domingo, 23 de febrero de 2014

UN TÉ, UNA CONVERSACIÓN Y UN CABALLO DENTRO DE MI CABEZA


No es un error tipográfico, es una idealiación, una esperanza, nada más

Esta tarde, dos personas hablando junto a una taza de té, en la terraza de un piso primero de una calle de barrio, el paso de los coches nos obligan alzar la voz, para bajarla de nuevo cuando este desaparece.  Una conversación trivial sobre un tema aparentemente absurdo.
Hablamos de los errores, de los errores en abstracto y me vino a la cabeza las instrucciones de mi profesor de pintura, cuando estudiaba restauración de arte. 
De la época en la que hablo el concepto restaurador aún no se aplicaba al ámbito de la cocina, y atendía a unos profesionales especializados del "mundillo" del arte, un restaurador era una especie de mago encargado de la labor casi imposible de devolver a un viejo cuadro o escultura, deteriorados en mayor o menor grado, su aspecto original. Hoy, si eres de estos, tienes que especificarlo a fin de no ser confundido con un cocinero, ya que estos últimos se han apropiado del término.
De cualquier forma explicaba a mi interlocutor cómo resolver el problema de la simetría en una obra, en un cuadro. Como ejemplo he puesto la pintura de un jarrón, bajo un modelo real, perfectamente simétrico, realizado por las manos sensibles de un ceramista. Si la obra no está perfecta, el cuadro mismo nos habla de su imperfección; pero por más que lo miremos una o mil veces no apreciaremos el error de la mano que maneja el pincel. El artista abandona la obra, se separa de ella y sabe que algo falla; pero no lo detecta.
La solución a la obcecación negativa del artista puede venir de una mirada externa, es decir un tercero sin relación con el autor o con la obra, (como acto en sí, el cuadro ajeno e independiente y desconocido al tercero). Este actor exterior puede percatarse del error de simetría inmediatamente o caer abducido, al igual que el artista, por la imposibilidad de resolución del problema.
Otra forma de solucionarlo, que fue la propuesta de mi profesor, a la que hice mención al comienzo del escrito, es dar la vuelta a la obra, ponerla boca a bajo. En ese momento el fallo es detectado de forma inmediata.
De igual forma, cuando un escritor termina su libro, debe leerlo como si fuese él mismo el destinatario de su obra, a fin de corregir los posibles fallos. El autor está marcado por su propio ego subjetivado, por lo que no es un lector válido, (al menos en la mayoría de los casos). Debe buscar un nuevo referente, un tercero ajeno a la obra, debe dar la vuelta a la obra, en sentido figurado.
Con todo esto quiero decir que la mayor parte de nuestros actos están guiados por nuestra conciencia, dentro de una estructura superior a nosotros, unas tradiciones, normas, costumbres, etc., que marcan la justificación de lo que hacemos, de nuestros actos cotidianos, impidiéndonos rendir cuenta a nosotros y a los demás de ellos. Somos conscientes y razonables, y partimos de eso, por lo que nuestras ideas, son las correctas y son por las que tenemos que luchar. Así nos diferenciamos de otros y tejemos la sociedad; pero esto no debe quedarse aquí, debemos repensar nuestras actitudes, buscar un tercero o darnos la vuelta; ya que quizás estamos equivocados.
En política, en la constreñida, nauseabunda y estreñida ideología política actual, esto no sucede, no es aplicable. La vida política se ha separado de la vida social hasta el punto que estas normas sociales que rigen la convivencia no son aplicables en este campo de las ideas. Es como si se hubiese separado la teoría política de la práctica política, desligándose de tal modo que difícilmente se superponen ambos planos ideológicos.
Por todo ello creo conveniente y necesario repensar la democracia, la igualdad, las libertades, los derechos, el poder, la desigualdad, la globalización, nacionalización, la solidaridad, y demás terminologías políticas que si bien tienen su clara definición teórico conceptual, no poseen su imagen especular práctica que de fe de lo que describen.
Hay que dar la vuelta a la política y a los políticos, como a una pintura o un libro. Hoy a este proceso lo llaman Regeneración; pero Regeneración ya hemos tenido una y fracasó, como por suerte las dos dictaduras, y por desgracia las dos Repúblicas, etc. Creo que me olvido por tanto de Regeneración y me quedo con la idea de "dar la vuelta", de "colocar boca abajo"; además, si volcamos los políticos 180 grados se vaciarán sus bolsillos, cosa que la Regeneración no produce.

Juan Carlos Vázquez

miércoles, 19 de febrero de 2014

UN DÍA NORMAL, DE LA VIDA DE UN SER NORMAL, EN UN MUNDO EN EL QUE TODO ES NORMAL O ASÍ QUIEREN QUE SEA.

Hombre en construcción
6:30 horas de la mañana de un día cualquiera, que no sea sábado o domingo, claro está. Se enciende la radio despertador en la sintonía en la que se apagó tan solo unas pocas horas antes.
Por los intersticios que dejan las lamas de la persiana se quiere colar, como un "okupa", en mi habitación, encogiéndose, una tenue luz procedente de las farolas de la calle, aún encendidas.
Es febrero, finales del segundo mes del año, mientras parece que retumban en mi cabeza los ecos musicales de la deprimente e hipócrita verbena de Noche Vieja, ¡cómo pasa el tiempo!. En invierno parece que el proceso temporal vital se acelera: los días son más cortos, feos y deprimentes. El frío te retiene en casa al calor de la calefacción. Somos afortunados por el simple hecho de poder calentarnos, de poder pagar las facturas abusivas de gas y electricidad, ¡qué cosas!, ¡a lo que hemos llegado!.
En fin, un día cualquiera en el que apuro unos minutos más bajo el edredón, que no sé vosotros; pero para mí son los mejores de la noche, enturbiados por las pésimas noticias que en ese pequeño y corto espacio de tiempo, escupe mi radio de la mesilla. Las noticias son las mismas de ayer, quizás no los personajes; pero sí los hechos que relatan: corrupción, violencia del tipo que sea, violencia al fin y al cabo y fútbol, mucho fútbol. Fútbol “pa aburrir”, con tonterías que no dejen de ser eso, tonterías: que si este jugador no juega el domingo, que si el otro será duda, que si el equipo está concentrado no sé dónde, que si el árbitro, que si su prima, que si el portero y que si su puta madre, con perdón, que bla, bla, bla, que yo de fútbol no tengo ni idea.
Pese a todo y el asco que me da el peso del fútbol en el noticiario español, y pese a ello, aunque me pese, casi es de agradecer. Parece mentira que de 11 tíos en pantalón corto y un balón, se pueda sacar tanta noticia, tanta ridícula y absurda noticia, tanta no noticia. Es lo que hay, y visto lo visto y oído lo oído, hasta es un placer regalar nuestros ojos y nuestros oídos con esta sarta de idioteces.
Bueno, hoy es un día normal, como todos los días normales, con sus crímenes, casi en directo y visibles en diferido en you tuve, sus corruptos de todos días y alguno más, con las cantidades robadas al erario público con total impunidad de sus autores, sus políticos sin política y sin ideas; con los reyes de siempre y de los de siempre, de los de hace siglos, con sus privilegios intactos camuflados de funcionalismo nacional barato e increíble. Un día con el rey de ayer, con los príncipes y princesas de ayer, con los imputados reales de ayer y de hoy viviendo en Suiza y pagados por sus robados. Con los representantes eclesiásticos icónicos alardeando de religiosidad impregnada de intereses terrenos e influyendo en la política desbordando su sentido moral verdadero.
Un día normal, que mientras la radio escupe lo de siempre, lo normal, yo a lo mío, a lo de siempre, a trabajar, al menos hoy. Mañana no lo sé; pero es igual, será normal. Nos hemos convertido en seres normales, en seres que vemos la vida como una mera sucesión de normalidades, cuando en absoluto deberían serlo.
La justicia parcial, la desigualdad, la pobreza, el robo, la ineficacia política, la contundencia policial arbitraria, la violencia (de cualquier tipo), el abuso, las mafias, el control de los medios y como no, el fútbol. Hechos sociales todos ellos que forman parte de nuestra “normalidad diaria”, hemos interiorizado y los hemos aprehendido, de forma que no nos escandaliza nada, ya no hay imágenes que hieraan nuestra sensibilidad como antes, todo es normal.
Menos mal que siempre nos quedará el Betis, aunque pierda.


Juan Carlos Vázquez

jueves, 13 de febrero de 2014

Spain is different. Pero tontos gallardones haberlos haylos.

