Quien de vosotros no se ha preguntado en alguna ocasión si la realidad es tal como cada uno de nosotros la percibimos y la interiorizamos, si esas imágenes y conceptos del mundo son realmente como nos los muestran nuestros sentidos. Quien no ha dudado acerca de la imagen que le devuelve el espejo, de ser el que está al otro lado. ¿Son nuestros sentidos fiables total o parcialmente?, y si esto es razón de duda no lo es menos la interpretación que nuestro cerebro da al transcribir estas señales recibidas por los sentidos.
Estas dudas se acentúan si partimos de la consideración de la persona como ser único e irrepetible, de lo que no hay duda, y, siendo así, cómo asegurarnos que mi realidad objetiva es la misma que la que cualquier otro percibe. Por esto es por lo que dos personas que van en diferentes direcciones pueden llegar a ver el mismo semáforo de diferente color, de ahí las colisiones urbanas.
Si además consideramos la socialización, como condición imprescindible de esta especie, cada uno de nosotros nos movemos en círculos o grupos sociales más o menos concretos, de tal forma que nuestras actitudes difieren según desarrollemos nuestra actividad en uno u otro grupo, desempeñando multitud de roles diferentes e incluso, porqué no, dispares.
Actualmente podemos dar una vuelta más de rosca a estas ideas gracias al concepto de sociedad en red, en la cual nuestro ámbito de actuación, aunque limitado en la práctica puede llegar a ser ilimitado en la teoría, (con los límites marcados por la población mundial actual y sus múltiples combinaciones).
Tras el establecimiento de esta duda, que por subreal, no deja de ser duda, vamos a ilustrarlo con un ejemplo que puede, o no, ser coincidente con la realidad:
Nuestro querido y amado Juan Carlos no es un zombi, aunque pueda parecérnoslo y alcancemos cierto consenso social en esta apreciación. Los colores azulados, amoratados y verdosos de su rostro, que, últimamente esconde bajo unas oscuras gafas de sol, su peculiar y no humana forma de caminar, su talle, los insoportables discursos en público, (sobre todo ese con el que nos martiriza en Navidad un año tras otro), los seres animados que le rodean, (algunos de los cuales parecen de la saga de la familia Monster), etc.
Ahora vamos a intentar introducirnos en el interior de su cerebro, a pensar desde él mismo, desde su propia consideración, según la cual, es posible que se sienta un ser invisible que atraviesa las puertas y que para situarse en público y poder ser visto por los demás, se coloca esas gafas características que todos vimos en la película del Hombre Invisible. (¡si piensa que es el hombre invisible no vamos a quitarle la ilusión!)
De todas las formas, como vemos, la realidad puede ser una, o puede ser múltiple o simplemente puede no ser, aunque si soy sincero, creo que lo que realmente le ha pasado a este personaje es que se ha pegado una Hostia criminal, que casi se parte la tocha y que eso de darse contra una puerta ná de ná.
Moraleja: nada es lo que parece, aunque los medios de comunicación de masas, dirigidos por la implacable batuta del capital, se empeñen en mostrarnos la realidad que a ellos, y solo a ellos, les interesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario