Dibujo a bolígrafo coloreado, de la época en que aún no tenía certeza de mi maravilloso estado de locura. |
Es domingo, un día estúpido, caracterizado, únicamente, por ser el anuncio de mañana. Lunes, ¡por fin!.
Vuelvo a casa, introduzco la llave en su orificio estrecho y oscuro de la cerradura y abro una puerta muda, fría y absurda. Apenas hace ruido, ¡podía chirriar un poco!; aunque seguro que si lo hiciese me molestaría e iría corriendo por el aceite que la calla.
Me quito la chaqueta y la cuelgo en la percha del recibidor. Continúo mis pasos hacia el dormitorio, donde me espera, sobre un sillón, un pantalón y una camiseta, también inanimados y es silencio. Cambio de vestimenta y voy corriendo al salón para poner la televisión. Necesito algo de ruido. Si ruido, no presto ni puta atención a lo que dicen las noticias que escupe ese rectangular aparato.
Tengo la impresión de que siempre es lo mismo, los mismos políticos y los mismos discursos, las mismas palabras y las mismas descalificaciones mútuas. Para mí no existe diferencia entre debates políticos actuales y los mierdosos programas marujeros de telecinco, es más, prefiero telecinco. No encuentro diferencia entre la ordinariez de Belén Estéban, "la princesa del pueblo" y las tonterías y mentiras de los gobernantes o aspirantes a ello.
Por lo visto, todos tratan de echar la mierda fuera de casa. Tienen su casa apestada de corrupción y de mierda y se la echan de uno a otro, como niños de colegio con el "pues tú más". Es un ataque a la dignidad de las personas que los escuchan, como dice Zigmun Bauman es una pérdida total y absoluta de la moralidad.
Apago la "tele" y pongo música, la que sea; pero música. Me siento en el sofá con un libro y espero que llegue mañana. ¡A la mierda el domingo y la política dominguera!.
Juan Carlos Vázquez
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