Nuevas tendencias en moda de la cúpula del poder pperiano
Qué podemos esperar de un país que rema contracorriente?, que si el mundo gira hacia la derecha, nosotros hacia la izquierda, para eso somos españoles, ¡y que se jodan los de mi pueblo!.
En un repaso histórico, casi de primero de primaria, mientras Europa se convulsionaba y se implicada en el proceso de una Reforma Católica, los españoles tomamos la bandera de la Contrarreforma. Nos envolvimos en nuestra halo eclesiástico de apostolismo romano y que digan lo que quieran, nosotros a  nuestro rollo,  a defender lo nuestro, o mejor dicho, lo suyo, los intereses de los siempre interesados, los representantes terrenales de la divinidad, los intereses de la Iglesia católica.
Estado e iglesia son, en España, dos aspectos diferentes de un mismo concepto patrio, de tal forma que es imposible entender el uno en ausencia del otro. Corpus y ánimus entrelazados e inseparables, idea y masa conformada por esa idea, cuerpo inerte animado por el espíritu, pero por un espíritu manido de intereses clericales. Estos son los cuerpos que han habitado y habitan hoy día la piel de toro, cuerpos con aurea divinizada por la influencia del catolicismo enquistado en nuestra cultura. Estos son los cuerpos que defendieron lo que los demás combatían en la época de la Reforma, estos son los cuerpos que arrastraron la carroza de Fernando VII, el absolutista que, como agradecimiento, se encargó de fustigarlos. Estos son los cuerpos, cargados con esas almas que defendieron un régimen totalitarista en España, mientras en el resto del mundo, el mundo se unía contra estas dictaduras. La defensa de la libertad y la democracia de pirineos para arriba y en España, de pirineos para abajo en defensa de iglesia, Estado y ejército, bajo el mando del enano bajo el palio con el que le premió su santidad papal.
Guerra en España, mitad contra la otra mitad, por precipitar la llegada de la sinrazón autoritaria de un enano con muchos huevos y mucho apoyo de muchos cuerpos insuflados de ferviente catolicismo, de nacis y de fascistas italianos. (Por este apoyo es a lo que debe  lo de sus huevos, no a otra cosa, que en pelotas no tenía media hostia). Esta guerra obtuvo la gracia papal de cruzada, daros cuenta, el Papa dijo que como se mataban rojos, era una cruzada, (es decir los rojos estaban en contra de esa iglesia, lo que no quiere decir que no tuvieran creencias, solo que no creían lo que ellos querían, claro) y le concedió al enano el título de Caudillo y el privilegio de ir bajo palio. Si bien es cierto que a posteriori le faltó un pelo al enano “sobrao”, que más que de militar parecía que iba de primera comunión, para que su apoyo Vaticaniense lo excomulgase; pero esto no pasó.
En fin, mientras aquí estábamos con la guerra bendecida por la iglesia, en Europa se comenzaba a fraguar una guerra para combatir lo que teníamos aquí y que tanta sangre costó; pero así nos quedamos. En Europa, tras la guerra, democracia y libertad, aquí, mierda, miseria, exilio, hambre, racionamiento y pena; pero eso sí, bien bendecidos todos, todos los que merecían, es decir todos los que comulgaban con los preceptos que dictaban.
Hoy estamos en las mismas, un político, porque su padre lo era y aquí eso de la política más que ideología es herencia, se empeña en ir de nuevo contracorriente, con la aprobación, como no de los de siempre, la Santa Madre iglesia, Opus Dei y demás. Este cara palo con gafas de las de las cejas acopladas, esas que venden en las ferias, se empeña en retroceder la ley del aborto a los orígenes de su discusión, mientras en Europa este tema está totalmente superado y se comienza a hablar ya de otro tema tabú, (para la institución retrógrada de siempre, la iglesia), de la eutanasia, e incluso de la eutanasia infantil.
Vamos a ser más serios y vamos a elegir de una vez la dirección correcta, aunque tengamos que decirle a nuestros amigos de la religión que se dediquen a lo que se tienen que dedicar y dejen la política a los que les pertenece. Es una empresa harto costosa por el peso de la tradición; pero es necesaria esta secularización de la vida civil. Ni siquiera la Costitución del 78 hizo posible esta separación iglesia estado; pues aunque declara España como laica y aconfesional, no deja de nombrarla, de hacer alusión a ella, es como si fuera aconfesional, sí; pero dicho con la boca pequeña y en bajito.
La religión forma parte del ámbito individual de cada persona, de lo civil se debe ocupar la política, pero sin impurezas interesadas, como dice el dicho, zapatero a tus zapatos.
La incorporación de la mujer al voto es un hecho reciente, así como su entrada en el mundo laboral y universitario, la mujer española no es ya aquella de la sección femenina encerrada en sus quehaceres femeninos, la mujer actual es una persona en igualdad de condiciones que el hombre, con los mismos derechos y las mismas obligaciones; pero ahora el larguilucho de las gafas feas quiere volver a relegarla a esa época de misa de 12 y que su marido decida por ella.
Pero hoy ya no se enfrenta a una mujer sumisa, hoy las mujeres saben defender sus derechos y si emprenden una lucha justa se dejarán el alma en su empeño y no dudes de que saldrás escaldado como no rectifiques tu política retrógrada clerical enemigo Gallardón.


