jueves, 23 de agosto de 2012

RADIOGRAFÍA DE UN PENSAMIENTO INÚTIL


El hombre por desgracia para él y para su propia especie, además de por definición, es un ser social, o al menos eso nos han hecho creer y aprehender desde los más remotos inicios de la filosofía, sociología y demás ciencias humanas.
Y al ser esto así, nunca podrá ser libre, libre del todo quiero decir, te dirán que sí, que lo eres; pero ten cuidado con lo que haces o dejas de hacer; porque esa libertad es una falacia. Este condicionante social limitará a las personas a desarrollar todo su potencial creativo cuando este se sitúe en la frontera delimitada por la religión, la ética, las leyes o demás barreras culturales y sociales, creadas por nosotros y por nadie más, se supone que en pro de una convivencia pacífica y de un desarrollo integral de la especie..
El ser humano realmente libre es aquél que encontrándose sólo, sin contacto de ningún otro ser de su propia especie, separado del más cercano a él por kilómetros y kilómetros de distancia, es totalmente capaz de ser él mismo. A nadie pueden dañar las injurias que lance al viento, a nadie puede ensordecer su grito y ningún imbécil le podrá decir que no haga lo que este se muere de ganas de hacer.
La libertad plena está por tanto en el propio interior del hombre, y este será libre siempre que viva conforme a los dictados que emanen desde sus propias tripas.
Siendo así, solo hay un problema, la especie humana se acabaría, por ello el hombre, como el resto de los animales desconcienciados necesita aparearse, para, en una acto de egoísmo o de amor, procrearse en toda su amplitud, parecido e imbecilidad. De tal forma que la estupidez se transmite por vía sexual, como el sida y las enfermedades venéreas.
Al juntarse y aparearse, el hombre cae en su propia trampa, pues aunque quien elige es él, o ella, no escoge a un solo individuo, o individua según el caso, sino que este o aquella van con el kit familiar incorporado, y aunque con estos no te acuestes, los tienes hasta en la sopa y si no quieres, tendrás sopa hasta para desayunar, aunque te entren las canaleras de la muerte.
En este momento dejas de decidir sobre tu propia vida, para relegar esta labor en estos seres que tú no has elegido; pero ahí están. Lo mismo sucede en caso contrario, en el de la pareja.
Sin querer ajo, ración doble y sí, sí quiero; y para toda la vida.
Ese hombre, o esa mujer, que independientemente eran libres han entrado a formar parte de una red social de primer orden y por ello sagrada, la familia; la familia política, que sin efecto de continuidad se adhiere, o eso se pretende, a la familia sanguínea. La familia sanguínea, como la he llamado, no es tampoco elegida; pero es en la cual has desarrollado tu personalidad y las relaciones en su interior se basan en el afecto. La familia “política”, se basa en una relación indirecta teniendo como nexo de unión el cónyuge en cuestión, hablemos de el, de ella o de lo. Las relaciones aquí impuestas dependerán de la aceptación que este grupo proporcione al nuevo miembro invasor, y por lo tanto extraño. Se basará en ideas, estereotipos o simples pensamientos, infundados en gran parte; pero avalados por el consenso de los miembros de pleno derecho, los integrantes sanguíneos.
Este consenso no es necesario en el caso de los patriarcados y matriarcados, que por desgracia perduran en la actualidad, y no me refiero exclusivamente a remotas civilizaciones perdidas e ignoradas en Borneo o Tailandia.
Pues bien, ya estamos todos, ahora qué, pues ya se sabe, discutir no se debe, decir lo que piensas tampoco, acatar los dictámenes impuestos por patriarcas, matriarcas, o cualquier otro con capacidad y mérito para ejercer como tales, en ausencia o no de los primeros; a morderte la lengua, a no poder levantarte en calzoncillos o incluso a no poder ir en pelotas cuando el calor aprieta, a las comidas y excursiones programadas no por ti, en definitiva, debes hacer lo que otros dictan y si no quieres problemas cómete los mocos y te callas.
Dejas de ser quien eres para convertirte en parte de algo más grande y complejo; pero por grande y complejo no te enriquece, todo lo contrario, te anula como unidad individual. Esa individualidad es rechazada y, además, voluntariamente cuando decides formar una pareja; pero hasta ahí es hasta donde tú eliges, hasta la pareja, el número dos, más no. Y si el número dos te parece poco y se decide por ambas partes de la pareja ampliarlo, será por consenso entre esas dos partes, nadie más deberá intervenir en esas  decisiones.
Para ser libre una vez absorbido por una red familiar extensa, solo te queda la opción de la espeleología profesional, y perderte durante temporadas más o menos largas en cuevas que por su orografía sólo quepas tú y quien tú quieras. Esas cuevas son en sentido figurado el propio pensamiento que sale del interior de cada uno, y en ese pensamiento individual y único es donde eres el rey de tus propios actos y en el único lugar en el que serás feliz, pues el hombre que no es libre nunca podrá ser feliz, podrá como mucho desperdiciar una vida, desparramarla en el tiempo, vaciarla sin sentido.
Cuando la sociedad no te deja expresarte, la incomodidad de la existencia no te deja dormir y eso es muy malo y puede ocasionar trastornos mentales irreversibles.
La vida es corta y hay que vivirla intensamente; pero claro está para ello solo hay dos condiciones o que seas libre de verdad o que si no estás solo, te dejen de dar por el saco y puedas serlo.

Juan Carlos Vázquez

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