Hombre en construcción |
6:30 horas de la mañana de un día cualquiera, que no sea
sábado o domingo, claro está. Se enciende la radio despertador en la sintonía
en la que se apagó tan solo unas pocas horas antes.
Por los intersticios que dejan las lamas de la persiana
se quiere colar, como un "okupa", en mi habitación, encogiéndose, una tenue luz
procedente de las farolas de la calle, aún encendidas.
Es febrero, finales del segundo mes del año, mientras
parece que retumban en mi cabeza los ecos musicales de la deprimente e
hipócrita verbena de Noche Vieja, ¡cómo pasa el tiempo!. En invierno parece que
el proceso temporal vital se acelera: los días son más cortos, feos y deprimentes.
El frío te retiene en casa al calor de la calefacción. Somos afortunados por el
simple hecho de poder calentarnos, de poder pagar las facturas abusivas de gas
y electricidad, ¡qué cosas!, ¡a lo que hemos llegado!.
En fin, un día cualquiera en el que apuro unos minutos
más bajo el edredón, que no sé vosotros; pero para mí son los mejores de la
noche, enturbiados por las pésimas noticias que en ese pequeño y corto espacio
de tiempo, escupe mi radio de la mesilla. Las noticias son las mismas de ayer, quizás
no los personajes; pero sí los hechos que relatan: corrupción, violencia del
tipo que sea, violencia al fin y al cabo y fútbol, mucho fútbol. Fútbol “pa
aburrir”, con tonterías que no dejen de ser eso, tonterías: que si este jugador
no juega el domingo, que si el otro será duda, que si el equipo está
concentrado no sé dónde, que si el árbitro, que si su prima, que si el portero
y que si su puta madre, con perdón, que bla, bla, bla, que yo de fútbol no
tengo ni idea.
Pese a todo y el asco que me da el peso del fútbol en el
noticiario español, y pese a ello, aunque me pese, casi es de agradecer. Parece
mentira que de 11 tíos en pantalón corto y un balón, se pueda sacar tanta
noticia, tanta ridícula y absurda noticia, tanta no noticia. Es lo que hay, y
visto lo visto y oído lo oído, hasta es un placer regalar nuestros ojos y
nuestros oídos con esta sarta de idioteces.
Bueno, hoy es un día normal, como todos los días
normales, con sus crímenes, casi en directo y visibles en diferido en you tuve,
sus corruptos de todos días y alguno más, con las cantidades robadas al erario
público con total impunidad de sus autores, sus políticos sin política y sin
ideas; con los reyes de siempre y de los de siempre, de los de hace siglos, con
sus privilegios intactos camuflados de funcionalismo nacional barato e increíble.
Un día con el rey de ayer, con los príncipes y princesas de ayer, con los
imputados reales de ayer y de hoy viviendo en Suiza y pagados por sus robados. Con
los representantes eclesiásticos icónicos alardeando de religiosidad impregnada
de intereses terrenos e influyendo en la política desbordando su sentido moral
verdadero.
Un día normal, que mientras la radio escupe lo de
siempre, lo normal, yo a lo mío, a lo de siempre, a trabajar, al menos hoy.
Mañana no lo sé; pero es igual, será normal. Nos hemos convertido en seres
normales, en seres que vemos la vida como una mera sucesión de normalidades,
cuando en absoluto deberían serlo.
La justicia parcial, la desigualdad, la pobreza, el robo,
la ineficacia política, la contundencia policial arbitraria, la violencia (de
cualquier tipo), el abuso, las mafias, el control de los medios y como no, el
fútbol. Hechos sociales todos ellos que forman parte de nuestra “normalidad
diaria”, hemos interiorizado y los hemos aprehendido, de forma que no nos
escandaliza nada, ya no hay imágenes que hieraan nuestra sensibilidad como
antes, todo es normal.
Menos mal que siempre nos quedará el Betis, aunque
pierda.
Juan Carlos Vázquez
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