Juan Carlos Vázquez

domingo, 9 de febrero de 2014

LA SONRISA DE LA "MONA URDANGARÍN"

Mona Lisa a la entrada al juzgado de Florencia
“La sonrisa de la mona Urdangarin”, lo de mona, sin intención de ofender, viene del italiano antiguo y significa “señora”, y, aunque en España no se adopta el apellido del marido, en este caso me tomo la licencia de hacerlo, más que nada por las circunstancias que rodean esta misteriosa sonrisa.
La incógnita a descifrar no es otra que aclarar el misterio de lo que pasa por la mente de una persona que se dirige a un juzgado como imputada en uno o varios delitos, explicar la base psicológica que hace superar la angustia interior y transformarla en felicidad exterior. Con el agravante de tratarse de una persona vinculada directamente con una Institución que basa su fundamento en el ejemplo, en una ejemplaridad moral casi dogmática. Institución que, para más INRI, está siendo muy cuestionada en los últimos tiempos, que ha estado presente en la historia de España durante más de trescientos años y que gracias a su esfuerzo hizo posible que pasásemos de ser la primera Potencia Mundial, el Imperio español, a ser lo que somos hoy día, algo parecido a una mierda pinchada en un palo.
Pero bueno, de todo esto ya di buena cuenta en un artículo anterior; así que no nos desviemos del tema que nos ocupa, que no es otro que “el misterio de la sonrisa de la infanta”. (Imaginemos música de terror de fondo para ambientarnos)
No sé ustedes; pero yo tuve la suerte de asistir a un juicio como imputado, a un juicio de faltas, nada grave; pero aún así, los nervios de la faz de mi rostro no me permitían conducir mis labios a la posición de la sonrisa, sino todo lo contrario. Mi cara denotaba una “mala leche” impresionante; más aún considerando mi inocencia y la desconfianza en el aparato judicial de nuestro país. No es que no crea en la justicia, que sí; pero con la boca pequeña y refiriéndome a la justicia en abstracto, no en la de los hombres, no en la de la “jaula de hierro” que menciona Weber, y que nos podía llegar a hacer esclavos de nuestras propias normas, (excesiva normalización y reglamentación, cargada de leyes innecesarias, contrarias a la ley natural, al sentido común y a las normas que rigen la convivencia).
Además para mí y para el propio derecho, la justicia debe ser predecible, de forma que si no has hecho nada puedes estar tranquilo, al igual que si has cometido un delito, te puedes “cagar”, (perdón por la expresión, pero creo que es necesaria para la correcta comprensión del texto, como dirían los actores: -exigencias del guión-); pero todos sabemos que no es así.
De cómo acabó mi juicio les diré que bien; aunque no porque se demostrase mi inocencia, sino más bien por la ineptitud del señor juez, que se equivocó al redactar mi nombre en la sentencia y al recurrirla, por defecto de forma, salí absuelto, vamos inocente del todo, tal como era antes de todo este tinglado que me montaron.
En cualquier caso, digo también, que valoro lo de asistir como imputado al juzgado, como una experiencia de vida, con sus virtudes, sus momentos agradables y los que no lo fueron tanto. Una experiencia a sumar a lo de montar en globo y lo demás.
Pero lo que quiero decir es que en ningún caso se me escapó una sonrisa, ni a las personas que me crucé en el camino al juzgado, ni a los policías que pululaban por allí, ni al idiota que nos inculpó, ni al tonto del culo de su abogado y mucho menos a los señores jueces; bueno, eran señoras juezas; pero eso es igual.
No tuve trescientos antidisturbios, ni helicóptero, ni una “habitacioncita” al lado de la sala para descansar en el receso, “ni ná de ná”, solo las preguntas de un idiota que ni se había leído la denuncia y las preguntas de la jueza. No es que me quiera comparar con la duquesa; pero estaba en el templo de la igualdad, en la catedral del derecho, y si allí no somos iguales, no sé dónde podremos serlo.
En el caso que nos ocupa de una Grande de España, cuya moral debe ser ejemplar y modélica, que la lleven a juicio por un presunto delito, aunque sea presunto, me da igual, no le da derecho a sonreír, sonríen los caballos que llevan a sus señores al cadalso porque no saben lo que hacen (o parece que lo hacen), sonríen los tontos, porque no saben lo que hacen y sonríen los ministros cuando los abuchean, porque no tienen ética.
Si la princesa tiene algo de decencia debe borrar esa sonrisa de su real cara, porque los españoles estamos muy “cabreados” y por muy princesa y duquesa que sea no tiene derecho a reírse de cara a su indignado pueblo. Que agache la cabeza, como lo hemos hecho los súbditos durante tantos años, ante una institución impuesta, no puesta, creo que es de ley lo que pido.
Por lo demás, que sea o no culpable me da igual, las consecuencias de su culpabilidad no van a ser las mismas que si fuese yo el que está en su lugar, y eso lo sabe hasta el Papa, que por cierto no sé por qué lo nombro aquí; pero ya está hecho.

