martes, 26 de abril de 2016

CABALLERO DE HOJALATA



Sobre la cama reposaba su pesada y oxidada armadura. Yelmo, coderas, rodilleras, hombreras, peto, escarela, greba, escarpes y manoplas. En una esquina, en pie, una espada y un escudo abollado.

En silencio y riguroso orden, se fue colocando todos y cada uno de los elementos de su exoesqueleto férrico.

Entre la luz de la ventana se colaba de polizón el ruido de la ciudad. La puerta entreabierta de la habitación solo dejaba hueco para apreciar los afilados colmillos de la soledad.

El bullicio urbano se mezclaba con el jazz de su aparato de música y con su sudor frío.

Nuestro hombre de hojalata, bajó en ascensor hasta el portal del edificio. Se colocó el yelmo sobre su cabeza, despidiéndose de su mundo para adentrarse en otro nuevo.

Forrado ya por completo de metal, el sudor empapó todo su cuerpo y el corazón comenzó a latir con mayor celeridad. Podía oír perfectamente los movimientos del motor que le daba la vida, como si se hubiese metido dentro de sí mismo.

Entre las grietas de su yelmo la realidad se reducía al frente y a unas pocas rayas horizontales, entre las que buscaba impaciente la silueta de su princesa de la lluvia.

Juan Carlos Vázquez

EPITAFIO



Solo le quedaba aquello que deseaba perder, la conciencia.
Una lágrima se columpiaba por su párpado inferior.
Cerró los ojos y la gota salada se fundió con el mar.
Se dejó llevar por las olas.


Juan Carlos Vázquez

domingo, 24 de abril de 2016

LOCOS, SÍ; PERO PREFERIBLEMENTE DE REMATE

Autorretrato de un loco, técnica mixta
La medicina antigua creía posible la separación de cuerpo y mente, de alma y cuerpo. Esa ciencia que creía tener explicaciones para todo, incluso para los problemas sociales, llamados por ella enfermedades sociales. Desde la ciencia, estos arcaicos padres del mundo creían tener el poder de, a través de las causas positivas de los problemas, crear las pócimas necesarias para sanarnos, corporalmente, mentalmente y socialmente. Una ciencia incontrolada porque ella misma se situó en la cúspide de las ciencias. Por suerte, Augusto Comte la bajó del caballo y puso en su lugar la sociología.
Hoy en día, por suerte nada de esto es así, y los problemas se resuelven desde perspectivas multidisciplinares. Cuerpo, mente y relaciones sociales están interrelacionadas y atravesadas transversalmente por la ética, por ese entramado de relaciones, obligaciones y deberes, que estructura la axiología.
Pero yo no voy a entrar en ese debate sobre si es primero o segundo los deberes y si los valores se construyen socialmente o no. Yo solo quiero hacer hincapié en esa separación de cuerpo y mente. Está demostrado científicamente que somos unos inconscientes. la mayor parte de nuestros actos así lo son. Nuestro cerebro manda miles de órdenes contínuamente a nuestros músculos y articulaciones y hacen que podamos realizar todos los movimientos que hacemos. Pensar simplemente en el momento en que subimos andando unas escaleras,...no pensamos en flexionar una rodilla para levantar un pie al tiempo que estiramos la otra para poder acceder al siguiente escalón. En ese absurdo movimiento están implicados cientos de órdenes diferentes. Nosotros subimos la escalera; pero no porque hayamos dirigido nuestro cuerpo conscientemente. Solo hemos pensado que tenemos que subir esa puta escalera.
El cuerpo actúa conforme a los mandatos de la mente; pero, ¿la mente actúa conforme a nuestra voluntad total?.
Las personas "normales", son inconscientes, como ya hemos dicho; pero, ¿qué pasa con aquellas a las que la sociedad no considera "normales"?
Una banda de inconscientes hace un baremo del resto de la sociedad, de tal forma que aquellos que no entran dentro de la franja establecida por ellos como "normal", tienen un problema y enseguida hay que solucionarlo.
Esos "no normales" eran llamados antes locos, hoy enfermos mentales y se han cclasificado en diferentes categorías con diferentes tratamientos. Medicina simple basada en una serie de drogas que estimulan o aplanan,...o como dirían ellos "curan".
Es como si la locura no fuese "normal", algo a lo que me opongo; pues a los datos me remito y cada vez hay más locos, cada vez hay más problemas socciales y mentales, que no del cuerpo. El cuerpo está bien.
Ahora bien, si "combatimos" los locos, el efecto logrado es perpetuar el estatus quo, conseguir que nada cambie, con lo que conseguiremos un mundo con un encefalograma plano, muerto o en esstado vegetativo.
Las mentes que actúan independientemente de sus ccuerpos, son mentes de otro mundo que permiten ver la realidad desde otra óptica y por tanto ofrecer soluciones al estatismo tan cómodo para lass clases altas.
Hay que estar un poco loco para sentirse vivo en un  undo de muertos, de cuerpos que piensan que controlan su mente, o de cuerpos con mentes llenas de rutina y programadas para no salir de la línea marcada.
Mi mente funciona independientemente de mi cuerpo y eso me gusta. Mi cuerpo está donde esté; pero mi espíritu está fuera de él, en otros mundos. En unos mundos que la vida es más simple, que aunque esté lloviendo todos los días no dejo de ver el sol. Mi cuerpo está solo en este mundo; pero en el de mis pensamientos está siempre acompañado y sonríe. Y esa sonrisa se trasmite a mi cuerpo, al de este mundo, al del mundo normal. La gente me mira y me ve sonriendo y piensan..está loco.

