domingo, 3 de abril de 2016

EL LLANTO


Una lágrima se asoma al precipicio de mi rostro, se pasea entre las pestañas como con miedo a caer. 
Se agarra como una babosa a la piel de mi cara, dejando dibujado el camino recorrido; pero inevitablemente, acaba resbalando y precipitándose al vacío. 
Tras ella surgen nuevas gotas líquidas saladas, que con el camino ya trazado por la primera saltan de mis ojos, recorriendo el mismo camino...una tras otra.
La vista se nubla y los ojos enrojecen, no puedo parar. 
Las lágrimas se han revelado contra mi voluntad y se liberan de su encierro.
Ya no hago nada por intentar controlarlas, simplemente las dejo salir.

Juan Carlos Vázquez

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