Mi yo camuflado |
Detrás de la costumbre se
esconde la presunción implícita, apenas expresada y mucho menos cuestionada de
que “las cosas son lo que son, y punto”. Además las personas, individual o
colectivamente, poco tienen que decir frente a los veredictos de la naturaleza
o del contexto social que nos envuelve y dentro del cual desarrollamos nuestras
vidas. El resultado de esta visión inerte y superordenada del mundo, se muestra
blindada a cualquier argumentación que tenga como fin desestabilizarla.
Según el sociólogo Zigmunt Bauman,
lo dicho anteriormente “implica la combinación mortal de dos creencias. En
primer lugar, existe la creencia de que no se puede cambiar el orden de las
cosas, la naturaleza humana ni el curso de los asuntos humanos. En segundo
lugar, existe una creencia en la debilidad humana que bordea la impotencia.”
Según el autor esto no supone otra cosa que “rendirse antes de que la batalla
haya comenzado”.
Este conformismo social,
esta pasividad que sitúa al hombre fuera de su papel protagonista en su propia
existencia, fue definida ya por Étienne de la Boétie como “servidumbre
voluntaria”. Pero esta afirmación, aunque errónea, está ganando relevancia en
nuestros días, ya que no solo hay las dos alternativas opuestas, es decir, la
plácida servidumbre o la rebelión contra ella. Existe una tercera vía, el
quietismo, la oscuridad deseada, la emigración interior, elegida por millones
de personas todos los días. Las personas son siervas de la rutina y las
costumbres diarias y se resignan ante la imposibilidad de cambiar este hecho,
con la convicción profunda de su propia irrelevancia en el proceso y de la
ineficacia de sus acciones individuales.
Tras esta introducción
basada en Zigmunt Bauman*, que considero muy interesante, puedo meterme de
lleno en lo que realmente vengo a exponer en este escrito, desde la humildad y
desde la conciencia de no crear una ley sociológica universal, y de que esto
que yo digo no afectará al curso de los hechos sociales y de la Historia.
Hoy día partimos de la base
de que las personas no somos agentes pasivos de nuestro futuro, y por tanto
somos dueños legítimos de nuestro destino, podemos elegir los objetivos y
gracias a nuestra naturaleza y cultura humana somos capaces de aprender, lo que
sea necesario, para conseguirlo. Pero por otro lado, los asuntos humanos están influidos
por multitud de factores lo que hace que nuestras acciones intencionales
tengan, a veces y por desgracia, efectos o consecuencias no deseadas.
Todo este complejo hace que
veamos el cambio personal o social con miedo, a modo de Hidra de Lerna, con
multitud de cabezas de serpiente. Nuestra propia cultura española basada en una
especie de intrincado político, económico y social, con base en la
interrelación Iglesia y Estado, que nos constituye en un régimen calificado por
algunos como Monarquía Nacional Católica, hace que rechacemos el cambio por
sistema, hasta el punto de presentarnos más creíble la posibilidad del Fin del
Mundo que la del fin del Capitalismo. Cuando quizás la verdadera Hidra devoradora
de nuestra especie sea el propio Capitalismo.
El orden social así constituido,
está custodiado por las estructuras macro de la sociedad, actuando estas a modo
de garantes del mismo; pero si estos vigilan Nuestra Paz y Orden, ¿quién los
vigila a ellos?, o como reza en latín, ¿Quis custodiet ipsos custodes?.
*¿Para
qué sirve realmente…? un sociólogo, de Bauman, pág 24, 25
Juan Carlos Vázquez
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