Ya no son los príncipes como los de antes, apuestos, guapos, altos, simpáticos, elegantes, etc.
Ya no se casan con princesas por una noche de copas y un zapato de cristal o por la belleza de éstas al verlas dormidas o por liberarlos de su apestosa apariencia de sapos, viscosos y húmedos.
Las princesas no son ya tampoco esas peleles medio tontas, por no decir tontas perdidas, con buen culo y cara bonita, hijas de quien decían que eran, (que en los cuentos sí, que sí). Las princesas se caracterizaban por lo mismo que los príncipes, es decir por ser hijas de reyes, y de reinas claro ¿qué se pensaban?, que esto de la monarquía siempre ha sido muy serio.
Pues bien, cuando en los cuentos sucedía lo que tenía que suceder, o sea, que la preciosa y linda parejita se casaba, se casaba y por todo lo alto y eran felices y comieron perdices. Y punto y final, ya que ahí acaba el cuento y el niño se duerme con gesto de felicidad en su rostro, momento que aprovechan los padres para darle el rutinario beso y apagarle la luz.
En la realidad, nada es como en los cuentos, por lo menos a estos niveles de alcurnia. Respecto de los pobres de los cuentos y los de la realidad si que la cosa va por ahí, excepto en los cuentos en que los pobres llegan a ser maridos o mujeres de los ricos o de los príncipes, a menos que les haya tocado la bonoloto, o que sean auténticos o auténticas putones verbeneros, que haberlos haylos.
Los príncipes de hoy en día son personas normales, de carne y hueso; pero no , no se casan con princesas elegidas por sus familias para el bien del reino, no, se casan con modelos, periodistas, etc.. y se casan por amor. ¡qué bonito!.
El amor inunda las casas reales de todas las monarquías europeas, el pueblo clama de alegría al ver que sus príncipes y princesas son felices; pero aquí, a diferencia de los cuentos, no acaba el rollo cuando se comen las perdices, aquí, tras esa cena de esas aves, los príncipes y princesas van al baño a bomitar. No acaba el cuento, tengo que vivir con este monstruo real el resto de mis días, o con esta duquesa, o con este marqués, o con quién sea; pero fuera del cuento.
Estos príncipes o princesas o principitos, tiene que dar sentido a su vida, al cacao que la ambición les ha conducido y para ello recurren a las drogas, las fulanas, etc..
Los príncipes se empiezan a parecer a las brujas de los cuentos y así para llegar a sus fines y saciar su codicia son capaces de todo. De esta forma, esos seres tan maravillosos de los cuentos, cuando los cuentos no acaban en lo de las perdices, se acaban convirtiendo en la bruja malvada y llena de verrugas, que contamos a nuestros hijos por la noche para que concilien el sueño y sueñen con las princesas y príncipes; y por ello los mantenemos con la ayuda de la escuela en la ignorancia y distancia de la realidad, para protegerlos de los seres que ahora envidian e idolatran, los príncipes y princesas de la imaginación.
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