Todos tienen derecho a un trabajo digno |
Al pasar la vista por un titular de prensa, las letras
gordas, para que nos entendamos, la impresión ocular ha engañado a mi
entendimiento; pues me ha parecido que leía lo siguiente: “varias mujeres han
sido detenidas por ejercer la constitución en la calle”. En un primer momento
no he caído en la cuenta de lo que mi cerebro había transcrito y continué
pasando las hojas del diario. Pero instantánemente una alarma se ha encendido
en mi sentido de la lógica y me ha hecho volver a leer más detenidamente el texto,
buscando el causante de mi desconcierto. Parece que decanso cuando al volver a
detenerme frente al párrafo en cuestión, fijo la mirada en la palabra prostitución. ¡Joder, había leído constitución!.
Este error, esta especie de lapsus, me ha hecho pensar en
la posibilidad de que lo que había leído por error fuese cierto, o más bien, en
la posibilidad de que realmente sea así.
La constitución resalta una serie de
derechos, entre los cuales está el de un trabajo digno; también el de una vivienda
digna, de la salud, de la educación, y un montón de derechos más que hoy día
suenan como términos abstractos no pertenecientes a la realidad. Es como si lo
que dictase la constitución perteneciese a un plano teórico, sin implicación
alguna con la práctica cotidiana de la vida de los hombres.
Es curioso que las leyes que nosotros mismos hemos creado
para protegernos y normalizar nuestra existencia son las que nos condenan, o más
bien las que penalizan a los más desprotegidos, crenando para nosotros mismos lo que alguien denominó "la jaula de acero".
Por un lado estamos declarando
a bocajarro una multitud de derechos, que nos pertenecen a todos por igual;
pero curiosamente, estamos criminalizando a aquellos que no pueden ejercerlos.
Las mujeres que se ven obligadaas a vender su cuerpo no lo hacen por el mero placer sexual, con hombres
jóvenes y musculosos, bien parecido y limpios, al menos en su gran mayoría. Se
venden a cualquiera que pague su precio. Quizás haya putas que ejerzan su
profesión por mero lucro personal, eligiendo a sus clientes de carteras
repletas; pero no son estas las que la ley persigue, ni las más representativas. Se ceba en las putas
baratas, en las que pueblan las calles de ciudades y de polígonos industriales
con el culo y las tetas al aire, haga frío o calor, esperando un conductor o
transeunte que necesite aliviar su atasco sexual o sus reprimidas fantasías sexuales. Estas
putas, las baratas, son las perseguidas y las que soportarán el peso de una ley
que, por un lado grita a los vientos sus derechos y por otro las persigue por no
poder alcanzarlos de otra forma diferente a la que lo hacen, me refiero, como
no puede ser otro al derecho al trabajo.
Actualmente tambien destacamos otro derecho de los que
tenemos; pero que no gastamos, el de la vivienda digna. Nuestras calles se
pueblan, cada vez más de unos seres harapientos que duermen en cajeros o en
cualquier otro rincón que les ofrezca un mínimo cobijo del frío y del aire, que
son molestos a los ojos de los demás. Mendigos que agachan la cabeza frente a
un cartel que pone que es español y que no tiene para comer, como si el hecho
de ser español estableciese una especie de jerarquía entre los más miserables y
le otrorgase preferencia en la limosna. Una vivienda digna, ¡una mierda!. No tienen
ni donde morirse y como no tienen nada e incluso huelen mal, se mean en la calle, afean nuestras
calles, nuestros principales paseos, las entradas a los grandes centros
comerciales, las puertas de nuestros principales templos religiosos
misericordiosos. Son un estorbo para el turismo y un incordio para los
ciudadanos de bien, por lo que ya hay gobiernos que se plantean la penalización
de esta práctica. Prohibido mendigar bajo multa de hasta 700 euros, ¡te cagas!,
con perdón.
Inmigrantes corriendo con sus sacos de baratijas de un lado
para otro escondiéndose de los municipales, sanitarios de blancas batas manifestándose
a diario en las redes sociales y ocasionalmente en las calles de nuestras
ciudades reclamando otro de los derechos inalienables, el derecho a la salud.
Maestros reclamando una escuela pública de calidad,…
Esta es nuestra situación actual, un mundo en el que tenemos que luchar por unos
derechos que nos corresponden por lo que son, derechos. Un mundo en el que se
está criminalizando la no posesión de esos derechos, un mundo en el que para
que prime la ley y el orden lo único que se precisa es más policía, más
ejército.
Por todo esto, aunque esta vez me haya confundido al leer
la noticia, no es extraño que llegue, sin mucho tardar, el día que al releer el
texto, pensando que me he equivocado, lea el siguiente titular: "las ranas de Pensilvania están criando pelo", y debajo, también en portada pero con letras de un caracter más pequeño:“varias mujeres
han sido detenidas por ejercer la constitución en la calle”.
Juan Carlos Vázquez
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