“Alea jacta est”.


Juan Carlos Vázquez

jueves, 6 de febrero de 2014

LOS TONTOS DE LAS FIESTAS SON LOS ÚLTIMOS EN ABANDONARLAS; PERO BORRACHOS Y CON LOS BOLSILLOS LLENOS DE PASTELES

Un, dos, tres, aquí estamos con usted otra vez
Ya desde Isabel II, esta dinastía sin par ha tenido los enemigos dentro de casa, esta señora amante de ser amante y de revolcarse a su antojo con quien se le ponía frente a ella, vestido de general , no necesitó enemigos, ella sola se bastó. En un alarde de patriotismo desamortizó los bienes de la corona, bueno, los bienes del país mejor dicho, claro está que en la operación se quedó con el 25% de lo que no era suyo, sino de todos, de todos los españoles, ¿os suena esto a algo?.  
Así, la que llegó a ser comparada, en algún momento de su reinado, por una victoria de nada en Marruecos si no me equivoco, con la mismísima Isabel la Católica, (lo cual no es tan bueno como quieren hacernos pensar, casi es preferible que te comparen con la pirriñaca, que al menos sabe bailar flamenco).
Pese a la prohibición publicada por su querido amigo Narváez, de militar traje, que tanto le excitaba a la buena señora, el destacado dirigente del Partido Demócrata y catedrático de Historia de la Universidad de Madrid Emilio Castelar, publicó un artículo en el que se oponía a las políticas de dicha señora y de su camarilla tan bien armada, al tiempo que realizaba una catedrática crítica de la reina. Este hecho provocó la revuelta estudiantil de San Daniel, con unos cuantos estudiantes muertos, que junto con otra serie de acontecimientos, y el apoyo de los siempre apoyadores militares, propiciaron la caída de la promiscua dama y su marcha al exilio. ¡Ala, “a tomar pol saco”, un Borbón menos!.
Luego tuvo que venir Alfonso XII, que aunque rey, no debía ser mala persona; pero tan popular era o quería ser, que se arrimó demasiado a los enfermos de cólera, en una de sus visitas a los afectados, y plegó las patas contagiado, así que… “¡a tomar pol saco” otro Borbón!.
A continuación, el siguiente en la lista, como en la peluquería, Alfonsito XIII, un rey constitucional que de constitucional se pasó a dictador y de dictador quiso volver a constitucional, cuando le dijeron que donde iba, que de eso nada, que a tomar viento. Otro Borbón menos.
Años después, tras una República y una dictadura eterna, fue esta última la encargada de educar al que hoy en día regenta la monarquía española, un tal Juan Carlos, como yo, ¡con lo que me ha gustado siempre mi nombre!…Este tampoco necesita enemigos, ya tiene sus yernos y demás familia;… así que, ¡ ánimo, que siga el juego!.
Los borbones tienen además la otra cara, la de los desheredados, la de los descendientes de la otra rama de la familia que tantos muertos han sembrado, con sus guerras interfamiliares por alzarse con el poder. Las famosas guerras carlistas provocadas por las dos facciones borbones en litigio, dieron comienzo en un momento en el que el moribundo Fernando VII, no sabía bien si decidirse por Isabel o por Carlos, ambos con las mismas posibilidades.
A final, el rey absoluto, aclamado por un pueblo analfabeto que prefería las cadenas a la libertad, se decantó por su hija, por la Isabel antes mencionada. Así que los desheredados, armados con armas y con cruces, ¡a matar!, y los Isabelinos a matar a estos; pero los que no morían eran los aspirantes a reyes, sino los que iban detrás.
Y este es el espectáculo que nos ha ofrecido esta familia Grande de España, que vivió, o más bien propició la ruina de la primera potencia mundial, la España Imperial, y que como los teleñecos, continuará…Pero, aunque el presente ha superado con creces este nefasto pasado, a ver si alguien se apiada de nosotros y como en todo buen espectáculo baja el telón de esta dessastrosa obra.

