delito flagrante, punible por las leyes de la justicia y por las normas de la ética humana. Este hombre desarrolla su trabajo condicionado por una serie de normas, que por comparar podemos igualar a la reglamentación eclesiástica en el asunto de la confesión. Nuestro protagonista asiste a la confesión de una serie de individuos que se saben autores de ciertos delitos; pero sabe que por su puesto de trabajo no puede divulgar ni publicar. No es sacerdote; pero es banquero y de la misma forma que un cura no puede denunciar los hechos confesados, un banquero, más si es un banquero en Suiza, no puede denunciar los delitos de evasión de capital. Considerando, además, que en este país, la evasión fiscal no es delito y no lo es porque ese país es el pozo de mierda donde el resto del mundo acude, con total impunidad a lavar el fruto de sus delitos económicos. El hombre, llamado Falciani, se encuentra en una encrucijada, bien por su honestidad, bien por su avaricia, bien por su indignación o por su despecho. En sus manos tiene una lista de putrefactos personajes que son ricos, con hedor a ladrón; pero ricos, y que además lo son porque han estafado, delinquido, robado y evadido capitales de los países que les dieron ese capital. Como las ratas huyen de un barco al hundirse, estos cerdos del capital ajeno salvan sus culos de terciopelo y diamantes escondiendo la pasta en un Paraíso Fiscal, Suiza, protegido no solo por las leyes Suizas; sino también por los tratados obsoletos internacionales. De esta forma y mediante este delito, estos cuatreros que podrían ser parte de la solución a los problemas de su país, se convierten en parte del problema.
Falciani debe ser protegido y alabado por dos motivos, porque para los bancos es un cabrón y el que para un banco es cabrón, para los robados por estos serán unos aliados, al igual que los enemigos de nuestros enemigos serán nuestros amigos, por simple cuestión de lógica. Y en segundo lugar porque su demostración de valor, por la razón que sea, ya que en este caso los fines justifican claramente los medios, lo convierten en un personaje loable, en una especie de líder carismático, al igual que Assange, con sus publicaciones en wikileaks.
Las normas de la moral nunca deben defender los derechos de los delincuentes y sin embargo así es.
Estamos en un Mundo de MIERDA, en el que resulta más delincuente el que denuncia el delito que el propio delincuente y la causa debe ser que el número de delincuentes se ha incrementado en tales proporciones que es difícil encontrar personajes claves de nuestra sociedad que no estén pringados de porquería en uno u otro ámbito de su actividad: urbanismo, banca, finanzas, política, etc.
Y claro está que el corporativismo entre los delincuentes de alta alcurnia es impresionante y nadie se atreve a tocar ese tema ya que de una u otra forma, cualquier mínimo escándalo puede acabar destapando otros u otros mucho mayores en los que se encontrarían nadando gran parte de nuestros dirigentes.
Además llegan a desarrollar artimañas legales para tapar o desviar la atención de los temas claves de la corrupción y el delito, de tal forma que el denunciado, delincuente demostrado, no presunto, pasa a ser quien se querella contra el denunciante; siendo al final este último el que realmente paga por su culpa, que no es otra que sacar a la luz las pruebas de un delito.


Juan Carlos Vázquez




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