Óleo mío titulado Andalucía como siempre yo me lo guiso y yo me lo como |
Creceremos y al crecer iremos ampliando nuestro círculo, en
la convivencia en la escuela, en el grupo de iguales, en el barrio, etc.
Posteriormente en el grupo de trabajo y en multitud de grupos humanos, dentro
de los cuales desarrollaremos unos roles diversos y conformaremos una
personalidad sólida y saludable. (O así debería ser)
Entre todo esto ha pasado desapercibido un hecho
trascendental, ya que su adquisición ha sido secuencial y dentro de un círculo
determinado, me refiero a la adquisición del lenguaje. Esta es la herramienta
principal del ser humano, que nos distingue de los demás seres y nos brinda la
posibilidad de convertirnos en seres sociales y por lo tanto en seres políticos.
Tan natural como que el hombre se puede comunicar es que el hombre es un ser
político. Esto se explica en la propia capacidad de lenguaje del hombre, la
sociedad es una gran red de memoria compartida, es comunicación. El lenguaje
nos permite diferenciar lo bueno de lo malo, lo permitido de lo prohibido. Las leyes
son lenguaje social compartido por todos.
Según Aristóteles, . “Los
seres humanos necesitamos de la comunidad política para ser lo que somos. Necesitamos
compartir esa memoria colectiva de usos, costumbres, saberes, leyes,
destrezas... en definitiva, cultura, para ser lo que somos. No podemos empezar
siempre desde cero sin perder nuestra humanidad. El Estado existe naturalmente”.
La diversidad del hombre es la base de un estado imperfecto,
hetereogéneo, ya que si fuese una unidad perfecta se autodestruiría. Por tanto
el Estado es un todo, dentro del cual existen multitud de diferencias. Debe por
tanto regularse, establecer unas normas, unas leyes que regulen la
multiplicidad de voluntades individuales.
Según este clásico las leyes regularán la convivencia y se
orientarán hacia la plena realización humana, que para él es la felicidad. Esta
tarea es encargada a la justicia, gracias a la cual se armonizarán
equitativamente los derechos y los deberes de todos los miembros de la
comunidad.
Según este pensador se podían establecer varios tipos de
gobierno. Según criterios cuantitativos dependiendo del número de gobernantes o
según criterios cualitativos, atendiendo a lo justo o injusto de los mismos, a
si su objetivo es el bien común o el beneficio particular.
Así, el gobierno de uno solo sería la Monarquía, si es justo
o la Tiranía, si es injusto.
El gobierno de unos pocos sería la Aristocracia, en su versión
justa o la Oligarquía, si es injusta.
El gobierno de muchos es la Democracia como versión justa y
la Demagogia como visión injusta.
Vemos como hace siglos el hombre pensaba, y sus pensamientos
pueden traducirse a la actualidad, pese a habernos pegado puñetazos en
infinidad de ocasiones unos contra otros, con unos vencedores y unos vencidos
unas veces y cambiando los papeles otras.
Pese a eso seguimos teniendo y manteniendo tiranías,
oligarquías y demagogias.
Es como si estuviésemos naciendo continuamente, embutidos en
nuestros errores de siempre.
Tengo un amigo, que sin ser filósofo, me decía que lo mirase
y que le dijese qué era lo que veía. Sin dejarme siquiera pensar la respuesta,
se anticipaba y él mismo se respondía. “Solo ves pellejo, debajo hay mucho tío”.
El hombre es complejo, complejidad que lo hace más simple
que el mecanismo de un chupete. El hombre es transparente y visible gracias a
esa masa de órganos forrados.
Nadie engaña a nadie que no sea él mismo.
El Rey es pellejo, al igual que Rajoy, Zapatero y todos
estos ilustres petimetres de nuestra escena política. Si les quitamos el
pellejo, como si de un traje se tratara todos mostrarían el mismo y repugnante
aspecto.
En cuanto al alma, a la parte metafísica no forrada de piel,
las diferencias son notables en nuestra especie; pero no, únicamente, porque
las conexiones neurológicas sean dispares de un individuo a otro, ya que, en sí,
estas son unas diferencias básicas. La mayor diferenciación de los individuos
no se debe, en casos normales, a los diferentes niveles de inteligencia,
cualidad difícilmente cuantificable, sino a aspectos meramente sociales. Me
explico, el aspecto físico, el vestir, la forma de hablar, la condición
diferente de partida condicionan la mirada del otro. Es esta mirada del otro la
que establece las diferencias insalvables entre los individuos.
No quiero decir, en absoluto que todos seamos iguales, sino
que la mayor parte de las diferencias están condicionadas por aspectos
puramente sociales.
Pongamos un ejemplo: un negro vendiendo discos pirateados y
un negro trajeado con un maletín de piel, o un mendigo haraposo y un Rey, (no
voy a decir el nuestro por no cansar, aunque yo pienso en él). La mirada del
otro, la nuestra establece una escala de valoración de unos y de otros,
atribuyendo unas cualidades que no vemos a unos y a otros, incrementando las
diferencias en los valores sociales, personales y metafísicos, inteligencia, emociones,
etc. Quizás el ejemplo del rey no sea todo lo didáctico que debiera para
explicitar mi discurso; pero pensemos en un rey ideal; o mejor pensemos en un ejecutivo
cualquiera de esos que se pavonean por los centros de las ciudades con aires de
grandeza y superioridad por llevar el traje más planchado que el cristal de un
escaparate.
Lo que realmente nos diferencia es, por lo tanto, la mirada
del otro y los valores que practicamos, es decir la acción ética que nos define
frente a los demás.
Esa mirada del otro, la mía, como ser político, me conduce a
concluir que nuestros gobernantes, lejos de buscar el bien común, buscan el
particular, dejan de ser justos y pasan a ser injustos, con lo que transforman
el gobierno de todos, la democracia en demagogia, que es lo que tenemos hoy día,
una demagogia autocrática, tiránica y oligárquica, en el que unos pocos se han
hecho con todas las parcelas del poder, como si el propio poder fuese inherente
a su clase, derrumbando todos los fundamentos de la justicia y de la ética política.
Estos seres forrados de pellejo han producido la indignación
del pueblo al que sirven y se han convertido en simples pellejos repugnantes,
vacíos de toda ética y de toda dignidad, cualidad que reside únicamente en el
pueblo. Dignidad que mantiene al ser humano en pie y que siendo lo único que
posee en propiedad defenderá con su vida si fuese necesario. Así que señores
pellejos, tengan cuidado con sus mentireros políticos, que un pueblo indignado
es capaz de todo.
Juan Carlos Vázquez
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