sábado, 15 de septiembre de 2012

REFLEXIONES Y PENSAMIENTOS DE UN VAGABUNDO QUE SE SENTÓ EN LA ACERA SOBRE UNA CAGADA DE MASTÍN DEL PIRINEO.

Sin palabras

“Quien quiere conseguir una sociedad sin conflictos, ha de hacerlo por el terror y la fuerza policíaca; pues ya solo la idea de una sociedad sin conflictos es un acto de violencia contra la naturaleza humana”. (R. Davendorf, op. Cit., 1966, pp. 121-122)
Si nos paramos y analizamos esta frase, lo primero que retenemos es que el conflicto es inherente a la propia naturaleza humana, forma parte de ella como las cagadas de los perros a las aceras de mi barrio.
La historia nos da claras muestras de lo dicho, y debería servir de ejemplo, de base, para, por un lado, identificar los conflictos y ponerlos en relación con un conflicto anterior,  focalizar los síntomas, causas e incluso consecuencias. Por otro lado y una vez definido el problema, buscar una solución. Estas soluciones nunca serán definitivas, por continuar con el símil de mi barrio, aunque limpiemos la acera de las mierdas de los perros, siempre aparecerá una nueva cagada. Quiero decir que las soluciones de los conflictos nunca serán totales y absolutas, toda solución derivará, predecible o impredeciblemente, en un nuevo conflicto, de menor o mayor magnitud; pero un nuevo conflicto.
Debemos tener en cuenta que el ser humano es único e irrepetible, adjetivos que lo condicionan como un ser subjetivo y subjetivable. Lo que vemos, sentimos, oímos, palpamos y olemos, lo hacemos desde nuestra perspectiva particular y personal, los datos de nuestros sentidos son procesados en el disco duro de nuestro cerebro, siempre que se disponga de él. Según esta forma subjetiva de proceso de información, el ser humano actúa de una u otra forma
Volviendo al conflicto, al problema o a la crisis, por muy diferente que sea nuestra concepción de la misma, y siempre en el plano teórico, debemos verla como una oportunidad, nunca como algo negativo. Las crisis  nos hacen evolucionar, o al menos deberían, (siempre hay frenos a la evolución mejorativa).
En un sencillo ejercicio de reflexión, todos podemos imaginar un conflicto, un conflicto muy gordo, una crisis global, por ejemplo, (este ejercicio es muy fácil de realizar hoy día). Esa crisis que tenemos en nuestro pensamiento, puede estar generada, como casi todas, por cuestiones económicas; pues bien, ya estamos centrados en nuestra supercrisis y ahora toca centrar las causas, el origen de la misma, su detonante. Al ser la causa económica y de tal envergadura, sus promotores no han podido ser otros que los especuladores y poderosos en connivencia con los regentes políticos de turno.
Ya sabemos y asumimos que estamos en crisis y quienes han sido los causantes, los culpables; ahora es el momento de buscar una salida, una solución.
En la búsqueda de esta solución es donde podemos retomar la cuestión de la subjetividad humana, de tal forma que cada uno, cada individuo, cada colectivo, cada grupo tengrá una solución diferente a los demás; pero al tratarse de un superproblema superglobal, la solución no puede partir de individualismos, la solución debe constituir en sí un gran consenso de todas las fuerzas de opinión, por lo tanto debe ser solidaria, pacífica y justa.
Cambiando radicalmente el tema, la tierra no es completamente redonda, sino que está achatada por los polos, ¿y esto a qué viene?, ¡ha ya..!, está achatada y dividida en dos mitades, mitad norte y mitad sur, además en cada mitad la cercanía a uno u otro polo condicionará el clima, y las sociedades que habitan esas zonas. En resumen y a lo que iba, estableciendo un símil geográfico, la tierra es bipolar, característica que en la semejanza que planteo podemos aplicar a la sociedad y decir que la sociedad es bipolar, siempre generalizando, aunque eso no sea bueno. Así, el hombre se divide en blancos y negros, de izquierda y de derecha, sureños y norteños, altos y bajos, gordos y flacos, ricos y pobres, con perro o sin perro, los que recogen las mierdas de sus perros y los que no lo hacen, videntes e invidentes, listos y reyes, políticos y honrados, religiosos y ateos, americanos y los demás, casados solteros, etc,, etc,, etc. Según el concepto que fijemos como distintivo obtendremos dos mitades a las que suscribir a una u otras personas del mundo global. Estas mitades no tienen puntos de inflexión delimitados sino franjas más o menos extensas, a no ser que radicalicemos nuestra tensión entre los dos extremos, en cuyo caso solo sería blanco o negro, vaso lleno o vaso vacío.
Pues bien, vamos a tensar nuestro discurso para eliminar toda ambigüedad, de esta forma las dos sociedades existentes, coexistirán en un mismo planeta polarizado en dos estratos paralelos, totalmente diferenciados y  no habiendo relación entre uno y otro grupo social.
Desde esta perspectiva social, la solución a cualquier conflicto planteado será radicalmente diferente si los protagonistas de su solución pertenecen a uno u otro polo.
Si una de las partes ostenta el poder económico, y como hemos dicho, el problema tiene una raíz económica, los resolutores de la crisis serán, sin lugar a dudas los poderosos, los situados en esa mitad privilegiada, y por lo tanto serán los mismos que la crearon, los que prendieron la llama. Los pirómanos serán los bomberos de sus propios incendios y la otra mitad, los no poderosos estarán en el centro del incendio que no han provocado, seerán las víctimas inocentes, que tendrán que esquivar las llamas, el humo y las ramas secas que caen sobre las cagadas de los perros incrementando la irrespirabilidad del aire.
Vemos así, en nuestra reflexión, la incongruencia que supone el hecho que hace que los causantes de las crisis se conviertan en los abanderados contra ella, pasando de villanos a héroes y resultando tras el proceso laureados por un pueblo quemado. Cuando su destino final debiera ser, como mínimo, el garrote vil.
En conclusión y cerrando nuestra absurda, pero no por ello irrazonable, divagación, vemos como los paganos de las grandes crisis globales son siempre los mismos y como, incluso, acaban admitiéndolo, lo cual es lo más grave; ya que se culpan de lo que desconocen. Mientras que los verdaderos culpables cabalgan en coches con chófer hacia sus ricos palacios forrados de pan de oro, todo ello, pagado con el sudor y el esfuerzo de la mitad pobre y servil, por los ignorados de la mitad poderosa.
Esta simple reflexión, esta indefensión aprendida de la mitad limitada a la simple supervivencia, esta desidia, esta dejadez, este ¿qué voy a hacer yo?, estas manos lacias ante los latigazos de una minoría, es la que me lleva a recordar la frase de la Bordeta y decirle a la especie humana: ¡váyase a la mierda!.
Pese a todo esto sigo confiando en ella.

Juan Carlos Vázquez

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