Juan Caarlos Vázquez

¡A LA MIERDA LOS DOMINGOS!

Dibujo a bolígrafo coloreado, de la época en que aún no tenía certeza de mi maravilloso estado de locura.

Es domingo, un día estúpido, caracterizado, únicamente, por ser el anuncio de mañana. Lunes, ¡por fin!. 

Vuelvo a casa, introduzco la llave en su orificio estrecho y oscuro de la cerradura y abro una puerta muda, fría y absurda. Apenas hace ruido, ¡podía chirriar un poco!; aunque seguro que si lo hiciese me molestaría e iría corriendo por el aceite que la calla. 

Me quito la chaqueta y la cuelgo en la percha del recibidor. Continúo mis pasos hacia el dormitorio, donde me espera, sobre un sillón, un pantalón y una camiseta, también inanimados y es silencio. Cambio de vestimenta y voy corriendo al salón para poner la televisión. Necesito algo de ruido. Si ruido, no presto ni puta atención a lo que dicen las noticias que escupe ese rectangular aparato. 

Tengo la impresión de que siempre es lo mismo, los mismos políticos y los mismos discursos, las mismas palabras y las mismas descalificaciones mútuas. Para mí no existe diferencia entre debates políticos actuales y los mierdosos programas marujeros de telecinco, es más, prefiero telecinco. No encuentro diferencia entre la ordinariez de Belén Estéban, "la princesa del pueblo" y las tonterías y mentiras de los gobernantes o aspirantes a ello.

Por lo visto, todos tratan de echar la mierda fuera de casa. Tienen su casa apestada de corrupción y de mierda y se la echan de uno a otro, como niños de colegio con el "pues tú más". Es un ataque a la dignidad de las personas que los escuchan, como dice Zigmun Bauman es una pérdida total y absoluta de la moralidad.

Apago la "tele" y pongo música, la que sea; pero música. Me siento en el sofá con un libro y espero que llegue mañana. ¡A la mierda el domingo y la política dominguera!.


Juan Carlos Vázquez

martes, 12 de abril de 2016

UN MUNDO POBLADO DE ESTÚPIDOS

Dímelo otra vez, cuando veas mi viejo carro de la compra, guardando puesto en la fila del Refugio, esperando el turno para recibir unos cuantos kilos de alimentos.
Dímelo otra vez, cuando me veas pagar en la caja del supermercado con un ticket de compra cargado con 150 euros para tres meses.
Dímelo otra vez, cuando me veas llorando al ver como mi hijo revuelve entre los posos de calderilla de su hucha, y no pueda sacar de mi bolsillo cinco o diez miserables euros, para darle.
Dímelo otra vez, cuando me encuentre desesperado mirando un teléfono que nunca suena, un teléfono abierto las veinticuatro horas del día esperando que alguien conteste a las cartas enviadas solicitando un puesto de trabajo.
Dímelo otra vez, cuando veas como me increpan algunos vecinos de la comunidad por no pagar las cuotas de mi miserable vivienda.
Dímelo otra vez, cuando veas que no me apetece llegar a casa, aunque esté cansado; pues hace más frío dentro que fuera en la calle.
Dímelo otra vez, aunque me veas sonriendo, es una de las cosas que me queda, la sonrisa. Por eso sonrío, porque eso tengo y no se gasta por mucho que lo use. Las lágrimas tampoco se agotan, también las derramo a placer, soy rico en ellas.
Dímelo otra vez, cuando cada fin de mes te ingresen la nómina en tu puto banco y te mires tu tripa gorda y grasienta, y tu seboso culo de silla de oficina.
Ahora dime, dímelo otra vez, dime que si no trabajo es porque no quiero, que si no trabajo es porque me dan lo que me dan.
Dímelo otra vez, me da igual, tú no me importas, eres un imbécil. Y...dímelo otra vez, no me importa, he aprendido a priorizar unos valores que hacen que quizá sea más feliz que tú, pues lo único que se me ocurre que no tengo es dinero. lo demás lo poseo todo.

Juan Carlos Vázquez

domingo, 3 de abril de 2016

EL LLANTO


Una lágrima se asoma al precipicio de mi rostro, se pasea entre las pestañas como con miedo a caer. 
Se agarra como una babosa a la piel de mi cara, dejando dibujado el camino recorrido; pero inevitablemente, acaba resbalando y precipitándose al vacío. 
Tras ella surgen nuevas gotas líquidas saladas, que con el camino ya trazado por la primera saltan de mis ojos, recorriendo el mismo camino...una tras otra.
La vista se nubla y los ojos enrojecen, no puedo parar. 
Las lágrimas se han revelado contra mi voluntad y se liberan de su encierro.
Ya no hago nada por intentar controlarlas, simplemente las dejo salir.

Juan Carlos Vázquez