Sin palabras |
“Quien quiere conseguir una sociedad sin conflictos, ha de
hacerlo por el terror y la fuerza policíaca; pues ya solo la idea de una
sociedad sin conflictos es un acto de violencia contra la naturaleza humana”.
(R. Davendorf, op. Cit., 1966, pp. 121-122)
Si nos paramos y analizamos esta frase, lo primero que
retenemos es que el conflicto es inherente a la propia naturaleza humana, forma
parte de ella como las cagadas de los perros a las aceras de mi barrio.
La historia nos da claras muestras de lo dicho, y debería
servir de ejemplo, de base, para, por un lado, identificar los conflictos y
ponerlos en relación con un conflicto anterior,
focalizar los síntomas, causas e incluso consecuencias. Por otro lado y
una vez definido el problema, buscar una solución. Estas soluciones nunca serán
definitivas, por continuar con el símil de mi barrio, aunque limpiemos la acera
de las mierdas de los perros, siempre aparecerá una nueva cagada. Quiero decir
que las soluciones de los conflictos nunca serán totales y absolutas, toda
solución derivará, predecible o impredeciblemente, en un nuevo conflicto, de
menor o mayor magnitud; pero un nuevo conflicto.
Debemos tener en cuenta que el ser humano es único e
irrepetible, adjetivos que lo condicionan como un ser subjetivo y subjetivable.
Lo que vemos, sentimos, oímos, palpamos y olemos, lo hacemos desde nuestra
perspectiva particular y personal, los datos de nuestros sentidos son
procesados en el disco duro de nuestro cerebro, siempre que se disponga de él. Según
esta forma subjetiva de proceso de información, el ser humano actúa de una u
otra forma
Volviendo al conflicto, al problema o a la crisis, por muy
diferente que sea nuestra concepción de la misma, y siempre en el plano teórico,
debemos verla como una oportunidad, nunca como algo negativo. Las crisis nos hacen evolucionar, o al menos deberían,
(siempre hay frenos a la evolución mejorativa).
En un sencillo ejercicio de reflexión, todos podemos
imaginar un conflicto, un conflicto muy gordo, una crisis global, por ejemplo,
(este ejercicio es muy fácil de realizar hoy día). Esa crisis que tenemos en
nuestro pensamiento, puede estar generada, como casi todas, por cuestiones económicas;
pues bien, ya estamos centrados en nuestra supercrisis y ahora toca centrar las
causas, el origen de la misma, su detonante. Al ser la causa económica y de tal
envergadura, sus promotores no han podido ser otros que los especuladores y
poderosos en connivencia con los regentes políticos de turno.
Ya sabemos y asumimos que estamos en crisis y quienes han
sido los causantes, los culpables; ahora es el momento de buscar una salida,
una solución.
En la búsqueda de esta solución es donde podemos retomar la
cuestión de la subjetividad humana, de tal forma que cada uno, cada individuo,
cada colectivo, cada grupo tengrá una solución diferente a los demás; pero al
tratarse de un superproblema superglobal, la solución no puede partir de
individualismos, la solución debe constituir en sí un gran consenso de todas
las fuerzas de opinión, por lo tanto debe ser solidaria, pacífica y justa.
Cambiando radicalmente el tema, la tierra no es
completamente redonda, sino que está achatada por los polos, ¿y esto a qué
viene?, ¡ha ya..!, está achatada y dividida en dos mitades, mitad norte y mitad
sur, además en cada mitad la cercanía a uno u otro polo condicionará el clima,
y las sociedades que habitan esas zonas. En resumen y a lo que iba,
estableciendo un símil geográfico, la tierra es bipolar, característica que en
la semejanza que planteo podemos aplicar a la sociedad y decir que la sociedad
es bipolar, siempre generalizando, aunque eso no sea bueno. Así, el hombre se
divide en blancos y negros, de izquierda y de derecha, sureños y norteños,
altos y bajos, gordos y flacos, ricos y pobres, con perro o sin perro, los que
recogen las mierdas de sus perros y los que no lo hacen, videntes e invidentes,
listos y reyes, políticos y honrados, religiosos y ateos, americanos y los demás,
casados solteros, etc,, etc,, etc. Según el concepto que fijemos como
distintivo obtendremos dos mitades a las que suscribir a una u otras personas
del mundo global. Estas mitades no tienen puntos de inflexión delimitados sino
franjas más o menos extensas, a no ser que radicalicemos nuestra tensión entre
los dos extremos, en cuyo caso solo sería blanco o negro, vaso lleno o vaso vacío.
Pues bien, vamos a tensar nuestro discurso para
eliminar toda ambigüedad, de esta forma las dos sociedades existentes,
coexistirán en un mismo planeta polarizado en dos estratos paralelos,
totalmente diferenciados y no habiendo relación
entre uno y otro grupo social.
Desde esta perspectiva social, la solución a cualquier
conflicto planteado será radicalmente diferente si los protagonistas de su
solución pertenecen a uno u otro polo.
Si una de las partes ostenta el poder económico, y como
hemos dicho, el problema tiene una raíz económica, los resolutores de la crisis
serán, sin lugar a dudas los poderosos, los situados en esa mitad privilegiada,
y por lo tanto serán los mismos que la crearon, los que prendieron la llama. Los
pirómanos serán los bomberos de sus propios incendios y la otra mitad, los no
poderosos estarán en el centro del incendio que no han provocado, seerán las víctimas
inocentes, que tendrán que esquivar las llamas, el humo y las ramas secas que
caen sobre las cagadas de los perros incrementando la irrespirabilidad del
aire.
Vemos así, en nuestra reflexión, la incongruencia que supone
el hecho que hace que los causantes de las crisis se conviertan en los
abanderados contra ella, pasando de villanos a héroes y resultando tras el
proceso laureados por un pueblo quemado. Cuando su destino final debiera ser,
como mínimo, el garrote vil.
En conclusión y cerrando nuestra absurda, pero no por ello
irrazonable, divagación, vemos como los paganos de las grandes crisis globales
son siempre los mismos y como, incluso, acaban admitiéndolo, lo cual es lo más
grave; ya que se culpan de lo que desconocen. Mientras que los verdaderos
culpables cabalgan en coches con chófer hacia sus ricos palacios forrados de
pan de oro, todo ello, pagado con el sudor y el esfuerzo de la mitad pobre y
servil, por los ignorados de la mitad poderosa.
Esta simple reflexión, esta indefensión aprendida de la
mitad limitada a la simple supervivencia, esta desidia, esta dejadez, este ¿qué
voy a hacer yo?, estas manos lacias ante los latigazos de una minoría, es la
que me lleva a recordar la frase de la Bordeta y decirle a la especie humana: ¡váyase a
la mierda!.
Pese a todo esto sigo confiando en ella.
Juan Carlos Vázquez
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