No es un error tipográfico, es una idealiación, una esperanza, nada más |
Esta tarde, dos personas hablando junto a una taza de té,
en la terraza de un piso primero de una calle de barrio, el paso de los coches nos obligan alzar la voz, para bajarla de nuevo cuando este desaparece. Una conversación trivial sobre un tema aparentemente absurdo.
Hablamos de los errores, de los errores en abstracto y me vino a la cabeza las
instrucciones de mi profesor de pintura, cuando estudiaba restauración de arte.
De la época en la que hablo el concepto restaurador aún no se aplicaba al
ámbito de la cocina, y atendía a unos profesionales especializados del "mundillo"
del arte, un restaurador era una especie de mago encargado de la labor casi
imposible de devolver a un viejo cuadro o escultura, deteriorados en mayor o
menor grado, su aspecto original. Hoy, si eres de estos, tienes que especificarlo
a fin de no ser confundido con un cocinero, ya que estos últimos se han
apropiado del término.
De cualquier forma explicaba a mi interlocutor cómo
resolver el problema de la simetría en una obra, en un cuadro. Como ejemplo he
puesto la pintura de un jarrón, bajo un modelo real, perfectamente simétrico,
realizado por las manos sensibles de un ceramista. Si la obra no está perfecta,
el cuadro mismo nos habla de su imperfección; pero por más que lo miremos una o
mil veces no apreciaremos el error de la mano que maneja el pincel. El artista
abandona la obra, se separa de ella y sabe que algo falla; pero no lo detecta.
La solución a la obcecación negativa del artista puede
venir de una mirada externa, es decir un tercero sin relación con el autor o
con la obra, (como acto en sí, el cuadro ajeno e independiente y desconocido al
tercero). Este actor exterior puede percatarse del error de simetría
inmediatamente o caer abducido, al igual que el artista, por la imposibilidad de
resolución del problema.
Otra forma de solucionarlo, que fue la propuesta de mi
profesor, a la que hice mención al comienzo del escrito, es dar la vuelta a la
obra, ponerla boca a bajo. En ese momento el fallo es detectado de forma
inmediata.
De igual forma, cuando un escritor termina su libro, debe
leerlo como si fuese él mismo el destinatario de su obra, a fin de corregir los
posibles fallos. El autor está marcado por su propio ego subjetivado, por lo
que no es un lector válido, (al menos en la mayoría de los casos). Debe buscar
un nuevo referente, un tercero ajeno a la obra, debe dar la vuelta a la obra,
en sentido figurado.
Con todo esto quiero decir que la mayor parte de nuestros
actos están guiados por nuestra conciencia, dentro de una estructura superior a
nosotros, unas tradiciones, normas, costumbres, etc., que marcan la
justificación de lo que hacemos, de nuestros actos cotidianos, impidiéndonos
rendir cuenta a nosotros y a los demás de ellos. Somos conscientes y
razonables, y partimos de eso, por lo que nuestras ideas, son las correctas y
son por las que tenemos que luchar. Así nos diferenciamos de otros y tejemos la
sociedad; pero esto no debe quedarse aquí, debemos repensar nuestras actitudes,
buscar un tercero o darnos la vuelta; ya que quizás estamos equivocados.
En política, en la constreñida, nauseabunda y estreñida ideología
política actual, esto no sucede, no es aplicable. La vida política se ha
separado de la vida social hasta el punto que estas normas sociales que rigen
la convivencia no son aplicables en este campo de las ideas. Es como si se
hubiese separado la teoría política de la práctica política, desligándose de
tal modo que difícilmente se superponen ambos planos ideológicos.
Por todo ello creo conveniente y necesario repensar la
democracia, la igualdad, las libertades, los derechos, el poder, la
desigualdad, la globalización, nacionalización, la solidaridad, y demás terminologías políticas que si bien tienen su clara definición teórico
conceptual, no poseen su imagen especular práctica que de fe de lo que
describen.
Hay que dar la vuelta a la política y a los políticos,
como a una pintura o un libro. Hoy a este proceso lo llaman Regeneración; pero
Regeneración ya hemos tenido una y fracasó, como por suerte las dos
dictaduras, y por desgracia las dos Repúblicas, etc. Creo que me olvido por tanto de Regeneración y me quedo con la idea de "dar la vuelta", de "colocar boca abajo";
además, si volcamos los políticos 180 grados se vaciarán sus bolsillos, cosa
que la Regeneración no produce.
Juan Carlos Vázquez