Señor que actuaba como Rajoy el día de Halloween, en una visita informal a mi casa e iba asustando a las abuelitas de la comunidad Sigue pensando que es él, y lo que es peor, que lo está haciendo bien. |
Eduard De
Bono, en su libro, “Seis sombreros para pensar”, desarrolla una serie de formas
creativas de pensamiento, el denominado pensamiento lateral. En su primer
capítulo, se centra en los pormenores de lo que denominó “actuar como sí…”.
Esta forma de pensamiento creativo, se basa en el principio, según el cual, si
una persona adopta las actitudes, formas de pensar y de ser de un pensador,
realiza sus movimientos característicos, y adopta la intencionalidad de lo que
representa, manifestándola tanto a sí mismo, como a los que le rodean, pronto
su cerebro integrará el rol que está actuando y lo hará propio. Es como cuando
un actor hace tan suyo el personaje que representa que se acaba convirtiendo en
él, y viviendo en un psiquiátrico, claro.
Esto
significa que si finges ser un pensador, un loco, un alcalde de izquierdas, un
presidente de la Nación, o cualquier otro personaje, y acabas convencido, tanto
tú mismo, como los demás, que acabas actuando “como si realmente lo fueses”.
Por
tanto, si una persona en particular “actúa como si…”, no quiere decir que lo
sea realmente. Simplemente es una forma de pensamiento, denominado pensamiento
creativo, y viene a ser una especie de ejercicio mental, una forma de empatizar
con los roles ajenos o añorados por el individuo.
Para “ser
realmente”, se precisa, además de la voluntad, de “querer ser”, un mínimo nivel
de excelencia intelectual que posibilite el desarrollo de esa creatividad
necesaria para desplegar las artes de la abstracción interpretativa, que
permita ser y actuar “como si…”.
Si la
potencialidad intelectual no ayuda a discernir entre lo real y lo ficticio o
fingido, es posible que el individuo en cuestión sufra una crisis de
supervaloración inconsciente. (Hecho este que no reviste mayor gravedad, al
menos mientras el individuo en cuestión se halla a más de un kilómetro del
nivel de la realidad).
Supongamos
que una persona actúa como si fuese un presidente del gobierno, de un país
imaginario que vamos a llamar España. Según lo anterior y acorde con el rol que
representa, la posición de este personaje se sitúa por encima del nivel de la
normalidad y por tanto sufrirá indefectiblemente un proceso de
autosupravaloraciónpersonal inconsciente, no basada en argumento científico
alguno. Hay quien tiene un dicho popular para estos casos concretos que dice
algo así como que “ni él podía haber llegado más alto ni nosotros caer tan
bajo”.
Este
estado catártico de empoderamiento personal, que lo convierte en una especie de
Gobernante Supremo, de Emperador, de dueño del mundo de su Nación, conducirá a
nuestro actor hacia un abismo autocrático, hacia un endiosamiento ridículo, que
le hará gobernar desde dos premisas básicas:
1.- Solo
él decide lo que está bien o mal. (Como dueño y señor de la verdad)
2.- Solo
dará la cara, más que para atribuirse los éxitos tanto propios como ajenos.
El
decálogo del aprovechado de Juan Carlos Vicente Casado, en su “Estudio de la
Asertividad”, puede resumirse en los dos principios anteriores.
Juan
Carlos Vázquez