Juan Carlos Vázquez

miércoles, 5 de febrero de 2014

ASOMADO AL BALCÓN UNA FRÍA TARDE DE INVIERNO, VIENDO CAER POLÍTICOS.



Las babuchas solo sirven para casa

Hacía mucho frío, un frío siberiano. La cristalera de mi salón, que aunque es modesto tiene cristalera, servía de fina división entre dos mundos diferentes, el del interior de mi casa, regido por la libertad individual, el calor, le empatía, el amor, las zapatillas, el radiador, la toalla sobre el radiador, el agua caliente, la mantas, los pijamas, la televisión siempre encendida a modo de estufa, los ruidos de los vecinos en sus propios reductos individualizados, las fotos, el ayer y el mañana, las fotos y las ilusiones. Todo ese mundo cabe en el calor de unas babuchas. Y el inseguro y agresivo de la calle, el de la libertad pública, la libertad restringida por la libertad de los demás, el de las suelas reforzadas de los zapatos, las aceras, el tráfico, las sombras, la policía, ambulancias, el ruido, el mundo de eso no se hace, el de por ahí no se cruza, el de eso no se toca, el de cuidado que está rojo, de los gritos de los taxistas, de las amenazas de los que te pisan, de los insultos de las aglomeraciones, de la preferencia de todo aquel que no va a pie, de la oscuridad, del frío, de la noche, del que no eres más que uno más.
En tu casa además de las ventanas a la calle, te asomas a ella por otra ventana, una falsa, mediatizada por intereses de uno u otro signo dependiendo del botón numerado que presiones en el mando; pero si no quieres ver no tienes más que no asomarte a ella, dejar de presionar el botón verde del mando a distancia; dejarla cerrada y seguir disfrutando de lo que pertenece a tu “yo” personal.
Sin esa pantalla de última generación, de hercios, wifi, usb, tecnología digital inalámbrico, con conexión satélite con el propio diablo, puedes llegar a ser incluso feliz, al modo Montesquiano del mantenimiento de la ignorancia. Tú a lo tuyo, que son tus zapatillas y tu familia, y san se acabó, colorín colorado este cuento se ha acabado.
Pero piensa en el día que te decidas a salir a la calle por primera vez, quizás te encuentres con lo que piensas, o quizá no, el mundo puede reforzar tu idea de él o desmontarla, con el consecuente desgaste psicológico que ese enfrentamiento del ser con la realidad de la calle supone. El miedo puede retraerte de tu intención y devolverte al sitio de donde quizás no debiste nunca salir, tu propia casa, tu propia individualidad solitaria e independiente, el aislamiento del resto de los iguales, con sus luchas, sus quejas, sus protestas; pero también con sus ilusiones y con su futuro, con tu futuro; aunque tú con tus babuchas estás bien, dentro de ellas no hace el frío que hace en la calle; así que te sientas junto al balcón, enciendes la “tele” y miras por el cristal del salón hacia la calle, a la espera de que los políticos lluevan; pero no cae nada, solo viento, que mueve los árboles del parque.

Juan Carlos Vázquez